27. La cazadora

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Por un momento no supo qué hacer

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Por un momento no supo qué hacer. Todo le parecía irreal, y no quería aceptar que estaba parada frente a los cuerpos de Milla y Diego.

"Milla..."

La vista se le iba hacia ella, y no pudo evitar acercarse. Estaba de rodillas, con los ojos llenos de lágrimas, pero tratando de no entregarse al llanto descontrolado. Cuando se dio cuenta, estaban así, como siempre. Cuando reían y jugaban, o solo pasaban el rato. Danielle se recostó a su lado, y apoyó la cabeza en su hombro. Apretó los ojos, y al fin pudo llorar como su alma quería.

No podría definir cuanto tiempo estuvo así. No quería siquiera imaginar como iba a ser la vida sin ella, sin escuchar su risa, sin abrazarla, o solo apoyarse en ella. Como en ese momento, cuando intentó siquiera sentirse como antes. Pero lo único que estaba a su lado era un cuerpo vacío que ya no era su amiga, solo frialdad, solo la realidad de que todo se había perdido.

"Qué hago, qué hago, qué hago...", empezó a decirse de pronto, y sintió que le temblaban las manos. La Planicie era un lugar tranquilo, y aunque las mansiones estaban lo suficiente apartadas para mantener la privacidad, puede que alguien hubiera escuchado las balas o los gritos. ¿Y si llegaba la policía? ¿Los bomberos? ¿Cómo demonios iba a explicar eso? Todo era un maldito desastre que tenía que solucionar, y no podía hacerlo sola.

En verdad hubiera querido quedarse tumbada allí el resto de la noche, solo llorando y lamentándose. Pero tenía que buscar ayuda y encargarse de eso. Por Milla, por sus padres. Por Diego incluso. Se incorporó despacio, y miró a Milla una vez más. Apretó los ojos, sintió las lágrimas empapar sus pestañas y resbalar por sus mejillas. Se inclinó y le dejó un beso en la frente a su amiga. Miró a Diego, y le bajó los párpados. Después de respirar hondo, se puso de pie e intentó pensar.

Casi había olvidado que tenía el celular en uno de sus bolsillos. Al sacarlo, notó que con tanta pelea y alboroto, en alguna de sus caídas, se rompió la pantalla. Pero aún servía, y pudo abrir el menú de contactos.

Por supuesto que pensó primero en Arabella, pero no sería justo. Ella estaba llorando a su padre, a Magdalena. Y, pensándolo bien, todos los Bautista estaban pasando una situación muy triste como para además darles la carga de que arreglen sus cagadas. Porque sí, estaba convencida de que era su culpa. Diego, los De Castro, Milla. Si hubiera detenido al vampiro a tiempo, ella aún podría abrazar a su amiga.

"Vamos, vamos, contrólate", pensó, y se golpeó el rostro para obligarse a reaccionar. Ya habría tiempo para sentirse miserable y llorar, en ese momento tenía que pensar en algo. No, los Bautista no podían hacerse cargo de eso. Y si había personas con la suficiente sangre fría para recoger esos destrozos con discreción, eran los Montagny. No se detuvo a reflexionarlo mucho, solo marcó el contacto de Almeric antes de arrepentirse.

¿Qué pasa? —preguntó, sin saludo ni nada. Y ella soltó lo primero que se le ocurrió.

—Estoy rodeada de cadáveres. Jack transformó a Diego en vampiro, nos atacó. No me quedó alternativa, tuve que... Que matarlo. —Almeric no dijo nada por al menos tres segundos. Tiempo suficiente para que la consumiera la ansiedad.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now