¿Misma persona?

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Ella se llama Marina. ¡Qué bellas seis letras! Cada vez que oigo su nombre suspiro, viniéndome a la cabeza su imagen.
Porque su aspecto es el de una musa. Una pequeña diosa de pelo calabaza. Me encantan las calabazas. La belleza de las hojas caídas del otoño con el maravilloso olor de esta verdura asada me apasiona. Casi tanto como lo hacen sus ojos. Tiene un mar en cada ojo y cada uno de ellos es más bello que su compañero. Su pupila no es más que una perfecta isla de color negro en la que me gustaría vivir para siempre. Sus pestañas, un vaporoso vestido que me seduce y me incita a bailar.
Quién iba a pensar que llegaría a amar tanto las curvas. La suave ondulación de sus cejas me mantiene en vela y me hace trazar parábolas en mi mente como un poseso. Las delicadas curvas de su cuerpo me llenan de adrenalina y siempre vuelvo para montar a la montaña rusa otra vez. Y luego muero... La curva de su boca es el paraíso. Tiene unos labios de colchón de plumas y yo llevo 40 horas sin dormir. Tiene una sonrisa hechizante que me hace olvidar lo que estaba diciendo para simplemente sonreír también. Dientes blancos de perla con los que cuestiono si la nieve más pura llega a su nivel.
Cojo la única foto que tengo de ella y la sostengo con cuidado entre mis vulgares dedos. La conseguí tras pedírsela durante semanas y arrastrarme tras sus  delicados pies. Aparece en un prado de verde hierba pero ella lo tapa y es el primer plano. Con su pelo extendido y sus pequeñas y delicadas manos parece una muñeca. Unas margaritas le adornan la parte del cabello más cercana a la cabeza. Me río al pensar que una flor está intentando hacerle competencia a alguien tan exuberante como ella. Miro en total la fotografía y me siento completo. Con ella no me hace falta nada más, sin ella moriría. Es una obra de arte y como espectador que soy la admiro. Es demasiado bella.

Ella se llama Marina. ¡No sé cómo alguien puede tener un nombre tan absurdo! Cada vez que lo oigo lo repito con sorna, mi mente se ríe con el simple hecho de acordarme de su persona.
Porque su aspecto me asquea prefiero reírme antes que llorar. Es un pequeño trasgo de pelo color zanahoria. Odio las zanahorias. En cualquiera de sus formas: asadas, crudas, acompañadas con patatas...provoca arcadas en mi lengua. Casi tanto como lo hacen sus ojos. Son manchas de cianuro que prefería ingerir antes que compartir el aire que respira. La pupila negra el vórtice de un remolino que se me traga, mandándome a una negra muerte que me deja atemorizado. Sus pestañas, patas peludas de araña que me hacen retroceder envuelto en repelús.
Quién iba a pensar que llegaría a odiar tanto las curvas. La leve inclinación de sus cejas me molesta. Quiero saber lo que piensa para poder burlarme de lo tontos que son sus pensamientos. Las curvas de su cuerpo hacen el mismo efecto que las grandes curvas en un coche a toda velocidad. Ganas de vomitar. Y luego está la curva de su boca, absurda. Me asquea el hecho de que la felicidad se arriesgue a estar cerca suyo. Desaparece la mía de mi rostro cuando la suya está a la vista. Dientes blanquísimos y yo esperando a que salga la hora de sangre de los colmillos que le correspondería como la bestia abominable que es.
Cojo la única foto que tengo de ella y la estrujo entre mis fuertes manos de manera que su rostro se crispa. La conseguí robándosela de su mochila y disfruté de como la buscaba infructuosamente con desconsuelo. Aparece en un verde prado pero ella decide taparlo y priva a todo el mundo de la belleza de la hierba. Con su pelo extendido y sus pequeñas manos parece un feo muñeco de vudú. Cómo me gustaría pincharla con mil agujas. Unas pobres margaritas reposan en la parte de su cabellera más cercana a su cabeza. Me río al pensar en los gritos de socorros de tales flores obligadas a hacer contacto con su piel.
Miro en total la fotografía y me siento hervir de rabia. Es lo peor que le podría haber pasado a este mundo y yo, como ciudadano responsable es mi deber velar por su sufrimiento. Es demasiado horrible.

Nunca te fíes de los ojos que te miran. Dependiendo de la persona o incluso del momento en el que le preguntes da una definición diferente de tí. Pero a pesar de eso, tu aspecto en realidad no ha cambiado. Atrévete a ser la primera persona. Y que la segunda se ahogue en su propio odio y envidia.

CUADERNO DE BITÁCORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora