31. Relish

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"¡¿Cómo rayos voy a empezar mi Apocalipsis personal desnuda?!", se dijo, mientras miraba a los lados, sin saber qué hacer

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"¡¿Cómo rayos voy a empezar mi Apocalipsis personal desnuda?!", se dijo, mientras miraba a los lados, sin saber qué hacer.

Aliz se fue. Siendo específica, la besó y se fue. ¿Tan segura estaba de que ese podría ser el fin de cualquier de ellas? ¿Y qué fue eso? ¿Un perdón? ¿Le estaba pidiendo perdón así? Como sea, no había tiempo para reflexionar sobre eso. Aún tenía los oídos tapados por la explosión, pero corrió directo a su habitación, donde supuso que podría encontrar algo de ropa.

Pero no había nada en el clóset, solo batas. Maldijo, cogió su daga y la metió en uno de los bolsillos de la bata, tomó la metralleta, y salió así a otra habitación en busca de ropa. En medio de ese furor, le pareció escuchar un grito lejano, o varios. ¿La llamaban? Era eso, maldita explosión, tenían los sentidos entumecidos y...

Danielle giró justo a tiempo para verlo. Levantó el arma y disparó dos veces, y así el cuerpo del vampiro que había saltado por alguna de las ventanas cayó al piso, y empezó a agonizar. Tal vez tardaría en morir, tal vez no lo hiciera. Tenía que asegurarse, y de paso ganar más poder. Así que dejó el arma un lado para clavarle la daga en el pecho, justo en el corazón. Lo dejó atrás mientras lo escuchaba gemir de dolor cuando la muerte roja llegó. No tenía tiempo, solo alcanzó a ver como una marca aparecía en su otra mano. 

Uno menos, pero que haya entrado uno significaba que llegarían otros.

"Ni modo, me tendré que quedar así", se dijo resignada. Se acomodó una pantufla y corrió hacia la planta baja, donde se suponía se encontraban los demás. Estaba ya a punto de alcanzar la escalera, cuando todas las luces se apagaron. Y se paralizó.

¿Qué hora sería? ¿La medianoche tal vez? No había pasado nada desde que vivió algo igual a eso, y las sensaciones de ese momento parecían manifestarse de pronto. La sangre, los gritos. Milla. Diego. Respiraba agitada, sintió que las manos le temblaban. "No otra vez, no, no, no...", se repitió varias veces, sintiendo que la mente se le nublaba. Tenía que hacer algo, cualquier cosa. Tenía que salvarlos esta vez, pero no podía moverse, no podía...

—¡Danielle! 

La voz fuerte de Arabella se escuchó más cerca de lo que pensó. Seguía oscuro, pero los disparos sonaron cerca. Esta vez fue una vampiresa la que se acabó derribada por las balas de la cazadora, quien además acababa de salvarle la vida.

 —Dios, niña, ¡reacciona! Estamos bajo ataque, ven aquí de una vez.

—Si... Si... —Aún nerviosa, Dani corrió escaleras abajo, esquivando el cuerpo de la vampira caída.

Una pantufla se le cayó en el camino, y ya no había tiempo de recuperarla. Llegó al lado de su prima, y sostuvo el arma con fuerza. En su vida anterior, ni siquiera podría cargar esa cosa. Pero en ese momento apenas si la sentía, era ligera y fácil de maniobrar. Casi como un juguete. Almeric le alcanzó municiones, y aunque aún le temblaban las manos, logró recargar el arma. Pronto llegó Lanslet, pero él no sostenía una pistola. No, él tenía dos espadas. Solo entonces cayó en cuenta que jamás había visto luchar a los Montagny, y Arabella se lo había comentado antes: Ellos eran de arma blanca.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora