26. Sin lugar en el cielo

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Lo único que sabía era que tenían que salir de la mansión, pero ¿a dónde ir? Era de noche, la zona del lago de La Planicie estaba a oscuras

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Lo único que sabía era que tenían que salir de la mansión, pero ¿a dónde ir? Era de noche, la zona del lago de La Planicie estaba a oscuras. Y esa casa era una trampa mortal. Sabía de la fuerza de un vampiro, sabía que no habría puerta que pudiera detener a uno, ni siquiera al más joven. Estaba sola en eso, y tendría que defender a Milla cueste lo que cueste.

"Pero si llegamos al auto...", se dijo de pronto. No tenía idea si el chófer estaba a salvo, pero ella podría conducir, o la misma Milla. Al menos eso la haría ganar tiempo, si llegaba a su mansión, dudaba que un solo vampiro atacara la residencia de los Bautista.

"Porque es uno, me doy cuenta", pensó con seguridad. Sus sentidos solo podían sentir el gruñido de una criatura, los pasos ágiles de uno, y no parecía tan rápido como Chicho o los de su categoría. "Entonces no es Jack", se dijo un poco más tranquila. Pero tal vez no debería estarlo, las veces que había enfrentado vampiros fue con ayuda, y el que mató con facilidad en la sauna de la hacienda fue solo porque estaba herido.

—Tenemos que ir hacia el auto —le susurró a Milla—. Es la única forma de escapar...

—Dani, no voy a dejar a mis padres aquí —contestó, con la voz temblorosa—. ¿Y si los matan? ¿Y si ya lo están haciendo...? 

—Entonces iremos por ellos también, pero rápido. No te separes de mí, ¿si? —La chica asintió con rapidez, y juntas, salieron de la habitación.

Tal vez hubiera ganado la fuerza de Chicho, pero no sus otras habilidades, eso era imposible. No podía ver en lo oscuro, al menos no con la claridad que quisiera. Las alarmas de la mansión, que sin duda las tenía, ni siquiera sonaban. A lo lejos escuchó las voces de los De Castro, y solo entonces empezó a alarmarse en serio.

—¡Largo de mi propiedad! —gritó el padre de su amiga.

—Está sangrando... —añadió la señora De Castro.

—No, eso es...

Lo siguiente fueron gritos, y dos disparos. Cosa inútil, Arabella se lo había explicado. Las balas comunes no podían matar vampiros, y las heridas que le causaban no eran suficiente para detenernos. Y, en ese caso, el acto de defensa del padre de Milla acabó por enfurecer a la criatura.

—¡Milla, vete de aquí! ¡Ve al auto y prepara el escape!

No le dio tiempo para más explicaciones, tenía que evitar que matara a los De Castro. Iba rápido, si, pero por cada segundo que pasaba se convencía de que ya era tarde. El vampiro se lanzó primero al padre de Milla, quitándole la pistola. El hombre gritó horrorizado cuando lo mordieron, y pronto sus gritos se acallaron por la muerte. Cuando Danielle entró al salón, vio como aquella criatura se lanzaba sobre la madre de su amiga, y la mujer gritaba aterrorizada con el vampiro encima, quien clavó los colmillos en su cuello y bebió con rapidez, lo suficiente para debilitarla.

Danielle le apuntó, y disparó sin dudarlo. La criatura estaba de espaldas, pero la vio de reojo, y se apartó apenas un instante antes de que su bala lo matara. El vampiro se escabulló en la oscuridad, deslizándose por el piso para esquivarla. Danielle se acercó más, y siguió disparando, pero no lograba darle. La luz apenas se filtraba, y el muy miserable se escabullía con agilidad. La cazadora decidió no gastar más balas, al menos no de momento. Sea quien sea, no sería tan rápido como ella si la atacaba de frente. Así que sacó la daga maldita, esperando. Apenas se lanzara sobre ella, iba a conocer la muerte roja.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now