Extra 1: Lover

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Sabía que tal vez se iba a arrepentir de eso el resto de sus días, o quizá estaba siendo muy dramático

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Sabía que tal vez se iba a arrepentir de eso el resto de sus días, o quizá estaba siendo muy dramático. Podía ser un error, o tal vez la mejor decisión. No quería ser cobarde, y en su interior sabía muy bien que llevaba tiempo evadiendo lo que sentía para no hacerle frente ni admitir que cayó en la trampa.

Pues bien, allí iba. Cuando se dio cuenta de que apretaba los puños, soltó las manos y flexionó los dedos varias veces como si eso fuera a calmarlo. Presionó el botón del ascensor, y notó que este se detuvo por varios segundos en el piso cinco. Quiso darse la vuelta, porque una pequeña parte de él sabía que estaba esperando cualquier mínima señal para echarse atrás. Como si el destino, o la vida, o lo que fuera en verdad quisiera detenerlo.

Pero el ascensor bajó, y cuando se abrieron las puertas, vio a Danielle mirando su celular con atención. Estaba tan concentrada en lo suyo que ni lo vio, al dar unos pasos para salir casi se tropiezan. Él enrojeció, sintiéndose idiota. Tal vez su prima estaba distraída, pero él no. Ni siquiera había empezado, y ya actuaba como imbécil.

—¡Ay! —exclamó ella, deteniéndose a tiempo—. Sorry, no te vi. —Entonces lo miró, quizá porque no dijo ni una palabra, y solo estaba allí parado como una estatua. Una muy tensa y a punto de colapsar, por cierto.

—¿Qué? —preguntó él cuando notó que la chica no le quitaba la mirada.

—¿De qué?

—No sé...

—Tú preguntaste, ¿pasa algo? —Y si pasaba, pero no podía decirlo. Lanslet solo se mantuvo imperturbable unos segundos, pero por el gesto de Dani supo que en realidad estaba rojo, o sudando frío, o en un evidente estado de colapso.

—No, nada.

—Ah, bueno. —Ella se hizo a un lado, y volvió a su camino, mirando el celular sin prestarle más atención. Al fin pudo soltar el aire, y antes de que se le ocurriera arrepentirse, presionó el botón del piso siete.

Por suerte esta segunda vez no se cruzó con nadie más, porque no sabría qué hacer ni qué cara poner. Se suponía que ya tomó una decisión, no iba a acobardarse a esas alturas. No, porque le estaría dando la razón a ese vampiro de mierda que no hacía otra cosa que picarlo y enfurecerlo con sus provocaciones.

Cuando al fin llegó a su destino, Lanslet miró a los lados. No había nadie en ese solitario hotel Marriott de Auburn Hills. Se suponía que viajaron hasta Alabama para buscar pistas en lo que quedó del antiguo refugio de los Edevane, pero en lugar de eso el cazador andaba al borde del colapso porque no sabía a qué lo iba a llevar esa trascendental decisión en la vida. Una de la que ya estaba seguro de que se arrepentiría, pero más iba a lamentar no hacerlo y preguntarse el resto de sus días qué hubiera pasado si no fuera tan estricto.

Y es que a esas alturas, después de todo lo vivido, ya no debería serlo. Como todos los Montagny, se vio arrastrado a esa vida de cazador por culpa de una maldición que ya sabía fue una venganza de la condenada reina escarlata a sus ancestros. Que ese odio que lo corroía cuando tenía un vampiro al frente era por las marcas malditas en su piel, por la necesidad de alimentar una daga que lo tenía esclavizado.

También sabía que eso de que todos los vampiros estaban mejor muertos no era cierto. Había algunos que llegaron arrastrados a esa vida, casi tanto como él y su familia. Otros que nacieron así, como Aliz. Y unos más que fueron criados en la protección de un vampiro o vampira que les dio todo lo que sus padres humanos no quisieron darle, que incluso no tenían interés en matar personas. De hecho, si di comer hasta saciarse se trataba, iban por otros vampiros, o por criminales que estaban al margen de la ley. Esos otros eran como José Alonso.

Con eso claro, pero sin poder evitar sentirse o pensar como el cazador que era, fue cayendo poco a poco en una trampa que vio a lo lejos y de la que no se alejó. De hecho, diría que fue corriendo directo y saltó con alegría hacia ella, por más que lo negara.

