Especial de Halloween 2023 [Parte 1]

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I

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I. La cabaña

No podía creer que en serio había aceptado esa invitación, en lugar de quedarse en la ciudad o ir con su padre a Nueva York. En honor a la verdad, cuando Milla se ponía insistente, no había forma de decirle que no. Solo que ya lo estaba lamentando.

¿A quién diablos se le ocurría ir a pasar Halloween a un pueblucho perdido en la selva? ¡Peor! ¡Un pueblucho sin aeropuerto! ¡Llevaba diez malditas horas de viaje en auto y ya quería morirse! Tuvieron que detenerse en pleno cruce por las montañas para que vomitara, pues ya no daba más con esa tortura. Si esa era la idea de Milla de pasar una semana de terror, pues estaba empezando muy bien.

—No seas dramática, el lugar es precioso, te va a encantar —le decía su amiga, y ella puso los ojos en blanco.

—¡Solo hay árboles! ¡Y además llueve! ¿Por qué no le pediste la avioneta a tu padre? ¡Ya habríamos llegado!

—Pues porque la iba a usar, duh. ¿Y por qué no la pediste tú?

—Porque mamá también la está usando. Ella se fue al sur, un lugar decente con hoteles de lujo y playas, y sol y... ¡Nada de esta mierda!

—Dios, Danielle, en serio que no puedo contigo. Tienes tipo dieciocho años y te quejas como abuelita. ¿Puedes disfrutar una aventura al menos?

—Mira, si al malandro al que te tiras se le antoja este tipo de cosas, no es mi problema, ¡no tenías que arrastrarme a mí! —Milla estalló en carcajadas, cosa que solo empeoró su humor.

—¿Quieren callarse? Dejen dormir al prójimo...

Desde el asiento trasero de la van, Lanslet se quejó de tanto griterío. Para variar papá se puso en modo sobreprotector, y le dijo que no la dejaría ir a ningún lado sin compañía. Y como ella no iba a llevar guardaespaldas, acabó convenciendo a su primo de que la acompañara. De seguro que él también la estaba odiando en ese momento.

—No te relajes mucho, ya vamos a llegar —anunció Milla, y ella extendió los brazos a modo de protesta.

—¡Eso dijiste hace una hora!

—Pero es que hace una hora también íbamos a llegar. El tiempo relativo.

—Te odio, te odio con cada fibra de mi ser. —Otra vez su amiga se rio, y para variar, Lanslet también.

Tenía que calmarse, en serio no podía ser tan malo. En teoría sí era un lugar lindo, había visto las fotos de la cabaña de los De Castro y sus alrededores, si lograba relajarse, pasaría un buen momento. Aunque lo dudaba, Milla se había encaprichado con un choro de los barrios altos, y además este iba a llevar a dos amigos de seguro igual de ordinarios. Dios, ¿qué estaba pagando?

—¡Ahora sí! —exclamó Milla—. ¡Bienvenida a Villa Paraíso! —añadió, justo cuando cruzaron la última curva y llegar al puente, donde un enorme cartel les daba la bienvenida.

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