No soy ni él ni ella, solo soy yo(3/5 Maratón)

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Su canción reverbera en mis oídos mientras la verdad de sus adjetivos y el sentido de sus frases me estremece por dentro.

Estoy escuchando el rap de ella, una chica joven, de mi edad que, inclinándose contra el micrófono aúlla de rabia en forma de versos enfurecidos. Su rap es fuerza que me hace mover la cabeza a la vez que el bajo del ritmo que utiliza como base. Sé que yo estaría de acuerdo con cualquier cosa que contara a través de una canción. Sé que fumar y beber no son sinónimos de ser una poetisa romántica, una rapera excelente o una escritora de diez. A pesar de ello, al ver a ella con botellas en el fondo del video y enrollar un cigarrillo a la vez que susurra esa frase inmortal con la que me identifico tanto, mi cuerpo se acerca sin control a ese estanco del cual tanto me advirtieron mis padres.

Quizás si bebo deje de hacer rimas sin musicalidad, que entonces quizás seré como ella, diosa que labra sonetos como si la naturaleza no tratara siempre de estropear las cosechas con todas sus fuerzas. A lo mejor si me emborracho un par de veces mis metáforas por fin tomen la vida que permita a mis personajes dialogar sin que haya puntos suspensivos, porque las personas de letra y papel mal hechas nunca terminan las frases como deberían. Estoy segura de que bajo los efluvios del alcohol o de la droga más barata que pueda comprar al camello de mi esquina, todas estas letras encontrarán su propio lugar solas. Sin embargo, ¿porqué no lo hago?

El cuento que me leen en clase hoy de él es una aventura nueva la cual no me la podría haber imaginado ni en mis sueños más locos pero que, creo acabar de vivir por el simple hecho de que él ha decidido decirme un "había una vez" como pocos saben hacer.

Cuando llego a casa busco su nombre y en 0'32 segundos me salen más de 15.985 entradas. Bajo el cursor del ratón y mis ojos van captando fragmentos sueltos, tales como: primer premio, ganador, maravilloso escritor, gran promesa, estilo único, con tan solo 14 años. Cierro el portátil con un golpe al ver su edad. Cómo puede ser posible que alguien tan joven me lleve tanto adelanto, a mí y a cientos de pobres mortales que tratamos de escribir algo decente es una cosa que me alucina. Quizás debería haber empezado a escribir más pronto, escribir más tiempo a lo largo del día. Quizás debería vestir de negro, como él hace y, no salir de mi habitación en meses poniendo por encima la novela que quiero terminar a mi hermanito pequeño.

Busco mi nombre en Google. Salen varias entradas pero ninguna me corresponde a mí, tan solo a famosos que se me parecen en un par de letras del apellido o que internet ha decidido poner para cubrir su falta de información sobre mi persona. Al final del todo aparezco en el listado de mi colegio, toda formal con mi uniforme.

Nadie me conoce ni probablemente me conocerá por lo que escribo. Si alguna vez alguien se topa con algo que, salido de mis temblorosas manos, le emociona lo suficiente como para recordar mi nombre, que lance un deseo al cielo. Por el simple hecho de librar de mi pecho lo que me lastra lanzaré piedras al papel, por la simple razón de confesar un amor a una persona a la que no puedo si saludar, poemas rosas seguirán fluyendo.

Pero yo no soy ni él ni ella, solo soy yo. Ahora se acaba de este capítulo y escribir un libro el cual no tienes claro si verá la luz es un poco pesado.

¿Alguien se ofrece para narrarme la continuación?

CUADERNO DE BITÁCORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora