Capítulo XXXIV

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Dion

Cuando nos separamos, me percaté de que Simon tenía los ojos abiertos de par en par, el rostro aún más sonrojado que cuando estaba durmiendo y el cabello un tanto despeinado. Me llevé los dedos índice y corazón a mis labios y comencé a acariciarlos mientras observaba un punto de la pared. Parecía estar en trance.

   —Este beso… —comenzó a hablar Simon, tan sorprendido como yo—. ¿Por qué lo has hecho? Pensé que después de aquel primer beso lo último que querías era tener algún tipo de contacto físico conmigo.

   Lo observé con confusión, mi frente arrugada. El único intento de beso que recordaba era el que casi me dio cuando me pidió patatas fritas en la cafetería del instituto.

   —¿De qué estás hablando? ¿Qué beso?
   —El beso, Dion. Atiende a la conversación por una vez en tu vida —respondió él, poniendo los ojos en blanco—. Hablo de aquella vez, en el autobús. ¿Recuerdas? Y pensar que al día siguiente me choqué contigo en el instituto… ¡Tres veces! ¿Qué probabilidad hay de chocarte tres veces en un mismo día con el chico al que robaste un beso y al que no deseabas volver a ver en tu vida por avergonzarte de ti mismo? Me asusté cuando te vi la primera vez. Estaba tirado en el suelo y Waldo me había golpeado con la puerta. Tu ceño estaba fruncido y realmente me asusté, porque sabía que estarías enojado conmigo por lo del autobús.

   No entendía nada de lo que me estaba contando, principalmente porque jamás en mi vida alguien me había besado en un autobús. Y menos sin mi consentimiento.
   No obstante, tenía una ligera idea de lo que podía estar sucediendo.

   —Y creí que jamás me hablarías; creí que me odiarías para siempre —comentó Simon, su voz algo apagada—. Por eso comencé a seguirte a todas partes: necesitaba que me perdonaras. Bueno, y tal vez también tenía una obsesión con tus ojos y tu sonrisa. ¡Pero ya está! Bueno, y también me atraía mucho tu aura, tan sombría y misteriosa, pero a la vez tan dulce y juguetona. Nadie comprendía nunca los motivos por los que yo me empeñaba en acercarme a ti, porque me tratabas con desdén y me pedías una y otra vez que me alejara.
   —Simon… —traté de hablar por encima de su experiencia autobiográfica.
   —Lo que quiero decir es que nunca imaginé que volveríamos a besarnos. ¡Y encima siendo tú quien lo ha iniciado! —siguió parloteando, algo emocionado.
   —Simon —lo agarré por los hombros para que me prestara atención y lo miré directo a los ojos—, tú y yo nunca antes nos hemos besado.
   —Dion —me dijo él—, sí lo hicimos. ¿Cómo es posible que no lo recuerdes? Me has estado tratando como una mierda debido a ello.
   —Simon, te juro que jamás me había besado con alguien en un autobús. Y mucho menos contigo sin haberte conocido todavía…

   Él enarcó una ceja y, con una sonrisa burlona, se atrevió a insinuar:

   —Ahora es cuando me dices que tienes un hermano gemelo, ¿no?

   Él solo estaba bromeando, pero mi expresión seria hizo que la sonrisa se borrara de su boca.

   —Dime que no es cierto.
   —Te estaría mintiendo si lo hiciera —le respondí, suspirando y soltando el agarre que tenía sobre él—. Mira, no tenía ni idea de que-
   —¿Tienes un jodido hermano gemelo, Dion? —inquirió, poniéndose en pie para comenzar a dar vueltas por toda la cocina, pasando los dedos por su cabello y maldiciendo sin ton ni son—. ¿Por qué no me habías dicho nada?

   Fruncí el ceño.

   —Principalmente, porque no he tenido la oportunidad de hacerlo. No tengo por qué contarte mi vida. Además, ¡me acabo de enterar de que tú fuiste el que lo acosó sexualmente en ese bus!

Simon diceWhere stories live. Discover now