La acera del ojalá

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Hoy es lunes, pero ojalá fuera nuestro lunes.

Estoy sola caminando por la calle, acción muy típica de mí, sobretodo ahora. Acabo de salir de clase de piano, pero mi mente está vagando distante de las teclas negras y blancas del instrumento.

En menos de un minuto pasaré por nuestra esquina y no sé si eso es bueno o malo. En menos de un minuto me acordaré de ti y no sé si eso es negro o blanco.

Mi mirada busca las dos figuras que acostumbraban a estar charlando en ese rincón. Mi mente comprueba que es lunes, pero no están ahí y vuelvo a ser solo yo, jugándome malas pasadas. Mi cuerpo sabe que tú no tienes ni idea de lo que yo daría para que tú estuvieras aquí, incluso para que yo estuviera ahí contigo. Mis oídos creen oír nuestras risas al cruzar la calle pero sigo siendo solo yo, anhelando que fuera lunes otra vez.

Solía pensar que al pasar los años, aunque cada uno desenvolvería su vida de manera diferente, nos reencontraríamos un 6 de Marzo cualquiera para recordar los viejos y buenos tiempos. Simplemente para revivir aquel único día después del colegio en el que volvíamos juntos tú y yo, solos pero sin sentir la soledad. Era el preciado instante en que sentía de verdad que mi voz no era un simple eco que rebota y que se acaba perdiendo.

Hablando contigo comprendía que para algunas rocas del precipicio donde me encontraba, mis palabras eran un cántico digno de escuchar. Tú eras mi isla, remanso de paz, mi salvación para no ahogarme. Ahora tan solo mi más grande condena.

Hermano, me pregunto si cuando cruzaste la calle sin mirar a los lados fuiste consciente de que dejabas a una niña sola gritando silencios en la oscuridad. 

CUADERNO DE BITÁCORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora