6. Culpable

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No lograba recordar con claridad como llegó a casa, o cuánto tiempo pasó desde que mataron a papá

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No lograba recordar con claridad como llegó a casa, o cuánto tiempo pasó desde que mataron a papá. Sabía que lo sostuvo entre sus brazos, que lloró mientras mecía su cuerpo y acariciaba su rostro.

Luego la separaron de él, recordaba que gritó y pateó, pero nada pudo hacer. Pasó todo el camino llorando sin tregua, diciendo que todo eso era su culpa, que ella lo mató. De pronto estaba en casa, con la ropa y las manos manchadas de la sangre de papá. Temblaba, hablaba sin parar. No fue hasta que estuvo frente a su madre que se calmó. En realidad, una cachetada la dejó paralizada. Luego un té de yerbas o algo así. No lo sabía.

Danielle repitió su historia varias veces, entrando en detalles cada vez que se lo exigían. Una parte racional de ella, la que aún estaba despierta, entendía que era necesario para que pudieran encontrar a la asesina, pero eso no le importaba. ¿Para qué? Él ya estaba muerto, nada ni nadie iba a devolvérselo.

Y ellos no la entendían. Hablaban con frialdad, sin acompañarla en su dolor. Su familia siempre fue extraña, llena de reglas y tradiciones que no entendía del todo, pero papá siempre estuvo de su lado. Su sonrisa la confortaba, sus primeros recuerdos eran de él llevándola en brazos. Jugando con ella, bailando con ella, diciéndole que era su princesa. Y lo último que le dijo fue que no quiso que pasara eso, pero que la iba a proteger igual.

No, eso no fue lo último. Fueron sus ruegos, sus gritos de dolor. Su voz cargada de terror, rogándole que hiciera algo y lo salvara. No importaba si fue Aliz la que hundió sus colmillos en el cuello de papá, la que lo dejó morir fue ella. Era la única culpable.

—No puede tener menos de quinientos años.

De pronto, escuchó a alguien. Estaban en el despacho de su padre, pero sus tíos Bautista no estaban allí. Solo la familia de mamá, y el que habló, fue Lanslet.

—No se supone que los vampiros puedan aguantar el veneno en la sangre —añadió la tía Florence—. Quizá no llegó a morder a Raimundo.

—Ya escuchaste lo que dijo Danielle —continuó su madre—. Fue muy rápida. Como nunca lo hemos visto.

—Ese tipo de rapidez no es propia de vampiros comunes —dijo Almeric, pensativo—. Pero sí que existe, y es posible. Aunque para nosotros sea casi una leyenda. Danielle fue clara con lo que vio, y no lo dudo, tío Raimundo era hábil cazando vampiros. Jamás lo hubieran matado con tanta facilidad. Hablamos de algo jamás visto.

—Alguien inmune al veneno de la sangre, rápido, y que además evitó el corte de la daga. Ni siquiera intentó tocarla —les dijo Lanslet—. Todas esas sabandijas siempre intentan quitárnosla, pero esa criatura sabía qué hacer.

—Lo que quiere decir que conoce el origen de las dagas malditas. Y sí, debe tener al menos ochocientos años —concluyó Almeric. A ese punto, Dani estaba boquiabierta. ¿Ochocientos...? ¿Qué demonios...?

—Esto es muy extraño —murmuró su madre—. ¿Por qué una vampiresa de esa categoría vendría a El Sirada? Tenemos que averiguarlo, no va a quedar otra que capturarla.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now