9. Sangre nueva

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El efecto fue pasando a las pocas horas

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El efecto fue pasando a las pocas horas. No fue lo suficiente peligroso para ponerla en riesgo, pero si hubiera estado rodeada de cazadores que sí tenían huevos para enfrentarla, capaz la capturaban. O algo peor.

Las heridas estaban cerrando, pero las dos marcas de los arañazos aún estaban. El dolor era como si varias agujas se estuvieran clavando en su carne. Al inicio, insoportable. En ese momento ya casi no lo sentía si esforzaba. O tal vez debería recordar cada instante de ese incidente, así dejaría de ser tan confiada.

Sí, a lo lejos vio ese par de anillos en la mano de Danielle, pero ni por un instante pasó por su cabeza que fueran parte de un arma maldita. Ah, vamos, en sus tiempos no pasaban esas cosas. Montagny era un apellido casi común en esos tiempos, pero al parecer los Montagny de los que venía Danielle eran de los primeros cazadores. ¿No se suponía que eran tan tradicionales que solo atacaban con arma blanca? ¿O esa fue la única modificación que se atrevieron a hacer?

Como sea, ya no importaba. Diego le confiscó a la chica los anillos, y también la daga. Y si creyó que así dejaría de dar problemas, estuvieron muy equivocados. Todo lo contrario, desde que la metieron a la fuerza al piso, no hizo otra cosa que armar escándalo, amenazar con gritar hasta que llegara la policía, y hasta fue a la cocina a agarrar un cuchillo con el que intentó defenderse hasta que Diego logró quitárselo.

La única solución que encontraron fue atarla a una silla, y ponerle cinta en la boca. Hacía más de dos horas que Danielle dejó de patalear y gritar. Se quedó allí, quieta, mirando a todos con odio. Y, de paso, mirando como José Alonso bebía de una bolsa de sangre conservada. Ella, en cambio, sabía que iba a salir a alimentarse de la primera persona que encontrara. Por alguna razón no quería moverse del apartamento hasta que la chica estuviera tranquila.

"No puedo creer que estés haciendo esto, ¿no deberías haberle roto el cuello? Hay gente que murió por menos de todo lo que ella ha hecho esta mañana", se dijo mientras la miraba de reojo. Y sí, eso era verdad, pero en parte también sentía algo. ¿Compasión? ¿Tristeza? Algo así.

Quizá sí fue algo cruel al asesinar a su padre delante de ella. Y también debía ser una mierda darse cuenta de que su familia la sacrificó a la primera. Demonios, ¡su propia madre! Ni la suya era tan basura como esa, al menos Constantia Drak siempre quiso protegerla a su retorcida manera. Y si se ponía en su lugar, ¿no era peor acabar prisionera de la asesina de su padre? 

—¿Y ahora qué? —preguntó José Alonso al descuido, mientras terminaba su sangre—. ¿No vas a salir a comer?

—Al rato.

—¿Y qué vamos a hacer con ella? —dijo Diego—. No ha hecho otra cosa que dar problemas, y dudo mucho que acepte quedarse aquí como si nada.

—Bueno, tendrá que hacerlo si quiere recuperar sus cosas —respondió Aliz, y notó como Danielle fruncía el ceño—. ¿Escuchaste, princesa? Si te portas bien, te devuelvo la daga y los anillos. Pero depende de ti.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora