36. Sangre de mi sangre [Final]

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También fue rápido para ella

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También fue rápido para ella. Cuando le quedó claro que todo eso era una traición a su clan, y que esa maldita vampira Drak tuvo razón, no supo bien que hacer. Arthur y Jack la veían como una subordinada, no les importaba en lo más mínimo. Y, en ese momento, ellos llevaban la ventaja. ¿Cómo enfrentarlos en esa situación? 

Pero Jerika se dio cuenta el preciso momento en que todo se torció. Desde su rincón, miraba atenta lo que sucedía. Y cuando posó sus ojos en el brujo, notó que estaba enrojeciendo muy rápido. Cuando este se dio cuenta, ya había estallado. Y ella se quedó boquiabierta unos segundos, al ver caer a Aliz, supo que la vampira usó ese poder ancestral que se suponía no tenía que poner en práctica tan pronto.

"Y esto solo significa que, sin brujo, no hay magia. Y sin magia, ellos son libres...", pensó. No iba a quedarse en el bando perdedor, no se arriesgaría a que la mataran. Tenía que asegurarse, y eso significaba demostrar sus intenciones. Empezó liberando a la cazadora, y cuando fue a hacer lo mismo con el hombre, se giró para ver lo otro. Una verdadera sorpresa.

Nunca había sido testigo de la muerte roja, aunque sí que había visto cadáveres de los vampiros asesinados por cazadores. Si eso ya parecía terrible, el proceso no era mejor. "Ese perro se lo merece", se dijo convencida. "Por traidor, por miserable. No debiste mover un dedo en contra del clan", pensaba mientras veía a Jack el destripador morir entre convulsiones, ahogándose en la sangre que empezaba a podrirse dentro de él.

La situación se tornó confusa a partir de ese momento, entre gritos y apariciones inesperadas. Jerika no supo si liberar a la cazadora fue suficiente para salvarse, pues el cazador escapó solo. Retrocedió, y vio que la heredera Bautista estaba en el piso, desangrándose. Podía huir, ¿y cómo? Afuera era de día, y no iba a llegar muy lejos así. En especial porque el plan de masacrar a todos los cazadores en el almacén no se concluyó. De pronto, todo se detuvo, y el olor a sangre de vampiros se hizo más abundante. Algo pasó, quizá recibieron refuerzos, o quizá con Arthur muerto, el resto de brujos no pudo mantener el hechizo en el almacén. A ese punto, de seguro que también estaban muertos.

La respuesta, de cierta forma, irrumpió de pronto. O bueno, fue el auto. Quien bajó corriendo a toda la velocidad que pudo fue el hijo sobreviviente de la vampira Drak. Este fue  hacia su madre, quien se había quedado derribada de rodillas en su celda, casi destruida después de lo que hizo con Arthur. La sacó de ese lugar, intentando auxiliarla. Pero tanto ella como la chica Bautista no parecían reaccionar. La muchacha había cerrado los ojos, mareada, a punto de desvanecerse en cualquier momento.

—¡Traigan el botiquín, vamos! ¡Rápido! —gritaba la cazadora llamada Arabella—. ¡Muévete, Almeric! ¡Está en el auto! —El cazador obedeció y, desde donde estaba, Jerika vio que había alguien más allá adentro. Era el otro cazador, el más joven. Estaba herido, inconsciente en el asiento trasero. Al parecer el vampiro lo salvó. Inaudito.

—¡No hay nada aquí! —respondió el cazador, mientras buscaba con prisa.

—¡Muévete! ¡Necesitamos hacer una transfusión ahora! —seguía gritando la cazadora.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now