10. Primera vez

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Danielle tomó una decisión: Si de verdad querían mantenerla con vida, entonces iba a ser tan molestosa que se iban a arrepentir de haberla secuestrado

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Danielle tomó una decisión: Si de verdad querían mantenerla con vida, entonces iba a ser tan molestosa que se iban a arrepentir de haberla secuestrado. No aguantaría la estupidez de "Ahora eres mía" de Aliz, ni pensaba a quedarse a vivir en los suburbios con aquel par de perdedores.

—No voy a salir sin bañarme y cambiarme de ropa —les dijo muy firme. Ya estaba anocheciendo, y se suponía que era hora de matar al tal Chicho.

—Bien, entonces quédate aquí y muere. Lo vamos a desaparecer de todas maneras —respondió Diego de mala gana.

—Hay ducha, pero no tenemos agua caliente —contestó José Alonso. Increíble que él resultara ser el más amable de los tres—. No lo necesitamos, así que...

—No me voy a poner la misma ropa —añadió—. Así que tienen que conseguirme algo.

—¿Tienen? —le dijo Diego—. ¿Quieres que salga de compras al mercado del barrio o qué?

—Ropa de mercado te pondrás tú, yo no me voy a vestir con cualquier cosa. Quiero ropa decente. —El chico bufó, y ella sonreía triunfante. ¿Querían tenerla de mascota? Pues que se aguanten.

—Puedes ponerte algo de Aliz —sugirió Alonso. La susodicha estaba en un rincón de la sala sin siquiera mirarlos. Había vuelto hacía un raro, dijeron que fue a alimentarse.

—Dije ropa decente, no de gótica barata —declaró, pretendiendo irritarla. Pero Aliz sonrió a medias, y ni siquiera la miró.

—Pues la gótica barata te gustó mucho la otra noche, y no paraste hasta que te la comí, ¿eso lo has olvidado? —Los chicos rieron por lo bajo, ella contuvo la respiración. 

—No recuerdo nada —le tembló la voz, pero habló con la verdad. Los "flashes" de la noche de la fiesta no llegaban con claridad, y esa parte era muy confusa aún.

—Qué pena, porque lo disfrutaste. Volvería a comerte si me lo pidieras —le guiñó el ojo, ella ya no podía más, le ardía la cara de la vergüenza. ¿De verdad pasó? ¿O lo decía para molestarla?

—Bueno, ya dije que no me voy a poner tu ropa, ya verán ustedes de dónde sacan algo. Ni se les ocurra ir al H&M, me da alergia —cambió de tema de inmediato. No soportó las miradas de esos dos, y menos la sonrisa traviesa de Aliz. O su mirada que parecía devorarla.

—A la que no le da alergia estar aquí es a Milla, y a veces deja ropa —le dijo Diego—. Si encuentro algo de ella, ¿te lo pones y te dejas de estupideces?

—Tal vez —siseó. Ya no podía negarse al parecer, y la verdad sí quería ir donde el tal Chicho. Si esa era la oportunidad que tenía para vivir, había que tomarla

Al rato, Diego regresó con algo que podía servirle. Aunque no sabía que tan práctico sería. Una minifalda de pliegues, y una polera ancha. Aún podía usar las botas que llevó, y con eso sería suficiente.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora