Capítulo II

969 101 119
                                    

La aglomeración de alumnos en el pasillo no me molestó, sin embargo, me vi obligado a agarrar con fuerza las asas de la mochila para que, en caso de que alguien me empujara por un descuido, no se me cayera al suelo. Agaché la cabeza y me coloqué los auriculares en las orejas. Casi me caí del susto cuando escuché una de las canciones que Ten me había descargado durante las vacaciones, con el pretexto de que no iba a la moda con respecto a la música. Demasiado estruendo en una sola canción como para permanecer impasible y dejarla hasta el final. Tuve que eliminarla de inmediato.
No presté atención alguna a lo que ocurría a mi alrededor, tan solo me limitaba a ordenar a mis pies moverse y escuchaba la melodía que salía de los cascos. Tan absorto iba en mi mundo, que acabé golpeándome con una puerta que acababa de abrirse, como por arte de magia. Me rasqué la cabeza al sentir el dolor del golpe y me quejé en un susurro. Los auriculares se me habían caído y, por consiguiente, pude oír a la perfección las voces de dos chicos hablando, o más bien, discutiendo.

-¡Maldita sea, Waldo! Qué demonios has hecho ahora, ¿eh? Por tu culpa alguien se acaba de golpear, idiota -dijo alguien, desde el interior de una de las aulas.

Alcé la cabeza y vi que me encontraba en un pasillo completamente desierto, a excepción del muchacho que tenía frente a mí y de quien gritaba con molestia desde el interior. En realidad, ese muchacho se trataba más bien de una simple figura borrosa. Me froté la sien y cerré los ojos con fuerza para tratar de recuperar mi vista al cien por cien. ¡Me habían dejado ciego en mi primer día de clase! Eso, sin duda, era todo un récord.

-Ah. Maldita sea, ¿no puedes mirar por dónde vas? -escuché la voz de quien había hablado previamente, solo que aquella vez más cerca.

Abrí los ojos y vi una nueva silueta. Había recobrado la vista y, sin embargo, no lo consideraba digno de ser celebrado. Los dos chicos ya tenían rostro y yo solo deseaba desmayarme y despertar de aquella pesadilla.

-¿Me escuchas, chaval? -continuó hablando. Pasó una mano por delante de mi rostro y la agitó para cerciorarse de que el golpe no había sido tan duro como para paralizarme. Después, chasqueó la lengua y miró a su amigo, el que me había hecho caer-. Debe de ser de los de primero. Seguro que es nuevo en el instituto. ¿Eres del programa internacional?
-Vaya, ¿estás bien? -me cuestionó el otro chico, con más tacto y simpatía.

Yo no era capaz de mirarle a la cara, ya que solo tenía ojos para quien se encontraba junto a él. Y es que, jodida mierda, era el chico del autobús. El mismo que viste y calza. Mismo cabello, mismos labios, mismas mejillas y mismos... no, en realidad sus ojos lucían más oscuros. Sopesé la posibilidad de que me hubiera reconocido y estuviera enfadado.
El otro chico, al margen de los engranajes que se movían a la velocidad de la luz en mi cabeza, se inclinó hacia mí y me tendió la mano mientras sonreía con inocencia y timidez.

-Lo siento mucho. No suele venir mucha gente por esta zona y he salido muy apresuradamente del aula. De todos modos, ¿por qué no estás almorzando en la cafetería?
-Santa mierda -murmuré, todavía ensimismado. Tragué saliva para después esconder mi rostro tras mis manos.
-Waldo, déjalo. Tu cara lo está haciendo llorar -se burló el chico del autobús, cuyo nombre aún no conocía. Abrí mis dedos para mirar a través de ellos lo que estaba sucediendo: el tal Waldo se estaba rascando la nuca con inocencia mientras que mi "futuro novio", "prometido" y "esposo", me miraba con una ceja enarcada-. ¿Qué demonios estás haciendo aquí, muchacho?
-¡Lo siento! -grité, separando las manos de mi cara para abrazarme a mí mismo, como escudándome de la posible represión. Mi voz sonó más elevada de lo que había pretendido en un principio-. ¡Lo siento, lo siento! ¡No esperaba encontrarme contigo aquí! ¡No esperaba cruzarme contigo nunca, para ser más exactos!

Me tapé la boca de golpe. Eso no debía haber salido de mi boca.
Lo vi echarse hacia atrás, como sorprendido. Abrió los ojos de par en par y frunció el ceño. Parecía que mi comentario le había hecho daño. A su lado, no obstante, Waldo se carcajeó mientras golpeaba a su amigo en el hombro.

Simon diceWhere stories live. Discover now