Capítulo V

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—¡Kéven! ¡Estás haciendo trampas otra vez! —exclamó Neri, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos. Gruñó por lo bajo antes de lanzar el dado—. Si te toca un cinco, mueves cinco casillas, idiota. Que no soy tonta, me estoy dando cuenta de que te pasas las reglas por donde te da la gana.

   Nos encontrábamos en el comedor, comiendo una pieza de fruta y bebiendo un zumo cada uno. Sobre la mesa había un tablero del juego de la oca que Kéven había conseguido en secretaría. Al parecer, las secretarias jugaban en sus ratos libres, cuando estaban lo suficientemente aburridas por no recibir visita alguna. Neri se mostró muy ansiosa y animada desde el principio, y no tardó en pedirnos una y otra vez que jugáramos con ella por ver quién era el mejor. Claro que no contaba con los ases que tenía Kéven escondidos bajo la manga. Era un tramposo de cuidado. Lo sabían hasta quienes nos observaban desde la distancia.

   —Hasta Simon se ha dado cuenta —continuó hablando la morena.

   Desgraciadamente, yo no había estado muy atento los últimos cinco minutos, dado que Dion había hecho acto de presencia en la estancia. Me había quedado ensimismado y era incapaz de apartar la mirada de aquel muchacho que apenas hacía contacto visual con gente que no fuera Waldo.

   —Simon —trató de llamar mi atención Neri—. Tierra llamando a Simon.

   Sacudí la cabeza y la observé como si la acabara de ver por primera vez. Ella enarcó una ceja y sonrió de lado al percatarse de lo que me había ocurrido.

   —Menos mal que estabas tratando de evadirlo —comentó con diversión.
   —Bueno, una cosa es evadirlo y otra muy diferente es deleitarse con las vistas —me respaldó Kéven antes de dar un mordisco a la manzana que tenía entre manos.

   Neri me tendió el dado y yo no pude evitar encogerme en mi asiento, avergonzado de que me hubieran pillado in fraganti.
   La morena estaba en lo cierto: había estado durante varios días tratando de huir de Dion. Sin embargo, parecía que el destino quería vernos juntos, pues siempre acababa cruzándomelo en el pasillo, la cafetería o el jardín del instituto. Bien es cierto que, estando en el mismo edificio y compartiendo el mismo pasillo en algunas clases, era prácticamente imposible no encontrármelo nunca.
   El día anterior, Ten me había dicho que me dejara de tonterías e intentara acercarme a él. Entablar una conversación y comprobar si teníamos o no cosas en común. Lo cierto era que no me había parecido una mala idea, sino todo lo contrario. ¿Qué hay mejor que hablar con alguien para conocerlo? Era mejor que pasarme toda la tarde en frente de la pantalla del móvil, preparado por si subía alguna publicación nueva. Aunque había descubierto que Dion no parecía ser muy fan de las redes sociales, puesto que la última foto la había subido a principios de año. Y estábamos casi en octubre. Además, en todas las veces que me lo había cruzado, solo lo había visto con el teléfono en la mano una de ellas.
   Lancé el dado y moví tres casillas, cayendo en una “oca”. Neri, emocionada como una niña pequeña, recitó el tan conocido “de oca en oca y tiro porque me toca”, y Kéven y yo no pudimos evitar dibujar una ligera sonrisa al escucharle decirlo. Después moví cuatro casillas y le cedí el dado a Kéven.

   —Voy a ir —comenté de pronto, provocando que ambos me miraran con el ceño fruncido—. Me voy a levantar y voy a ir a hablar con él.

   Neri abrió los ojos de par en par al comprender de qué estaba hablando y negó con la cabeza ante la idea, mientras que Kéven se mostraba sorprendido por mi iniciativa y más partidario de ésta. En realidad, él parecía encontrar divertida la situación.

   —¿Seguro? —me cuestionó, enarcando una ceja.
   —No —respondí de inmediato—. ¿Creéis que me va a matar?

   Se miraron entre sí y después volvieron a mirarme a mí.

Simon diceWhere stories live. Discover now