Así que otra vez juntó el poco valor que le quedaba para admitir lo que sentía, y caminó hacia esa habitación. Al estar lo suficiente cerca escuchó que ese condenado vampiro estaba terminando de escuchar "Cruel summer" a todo volumen, y como si supiera que todo estaba  casi consumado, la siguiente canción fue "Lover". Y ahí si que Lanslet casi colapsa y se da la vuelta.

—Imbécil —farfulló—. Me la quiere hacer difícil. —Pero, aún así, tocó la puerta.

No pasó mucho hasta que el vampiro le abrió. Con Taylor Swift cantando de fondo, y esa atmósfera tan perfecta que su voz creaba. Sabía que al menos para Alonso sí era perfecto, porque la otra noche, en medio de bromas y copas, cuando creyó que él no lo estaba escuchando, dijo que le gustaría besarse con "Lover" de fondo. Y después agregó otros detalles sexuales que nadie quiso escuchar, pero era claro que él llegando justo en ese momento era cumplirle la fantasía.

—Hola —le dijo el vampiro con una sonrisa. Y no era como las otras, aquellas con las que buscaba provocarle, las que él fingía que no le gustaban. Ni era tan sugerente ni nada, solo era una sonrisa linda, sí, eso lo pensó. Como si de verdad José Alonso estuviera encantado de verlo allí. Feliz, en serio feliz. Y ese simple gesto tan auténtico, lo hizo sonreír también.

—¿No me invitas a pasar?

—Claro —contestó el otro, haciéndose a un lado. De pronto, le pareció, el que estaba nervioso era el vampiro. Como si se diera cuenta de que al fin sus provocaciones dieron resultados, y no sabía qué hacer con eso.

Lanslet no se separó mucho, se plantó delante de él, acortando la distancia. Después de todo, él era un cazador, y ese vampiro era su presa. José Alonso se lamió los labios con disimulo, y sí, parecía algo tenso. Pero se veía hermoso, tan perfecto. Con su cabello rubio desordenado, y un mechón de cabello que caía cubriendo parte de su rostro. Sin controlarse, el cazador apartó ese mechón y lo acomodó detrás de su oreja. El que había quedado tieso era el vampiro.

—Te mentí —dijo de pronto, pues en realidad fue lo primero que se me ocurrió.

—¿Ah, si?

—Mi álbum favorito de Lady Gaga no es el "Born this way". Es el "Artpop".  —Una sonrisa pilla se dibujó en los labios de Alonso. Llevar el asunto a ese terreno relajado funcionó, y la tensión desapareció en un instante.

—Por los ancestrales, Lanslet. Eso es un aún más gay.

—Ya cállate.

No iba a dejar que Taylor Swift acabara el coro sin besarlo. Lo cogió de la nuca, fuerte para que  no se le escapara ni se arrepintiera, y atrapó sus labios al fin. A José Alonso no le tomó más de un segundo corresponder, y solo se tomó un segundo más para pegar todo su cuerpo al suyo, mientras la rubia más querida del vampiro decía "And ah, take me out, and take me home. You're my, my, my, my... Lover"

Tampoco se dio cuenta cuánto tiempo estuvo besándolo, lo que sí notó fue que la canción se repitió. Pero para cuando fue consciente de eso, ya no quería dejar de besarlo, ni de sentirlo, ni de tocar debajo de su ropa. Alonso hacía lo mismo, parecía tan ansioso como él. Ya no el vampiro que provocaba, no el que parecía tener el control. Eran los dos los que habían perdido cualquier cosa parecida a la razón, y solo querían sentirse más.

Y estaban sin camisa, todo fue tan rápido que sabía que no habría marcha atrás, y menos arrepentimiento. El vampiro acabó de espaldas a la cama, y el cazador reptó sobre él. Porque lo necesitaba, los dos lo hacían. Y si tenía que cumplir la fantasía del vampiro de hacerlo con "Lover" de fondo, pues lo haría, aunque fuera cursi y quizá luego les daría risa. Pero así tenía que ser, porque rendirse fue el mejor camino que pudo tomar, y rendirse a lo que sentía no era malo, no podía serlo. No cuando se sentía en la gloria. 



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Ya se divirtieron las lesbianas, ahora les tocó a los gays xd

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now