Fiel hasta la muerte

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La amo con locura. 

Supongo que no es bueno pero los minutos sin ella se hacen horas y verla aparecer de nuevo es como si volviese de un viaje del que juró no regresar. 

Estar juntos es mi actividad favorita y siempre acabo encima suyo quizás por eso no les gusto demasiado a sus padres pero ella ya es mayorcita para decidir lo que quiere. Desde hace un tiempo ella esperaba el momento de tener su propia casa y los 18 cumplidos para que pudiéramos poder vivir los dos solos.

Además, lo nuestro fue amor a primera vista. Su tacto me enloquece y me transforma en un lobo que aúlla a la luna. Mi luna dice que tengo unos ojos preciosos y me lo repite mientras traza con su mano el contorno de mi cara y no puedo evitar comérmela entera a besos. Damos largos paseos pero yo no miro el paisaje, solo quiero que corramos lejos del resto del mundo. Quiero protegerla y a veces me pongo un poco sobreprotector y ella se enfada. No entiendo porqué si yo lo único que quiero es que sea feliz, a mi lado pero lo más feliz posible. Por eso, cuando un día habla más de lo normal con un hombre mi tono se vuelve grave y ronco como el crujido de la madera al arder. La única diferencia es que yo no solo doy calor, yo estoy dispuesto a quemar vivo. 

Volvemos a casa y ella no me hace caso, está mirando su móvil y yo pienso en como ha tocado al de antes. Ha sido una caricia casual pero no entra en mi cabeza porque lo ha hecho teniéndome a mí. ¿Acaso no me quiere ya?¿No soy suficiente?¿Me va a dejar? No pienso dejar que lo haga, siempre hemos sido ella y yo y eso no cambiará por un estúpido.

Le hago todas esas preguntas y más pero es como si hablase otro idioma diferente porque no recibo respuesta alguna. Me manda callar y acabado durmiendo solo en el salón. Me acurruco yo solo y con el ánimo del tamaño de una hormiga sollozo el calor de dormir en la misma cama.

Los días pasaban perezosos como todos los tormentos, a cámara lenta para provocar más daño y yo ya no sabía qué hacer. ¿Debía disculparme por la escena que monté en la calle la otra mañana cuando nos lo cruzamos? No fue mi intención que se me oyera tanto pero es que no paras de hablar de él, ya ni me tocas. Además, por si fuera poco, tu madre le adora cosa que yo nunca conseguí. Estoy confuso, por favor quiero volver al principio de todo, cuando todo era armonía y estábamos felices. ¡Ayúdame, mi luna! Tu gemela del cielo parece también cansada de mis lloros pero ya no sé qué hacer. Sin tí no tengo nada. Solo juntos podemos ser felices.

— Bebé, tengo una sorpresa para tí.

¡Me ha hablado! Me ha hablado y me ha dado un beso. Puedo ver sus ojos relucir como lo hacían antes y el sueño continúa mientras vamos en el coche. Quiere compensarme, me dice, por no pasar tanto tiempo conmigo últimamente. Ya me imagino lo que ha planeado: un día entero solo para nosotros seguramente en el campo a juzgar por los prados que corren intentado alcanzar nuestro coche.

—Ves delante que tengo que coger una cosa. En seguida voy.

Hemos parado y salgo corriendo del coche para hacerle un bonito ramo de flores. Le quedará precioso en el pelo y nos tumbaremos en una verde pradera, mi cabeza en su barriga y la sentiré respirar. Lo he conseguido, todo es normal, mi luna sonríe por mí al fin.

Me giro y el coche está diez metros más lejos de lo que recordaba. Miro por primera vez a mi alrededor. Hemos parado en medio de la carretera y no hay una casa en kilómetros a la redonda. El cielo se oscurece, pronto se hará de noche y no veo a mi luna por ninguna parte. Me acerco al coche pero no parece funcionar, la distancia entre los dos es cada vez mayor y es entonces cuando me doy cuenta de que ella conduce y va de vuelta a casa. Lo único malo es que yo no voy con ella. ¡Yo no voy con ella!

Empiezo a correr detrás de esos neumáticos que silban contra el alquitrán riéndose de mi poco progreso. Debe de haber un error, ladro para intentar recodarle que se ha olvidado de mí pero es tiene un efecto boomerang y el coche acelera. Me esfuerzo todo lo que puedo pero no hay nada que hacer, la cola se me enreda entre las patas traseras y me caigo de bruces. El vehículo ha desaparecido y no reconozco nada de lo que me rodea. No hay ni un solo olor conocido y lo único en lo que puedo pensar es en mi luna.

Me ha dejado aquí para dejar espacio a su nueva pareja, quizás porque le costaba yo demasiado pero mi pienso no era tan caro. ¡No, no puedo pensar así! Seguro que es uno de sus viajes al trabajo y acabará volviendo antes de que me acabe el bowl de agua. Por cierto, no tengo agua así que espero que vuelva en seguida.

Me tumbo en una raya blanca que parece cómoda para dormir ya que la noche reina pero mi astro favorito no está a la vista debido a las nubes. ¿Es eso un buen presagio? Me solía gustar la lluvia porque entonces había charcos en nuestros paseos y me dejaba sin la correa para poder jugar a saltarlos mejor.

Me duermo con una oreja levantada para atender a su llegada pero es uno de esos nuevos coches eléctricos así que no lo oigo llegar. Una luz arropa mi cuerpo y un claxon me canta una nana.

Lejos de allí, dos lunas lloran. Una más sinceramente que otra. Otra más culpable que otra.

CUADERNO DE BITÁCORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora