Capítulo IV

696 98 33
                                    

Los días posteriores los pasé tratando de evitar cualquier encontronazo no deseado con Dion y afianzando más mi relación con Kéven y Neri. Había descubierto que ambos se habían conocido en preescolar y que, desde entonces, no había nadie que hubiera sido capaz de separarlos. He de admitir que, en un principio, había pensado que ambos eran pareja, pero todo cambió cuando la morena me dijo, entre risas, que ella era lesbiana y que a los hombres los veía solo como amigos y gente a la que vacilar. "Cero atracción sexual", me había confirmado bajo la atenta mirada de Kéven, quien había fingido un puchero. Bien es cierto que cuando una chica o un chico perseguía demasiado a Neri y ella se sentía incómoda, pedía a su amigo que se hiciera pasar por su pareja.
También descubrí que a Kéven le gustaba tanto dibujar que, en ocasiones, se arrepentía de no haber hecho un bachiller artístico. Y Neri era muy buena bailarina. O eso me había demostrado el día en que improvisó algunos pasos de baile en la clase de educación física. Prodigios artísticos, mirases donde mirases.
Por su parte, ambos chicos me habían preguntado por mi vida personal, y yo no tardé demasiado en contarles mis aficiones y mis planes de futuro. Ansiaba estudiar traducción en una universidad, la que fuera, e irme a vivir al extranjero. A Corea, más exactamente, el país natal de mi madre y donde vivían mis abuelos por aquel entonces. Aunque tenía un plan b por si aquello no funcionaba, que consistía en hacer una carrera relacionada con el turismo.
En cualquier caso, los tres parecíamos encajar bien como amigos y, pese a que también conocí a otros alumnos muy simpáticos y extrovertidos, supe que Kéven y Neri serían mi soporte durante los próximos dos años. O, por lo menos, durante aquel curso.

-Simon -me llamó la morena, chasqueando los dedos frente a mi rostro para hacerme salir de mi ensimismamiento-. Simon, vuelve a Tierra, por favor.

Sacudí la cabeza y volví a la realidad justo a tiempo para escuchar la sonora risa de Kéven, quien parecía divertirse sobremanera por la escena que estaba teniendo lugar frente a sus ojos mientras dibujaba.

-Lo siento -me disculpé, avergonzado-. ¿Has dicho algo?
-Solo quería saber si habías tenido noticias de... ya sabes: Dion. Me refiero a si te ha seguido también o si te ha escrito algo, ya sea para echar pestes sobre ti o para declararte su amor. Aunque eso último supongo que queda descartado -aclaró Neri.

En lo referente a Dion, estaba intentando, como ya he dicho previamente, evitar cualquier situación que acabara conmigo en el suelo o con ambos en la misma aula.
El día después de haberle seguido por accidente en instagram (y, por cierto, él no me había devuelto la solicitud de seguimiento), me lo había topado en el mismo pasillo, de frente, justo después de la tercera hora. Por suerte, había podido escaparme antes de que mi rostro "de chinito" entrara en su campo de visión.
Desde aquel día, en realidad, no había vuelto a cruzármelo por ninguna parte.

-Nada que pueda resultar de interés. No lo he visto desde hace unos días, y supongo que eso es bueno para mi bienestar y mi salud mental -dije con una sonrisa dibujada en la boca. Prefería tomarlo todo como una broma.

Kéven me observó con una ceja enarcada por un momento y, posteriormente, devolvió la vista al cuaderno que tenía abierto de par en par y que mostraba una pequeña ilustración mía. En la página contigua, había un retrato ilustrado de Neri que me pareció de lo más coqueto. Lo cierto era que aquel chico dibujaba increíblemente bien.
Neri se encogió de hombros ante mi respuesta y dio un sorbo al zumo de piña y uva que había traído de casa. Después, entrecerró los ojos, todavía con la pajita entre sus labios, y se quedó observando durante un largo rato un punto fijo. Seguí la dirección de su mirada solo para visualizar cómo un chico coqueteaba descaradamente con un grupo de chicas que no lucían para nada incómodas con su presencia.

-¿Sucede algo? -le cuestioné, tras ver al chico sonreírles de lado, con socarronería.

Kéven volvió a alzar la vista, intrigado por lo que estaba ocurriendo. Al percatarse del estado de Neri, no pudo evitar poner los ojos en blanco y regresar a su tarea. La morena, por su parte, desvió la mirada para posarla sobre mí.

Simon diceWhere stories live. Discover now