¿Verdad o reto?

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-...pero yo nunca me he enamorado- termina la frase la chica que tengo sentada enfrente. Dice eso, tras responder que se ha liado con más de ocho tíos a lo largo de su vida y que suelen durar un mes como máximo. Pero eso, en verdad no importa.
Lleva unos pantalones color caqui y una camiseta suelta blanca. Pelo poco más allá de los hombros y ligeramente ondulado. Brazos fuertes y pulseras que desearía que estuvieran en mis propias muñecas. Está sentada en una silla. Es la única de nosotros que lo está, los demás nos hemos acomodado en el césped. Le admiro desde hace tiempo y ahora, por fin descubro más sobre ella.
La fiesta ya se ha separado por edades. Nuestro grupo está formado por siete adolescentes que obedecen los designios de una lata de Fanta de Limón que gira en el centro de nuestro corro.
Las verdades han estado centradas sobre todo en el campo amoroso. A pesar de separarnos algunos años, uno por uno hemos acabado confesando las aventuras de nuestros corazones. O de nuestras cabezas encaprichadas. Ha habido de todo: líos de verano, rupturas, relaciones serias, cuernos, tan solo atracción, relaciones a distancia y rechazos.
Hasta que ha llegado ella. Ha abierto las puertas de su corazón y el aire solitario que ha salido nos ha hecho temblar a todos. A pesar de ello, nadie le compadece. Nadie se lo toma en cuenta, piensan que es mentira o algo sin importancia. Yo no. Mientras las palabras terminan de escaparse de su boca, la contemplo sin pestañear.
La miro pensando en la cantidad de noches a oscuras y con porqués en la lengua que le habrá llevado a esa determinación. La de tardes de incomprensión ante amigas desconsoladas por un idiota que les ha rechazado. La de momentos ante el espejo que, mirando un hueco vacío le habrán dado las fuerzas para decirlo. Porque lo pronuncia con aplomo. Con la seguridad de quien se sabe poseedor de la verdad y con la tranquilidad, de quién la conoce de hace tiempo. Que ya la acepta.
Luego continúa hablando sobre líos que ha tenido en fiestas tan bestiales que se le iluminan los ojos. Pero no dice nada sobre si se arrepiente de no haberse enamorado nunca, o de si le gustaría que eso siguiera así en el futuro. No lo dice porque no lo ha pensado. No quiero hacerlo. Que sea lo que sea, ya se enfrentará a lo que pase.
La lata vuelve a girar y le toca reto esta vez. Antes de que podamos inventarnos una locura acorde a nuestros ideales de diversión, la oigo murmurar.
-El futuro es mi reto. Elijo prenda.

CUADERNO DE BITÁCORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora