35. No me sigas

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Por supuesto que todos allí sabían lo que pasaba, que estuvieran encerrados no quería decir que todos sus sentidos se hubieran apagado

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Por supuesto que todos allí sabían lo que pasaba, que estuvieran encerrados no quería decir que todos sus sentidos se hubieran apagado. No pasó mucho desde que Jack lanzó su amenaza, cuando todo empezó. Los cazadores escucharon las balas, y luego los gritos. Se desesperaban, y se movían inquietos de un lado a otro. En cambio, para ella... Para ella era peor.

Si, podía escuchar lo mismo. Pero también podía oler. La sangre, la muerte. Si bien al inicio la primera sangre derramada que se mezcló con la pólvora fue de vampiro, pronto esta quedó eclipsada por la abrumadora cantidad de sangre humana. Sangre de cazadores. Podía escuchar todo, incluso como algunos cuerpos eran mutilados, como el olor profundo de las vísceras empezaba a disiparse por el ambiente.

Era imposible saber si Danielle o José Alonso estaban allí. Si bien la sensación de peligro era más fuerte que nunca antes, no tenía la certeza de nada. Y si, estaba aterrorizada, sin saber qué decir o qué hacer para escapar. 

No muy lejos de ella, Jack la miraba con una sonrisa llena de burla, seguro de su triunfo. Solo por eso Aliz intentó mantener la compostura, no iba a darle gusto a ese miserable de verla derrotada. Y, un poco más allá, Jerika observaba todo en silencio. Lucía inquieta, y no decidía qué hacer. Era claro que Jack estaba traicionando al clan que ella tanto honraba, pero tampoco podía fiarse de la vampira, eso lo tenía claro.

—¡Vas a pagar por esto, hijo de puta! —gritó Arabella desde su prisión, dando un golpe en la pared hasta quebrarla, pero eso no la liberó del encierro—. Voy a salir, te juro que voy a salir. Me las vas a pagar, lo juro, lo juro... —repetía, intentando convencerse. Jack ni siquiera la miró.

—¡¿Qué demonios tienes en la cabeza?! —exclamó Almeric, intentando sacudir las rejas de su jaula—. ¿En serio creen que vamos a unirnos a su plan de mierda? Van a pagar por esto, no quedará ni uno de ustedes. ¡Tú y esa maldita nueva orden se pueden ir al demonio! ¡Somos sus enemigos ahora!

—No es algo que me preocupe, muchacho —contestó Jack, mirándolo de lado—. ¿Piensas que podrás contra nosotros? ¿Que las amenazas de un cazador significan algo? Vas a colaborar, sí. Tú y la perra que te acompaña se van a rendir.

—En tus sueños, bastardo —respondió el cazador entre dientes. A su lado, Arabella gritó de frustración, pues las cosas en el otro lado parecían empeorar. Y, de hecho, así fue.

La primera en sentirlo fue Aliz, y se paralizó unos segundos. Cruzó una mirada con Jack, y la sonrisa del vampiro se ensanchó. Para él, es espectáculo acababa de empezar. Cuando la puerta se abrió, podría jurar que a todos se les cortó el aire. Era Arthur el que arrastraba a Danielle.

La chica apenas podía moverse, la había paralizado. La veía esforzarse, pero era en vano. Al menos no estaba herida, y a duras penas apretaba su daga. Ni Arthur ni Jack podían tocar esa arma, algo que la creadora de los cazadores ideó, y la única razón por la que no podían quitársela. Aunque, tal como estaban las cosas, no iba a servir de mucho.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now