4. Sangre

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Si había un lugar peor que los barrios altos, ese era el puerto de El Sirada

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Si había un lugar peor que los barrios altos, ese era el puerto de El Sirada. Ver como todo pasaba a volverse decadente y peligroso la asustaba, internarse en aquellas calles era aún peor. Ni siquiera habían llevado guardaespaldas, estaban solo ellos dos. Y las cajas.

Papá también tenía una, y ella seguía sin reaccionar mientras lo escuchaba hablar. Su padre decía algo sobre la importante de usar la daga maldita en su primera cacería, que luego podría usar otro tipo de armas, pero que la daga era importante y tenía que alimentarla de vez en cuando.

Alimentarla.

Raimundo Bautista hablaba con desprecio de la "criatura" que iba a matar, y a ella todo eso de los vampiros le parecía una locura. Quizá preferían llamarles así para justificarse, pero tal como su mente racional concluyó, lo que hacía su familia era matar gente en una especie de secta. Y mataban indigentes. De eso no le cabía duda.

No escuchó todo lo que su padre decía, su mente estaba disociando. Y solo regresó a la realidad cuando el auto se detuvo en una calle oscura, y Raimundo abrió la puerta.

—Vamos, hija. Es el momento. Estaré a tu lado, te ayudaré a escoger.

—No voy a matar a nadie. No puedes obligarme.

—Ya te lo dije, Dani. Es lo que tienes que hacer...

—¿O me matarán por no participar en su secta de asesinos? ¿Lo harán para que no los delate con la policía?

—La policía no importa, ellos no te creerían. Y tampoco podrían defenderte. Sé que escuchaste lo que te dije. Nuestra sangre, nuestra herencia, está maldita. Si no matas, debes prepararte para las consecuencias. Hija mía, no voy a dejarte morir. No lo permitiré, ¿de acuerdo?

—¡Es que no puedo creer esa estupidez, papá! ¿Vampiros? ¿Cazadores? Están delirando.

—Cuando veas, entenderás, y creerás mis palabras. Sabes que te amo, jamás quise que pasaras por esto, daría lo que sea por romper el ciclo y protegerte, pero estar a tu lado es todo lo que puedo hacer. Confía en mí.

Papá le tendió la mano, ella dudó. Jamás la lastimaría, tampoco era un asesino maniático. Y no la sacaría de su mansión en la Planicie para ir con una estúpida daga el puerto por nada. Bien, le daría un voto de confianza. Estaba determinada a no matar a nadie, y así sería.

Sin decir nada, tomó la mano de papá. Cogió la estúpida caja, y salió del auto para caminar a su lado. El chófer los esperaría en esa zona poco iluminada, y Dani pensó que tal vez cuando regresaran ya le habrían robado hasta las llantas. Como fuera, tenía que estar atenta. Ese lugar tan sucio parecía sacado de su peor pesadilla. Las chicas como ella no pisaban lugar como esos ni en mil años.

Con sigilo, su padre la condujo por una de las sucias calles. Dani se llevó la mano a la nariz, no solo era la basura, sino el olor de la fábrica de harina de pescado. A lo lejos escuchó cierto barullo, algo de música. Cuando papá se detuvo, ella también. Estaban ocultos en las sombras, solo mirando.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now