22. Enemigos

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No podía negarlo, estaba nerviosa

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No podía negarlo, estaba nerviosa. Le había costado sobrevivir en las sombras, y todo fuera por llegar a ese momento. ¿Valdría la pena? ¿Tendría su venganza? Era tan difícil pensarlo y, a esas alturas, no debería siquiera albergar esperanzas. Una palabra extraña para un monstruo como ella, que solo se alimentaba de desesperación y sangre.

¿Y acaso podían culparla por eso? Pasó días sufriendo la impotencia de no poder hacer nada. Primero, ella le quitó a su creador, y trastornó su mundo entero. Pasó años sintiendo y pensando que Narciso era invencible, para ella, ese vampiro siempre estuvo en la cima. Se sintió orgullosa, a pesar de no ser una Edevane de verdad. O al menos eso decían los hermanos y hermanas del convento. Eran puristas, solía decirle Chicho con una sonrisa, que no te importa lo que dijeran. Ella era tan Edevane como los demás, había recibido su crucifijo, y se contaba dentro de las filas del clan. No importaba que no conociera a uno solo de los líderes.

De hecho, lo más cercano que estaría de uno de los líderes, sería ese Jack. Todos en ese mundo, su mundo, sabían que los hermanos Edevane elegían a sus custodios de acuerdo a sus habilidades y fuerza. No cualquiera podía darse el lujo de decir que custodiaba el cuerpo de un Edevane durante sus años de hibernación, solo eso los hacía temibles ante los demás. Cuando la instruyó, Chicho le contó de ellos, casi como si fueran una leyenda. Por eso siempre los sintió lejanos, inalcanzables. Si ni con el cargo de importancia que tuvo Chicho pudo acercarse, ¿qué podía esperar ella?

Pero sobrevivió, ¿no? Y eso ya era mucho. La matanza se los llevó a todos, y ella aún no se explicaba las razones para que una vampira de apenas cincuenta años lograra escapar de la ira de Aliz Drak.

Narciso siempre supo que ella les iba a causar problemas. Le dijo que no estaba clara la posición de los Drak en la guerra de clanes, pero que tenían que ser cautelosos, porque de seguro su presencia allí significaba que los Drak querían apoderarse de El Sirada. Y al final tuvo razón. Las circunstancias no estaban claras, solo sabía que ella y sus pupilos llegaron a enfrentarlo. No conforme con darle muerte, quemaron su cuerpo.

¿Para qué? Eso ella no lo entendía, los vampiros no se tomaban esas molestias, ¿o era otra crueldad de los Drak? Siempre escuchó de ellos, de lo temibles y sanguinarios que fueron en sus mejores épocas. ¿Acaso Aliz hizo aquello porque quería dar un mensaje? Pues a ella le pareció que el mensaje fue muy contundente cuando entraron al convento y mataron a todos. Incluso a las hermanos y hermanos que cuidaban de los nuevos Edevane de Latinoamérica. ¿Que si sufrió al ver esos destrozos? Por supuesto, pues alguna vez ella estuvo en ese convento, compartiendo espacio con todos, adaptándose a su nueva vida. Pero Aliz Drak llegó y torció todo, por eso era justo que ella ayudara a darle muerte.

La joven vampira esperaba, confiaba en que esta vez todo saldría bien. El vuelo ya había aterrizado y, según le informaron, estaba por llegar. Pronto vio el auto negro asomarse al final de la calle, el aeropuerto estaba cerca al puerto de El Sirada, ella hizo su refugio allí. La madrugada era fría y oscura, el amanecer pronto llegaría, y ella tendría que esconderse del sol. Pero confiaba en que al menos podría informar todo lo que tendría que informar antes de que eso pasara.

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