24. La escena de Jack

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⚠️ Advertencia de contenido: El presente capítulo contiene descripciones gráficas de violencia y asesinatos ⚠️

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Hicieron lo posible por esquivar el tráfico. Danielle maldijo no tener el helicóptero privado de papá en la mansión, la última vez, él lo dejó en otra de sus propiedades y no tuvo tiempo de mandarlo a pedir. De ser así, hacía mucho habrían esquivado el caos de El Sirada. Cada minuto que pasaban la angustia solo crecía, y por más que Arabella intentaba obtener información, nadie le daba razones.

Eso solo podía significar que, o bien estaban muy ocupados controlando la situación. O que ya estaban muertos.

Cuando al fin se acercaron a la hacienda de los Bautista, notaron que había varios autos y camionetas estacionados, interrumpiendo el paso. No fueron los únicos que acudieron en auxilio después de todo, y eso le dio esperanzas. Antes de bajar, Dani se había puesto sus anillos de garra en una mano, y se había enfundado la daga a la altura de la cintura. Pero lo que llevaba en la mano libre, tal como su prima le enseñó, era una pistola. Más rápido, más seguro. Lo de alimentar a la daga se podía hacer después.

Entrar allí fue ser testigo del caos. Pareciera que no había cosa en su sitio, y cuando vio el primer cadáver por un instante se quedó inmóvil. Lo reconoció, era uno de los hombres de seguridad de la hacienda. Lo había empalado, la madera era de las que usaban para dividir los cercos. Tuvo que apartar la vista con rapidez para no ponerse a vomitar.

Mientras más se adentraban a la hacienda, el panorama era el mismo. Dani notó que habían vampiros muertos también, a algunos se los llevó la muerte roja. Pero más eran los cuerpos de los humanos, no le quedaba duda de que Jack y sus secuaces arrasaron con todo. Arabella y ella solo caminaban despacio, con las armas en alto y cubriéndose una a la otra. Ni siquiera se molestaban en acercarse a los cuerpos, no era posible que alguno de ellos estuviera con vida.

Fue justo antes de entrar a la casona, cuando escucharon el ruido, y ambas apuntaron. Pero solo era Almeric, quien salió con las manos en alto.

—Ya no hay peligro aquí —anunció su primo—. Llegamos hace media hora, aún estamos recorriendo el lugar, pero de verdad parece que ya no hay nadie.

—¿Te refieres a los vampiros? —preguntó ella, y este asintió.

—Se fueron. Estamos intentando recuperar las cámaras de seguridad, y pronto recogeremos los cuerpos.

—¿Qué pasó con los demás? —preguntó Arabella, al tiempo que avanzaba hacia la casona. Almeric solo la miró de lado, sin saber qué decir. 

Pero Danielle lo entendió, claro que sí. Y tal vez una parte de su prima pensó lo mismo, pero se lo negó. Arabella aceleró el paso, pero Almeric la detuvo sosteniéndola de un brazo.

—No entres allí —le pidió. Pero esta solo se sacudió y lo miró con molestia.

—Muévete, no me digas qué hacer. ¡Papá! ¡Papá! —empezó a gritar, llamando al tío Gracián.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now