29. Tal vez es tarde

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Al principio no entendió qué era distinto en esa casa, por qué Arabella y Almeric decidieron que era mejor refugiarse allí para esperar el ataque de Jack

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Al principio no entendió qué era distinto en esa casa, por qué Arabella y Almeric decidieron que era mejor refugiarse allí para esperar el ataque de Jack. Luego se dio cuenta, a diferencia del lugar donde estuvo recluido José Alonso, esta sí parecía una auténtica residencia Bautista. 

Fue de su padre, les dijo Arabella, ella tenía las llaves. No solían usarlo para asuntos de cazadores, en realidad era un sitio que siempre estaba listo para recibir al dueño cuando quisiera relajarse de la caótica ciudad. Arabella mencionó que solía estudiar allí cuando estaba en la universidad, pues era el lugar perfecto para tener calma. 

Podía ser que tío Gracián no haya pensado el lugar como un bunker, o lo que sea que hacían en esas casonas escondidas, pero sí que la había equipado con todo. Cuando pasaron, Arabella les mostró la zona donde su padre guardaba las armas y municiones, que en realidad parecía suficiente para todo un batallón. Danielle tomó una metralleta, o al menos algo parecido. Nunca conseguía recordar los nombres de las armas pero, según su prima, bastaba con que supiera disparar.

—No sabemos si Jack y sus secuaces llegarán hoy —explicaba Arabella—. Así que nos turnaremos para vigilar lo que pase al otro lado. Los binoculares son de uso militar, con visión nocturna, infrarrojo, y todos lo demás. ¿Alguien tiene alguna pregunta? —Sin dudarlo, José Alonso levantó la mano.

—¿Aquí a qué hora se come?

—Estás a dieta, siguiente pregunta —respondió ella, cortante. Pero Alonso no se rindió, y volvió a levantar la mano—. ¿Qué quieres ahora?

—No digo que me pongan los cuellos sobre la mesa como buffet, pero un poco de sangre nos ayudará a los dos. Digo, a mí el francés no me da de comer desde la mañana, y mi mami ha perdido sangre. Si Jack viene, pues no sé con qué cuerpo quieren que lo enfrentemos.

—Y que quede claro —añadió Aliz—. Jack es mío. Solo mío. Ninguno de ustedes podría enfrentarlo, así que ni se le acerquen.

—Bueno, pues suerte con eso. Porque Jack mató a mi padre, y juré sobre su tumba que dejaría la cabeza del bastardo en el mausoleo —le contestó Arabella, muy firme y desafiante. Aliz sonrió a medias, y Danielle apartó la mirada. Así que seguía enojada solo con ella, pero podía actuar decente con su prima. Pues que se joda. No tenía derecho a reclamar nada, ella menos que nadie.

—Entonces te dejo la cabeza, pero Jack es mío y eso está fuera de discusión. Como sea, Alonso tiene razón. Si nos quieren en condiciones como aliados, que se supone lo somos porque no nos han puesto ni una maldita cadena, entonces dennos sangre.

—En tu perra vida vas a volver a probar algo de mí, así que deja de molestar que acá no somos tus sirvientes. —Estaba enojada y dolida, si, pero más enojada. Y no pudo evitar decir eso, ¿qué quería la desgraciada? ¿Qué le diera su sangre para sanarla? Estaba muy loca si creía que iba a aceptar algo así.

—No te he pedido nada —contestó Aliz, mirándola de lado—. Pero no me opongo a recibir sangre de otra cazadora, tal vez tu prima pueda ayudarme.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora