Capítulo 4

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Bueno, aquí estoy. Maldigo a Tara y Aiden por convencerme de esto.

Han pasado diez días desde que salí del hospital y todo ese tiempo me alojé en el departamento de mi hermano. Ellos son las personas más atentas que pueden existir y hasta me hacen sentir como una inútil. Conozco sus intenciones, pero están a una charla emocional de volverme loca. Creí que viniendo aquí lograría deshacerme un poco de sus palabras de autoayuda y no sé qué es peor en este punto. Mi madre descubrió que todavía no me puse en contacto con el psicólogo y ella misma fue la encargada de concretar la cita para este viernes. No estoy segura de la razón por la cual he postergado el tratamiento, mas todo apunta a que no quiero volver a recordar (lo poco que recuerdo) una vez más. Quizás esta experiencia me ayude; Sharon me aconsejó mantener la mente ocupada y siendo la hermana de Jane la que da las clases, ¿qué más puedo perder?

Miro el edificio más de lo necesario, está justo en el medio de la avenida, por lo que está todo bastante transitado, algo que, sin duda, calma mi paranoia. Wimbledon es un barrio bastante pacífico y, por lo general, se ve a muchos deportistas recorriendo las calles.

Empujo las puertas de cristal y me adentro en el espacioso salón. Es bastante grande, la iluminación tenue le da un toque retro y moderno, lo que más llama mi atención es el color azul marino que está en las paredes y en el piso. Es bastante extraño, pero muy atrayente. Cuando me acerco al único mostrador, veo a una señora de espaldas, la cual habla por teléfono, por lo que decido esperar a que termine.

—Lo sé, cariño, te llamo luego. Adiós. —Cuelga, se voltea hacia mí y da un pequeño salto.

—Lo siento, estoy buscando a… Bridget Reed. —Leo el mensaje que Tara me envió para no olvidar el nombre de la mujer.

—Soy yo, linda. ¿En qué puedo ayudarte? —Me regala una sonrisa dulce que le correspondo.

—Soy amiga de Tara, su hermana le da clases de yoga.

Cuando las palabras salen de mi boca, la sonrisa de Bridget se borra y es reemplazada por la misma cara que puso mi familia y amigos en el hospital. La pena está reflejada en sus ojos y siento cómo la vergüenza se instala en mí, como lo ha hecho estos últimos días. Bridget sacude la cabeza e intenta recomponerse de nuevo.

—Lo siento, es que Tara me contó lo sucedido y…

—Solo le pido que no se lo cuente a nadie más. —Corto su disculpa.

—Soy una tumba. —Me regala otra sonrisa—. ¿Cómo dijiste que era tu nombre?

—Emerson Lowell, pero todos me dicen Em. ¿Usted es la instructora de la clase de defensa personal?

—Sí lo soy. Sin embargo, por ahora, me estoy tomando un descanso.

Frunzo el ceño ante la confusión, Bridget sale detrás del mostrador y lo primero que veo, es su enorme barriga.

—Oh, felicidades.

No puedo evitar sentir un pinchazo de tristeza en mi corazón, de solo pensar que quizá jamás tenga la oportunidad de verme así.

—Muchas gracias, ven conmigo. La clase comienza en diez minutos, no son muchos porque es una clase nueva, pero tenemos la esperanza de que más personas vendrán.

Bridget me explica todo. Caminamos por un largo pasillo que lleva a otro salón. Este es más grande aún, miro fascinada los pisos acolchonados y justo en el centro hay un ring de boxeo.

Un par de chicos intercambian golpes a modo de entrenamiento, quiero creer. Compadezco al que está contra las cuerdas, sin posibilidad de defenderse en lo más mínimo. El chico de cabello castaño lo abraza de una forma extraña, al parecer, le practica una de esas clásicas llaves de boxeo hasta que el otro golpea varias veces en señal de rendición.

—Zac, ven aquí. —Bridget me saca de mi estado de ensimismamiento, cuando llama al vencedor.

Es alto y su cabello húmedo cae sobre su frente. Sus ojos color café se dirigen hacia Bridget por dos segundos antes de posarse en mí.

—¿Qué pasa? —jadea y bebe un poco de agua.

—Ella es Emerson y va a tomar la clase de defensa personal.

En cuanto termina de hablar, una lluvia de agua y saliva cae sobre ambas. Este tipo acaba de escupirme.

—Lo siento. —Comienza a reír—. Creí escuchar que te llamas Emerson.

—Y así es. ¿Cuál es tu maldito problema? —replico molesta mientras intento limpiar la asquerosa humedad.

—Oh, ninguno, es solo que pensé que ese era nombre de hombre. ¿Eres transexual? —pregunta de forma casual. Mis ojos se salen de órbita, mientras que su sonrisa inusualmente perfecta se ensancha. ¿Por qué lo observo con tanto detalle? Eso no debe pasar, no es correcto.

—¡Zac! —Bridget me saca de la vergüenza y, en mi mente, lo ahorco—. Lo siento tanto, Em. Mi sobrino es un maleducado.

—No te preocupes. —Esbozo una sonrisa que es todo menos real.

—Zac es el instructor —aclara Bridget, pero ya no quiero oír más.

—Lo siento, pero creí que las clases las darías tú… —Contemplo a su sobrino—. No un hombre.

—¿Eres de esas feministas o algo así?

No tengo que verlo para saber que está sonriendo, no pienso contestar su pregunta y mucho menos tomar clases con él. No pretendía ser tan directa, pero Bridget debería entender el porqué de todo esto. No pido que se ponga en mis zapatos, pero tal vez un poco más de consideración.

—Lo siento, cariño, pero el doctor me dijo estrictamente que no haga ningún esfuerzo.

Asiento en señal de entendimiento, mas no me siento muy segura al respecto y se nota que este chico es un idiota de primera. Tal vez si Bridget supervisa las clases, me sienta más cómoda, pero ni yo sé eso.

—Sí, como sea. Vamos, bonita, no te golpearé muy fuerte.

Y cuando pronuncia esas palabras, puedo sentir los golpes en mi rostro y su cuerpo sobre el mío, pero eso no es todo, puedo ver con claridad cómo una gran cicatriz surca su brazo izquierdo. Es la primera vez que puedo recordar un detalle de mi agresor y es realmente espeluznante. Hasta ahora, solo sentía que era una pesadilla. Sin embargo, tener algo real hace que el miedo que sentía, se multiplique. Debo recordar llamar a los detectives, no creo que ese dato sirva de mucho, mas ya es algo.

—Linda, ¿estás bien?

Abro los ojos sin darme cuenta que los cerré en un principio. Ambos me ven como si estuviera loca, la diferencia es que Bridget sí entiende por qué me puse así.

—Lo estoy y tomaré las clases —balbuceo.

Miro a Zac y hay sorpresa en sus ojos, pero no solo eso, puedo distinguir la curiosidad por saber en lo que pensé.

—Claro, ven y te presento al resto. —Zac parece haber cambiado el chip a modo profesional mientras me guía.

Cuando llegamos a la parte trasera del ring donde antes entrenaban, solo veo a tres personas sentadas en el suelo acolchonado. Hay dos señoras mayores y un chico de quizá mi edad.

—¿Quieres presentarte? —Puedo ver la diversión en sus castaños orbes.

—Claro, me llamo Emerson Lowell, pero pueden decirme Em.

—¿Lowell? —cuestiona el chico pelirrojo.

Me mira como si intentara reconocerme y antes de que llegue a alguna conclusión, decido sentarme a su lado y encararlo. Esta nueva faceta me resulta algo extraña y valiente. Mi parte miedosa quiere golpearme por eso.

—¿Y tú eres? —inquiero con la esperanza que no delate mi nombre delante de todos.

No me avergüenza ser quien soy y mucho menos mi nombre, como piensa Zac. Sé que tengo un nombre especial. Sin embargo, por muy lamentable que sea, está acompañado por el millonario apellido de mi padre y no quiero llamar más la atención.

—Yo soy Garrett Marshall.

—Yo me llamo Grace y ella es mi hermana Rose Miller.

Asiento con una sonrisa hacia las dos mujeres, no parece que tengan más de cuarenta años y después de declarar que ambas son hermanas, puedo notar el parecido. Es un alivio ver a más mujeres en la clase y me trae una tranquilidad exquisita. ¿Y si ellas pasaron por lo mismo o algo parecido? No sería la única intentando seguir después de haber sufrido tal acto de violencia. Garrett me escruta con la misma curiosidad que Zac, pero él no parece ser el tipo de persona que quiera ocultarlo. Sus ojos son de un verde claro e inspiran dulzura; su piel blanca está cubierta por algunas pecas, tiene un aspecto muy adorable, a decir verdad, y no me siento incómoda con él. Parece que mi cabeza explotará en cualquier momento.

—Muy bien, ellos son el grupo, por ahora. Esta es tu primera clase y prefiero que solo observes lo que hacemos para ver si de verdad te interesa. De ser así, firmarás tu inscripción y la próxima clase comenzaré a medir tu rendimiento.

Asiento aún con algo de sorpresa por el tono profesional y comprensivo que usó. Ni siquiera se parece al tipo que me escupió hace cinco minutos. Zac les pide que comiencen con el estiramiento, para después poder calentar y yo me siento en una banqueta para observar sin estorbar.

—Sé quién eres, Lowell. Vi lo que pasó en las noticias.

Miro sorprendida a Garrett, quien se puso a estirar frente a mí para poder hablar. Este chico sí que va al grano. Me dedica una sonrisa tímida, como si quisiera disculparse luego de tirar la bomba. Sé que en las noticias solo aparece que me asaltaron, aun así, me da mucha pena que me reconozcan por eso.

—Te agradecería si no lo comentas —pido con nerviosismo.

—Por supuesto y disculpa si fui muy directo. Normalmente no soy así. —Asiento y decido comenzar de nuevo.

—¿Hace mucho que tomas esta clase? —curioseo con una pequeña sonrisa.

—Bueno, se abrió hace tan solo un mes y fui el primero en anotarse.

—Ah, ¿sí? Espero que el contenido sea mejor que el instructor, parece un patán —río.

Garrett no parece comprender el concepto de disimulo cuando lanza una carcajada, esto hace que medio gimnasio nos mire, incluyendo al patán.

—Zac es bueno, al parecer, tiene una historia oculta de por qué es un patán, pero no negarás que está buenísimo.

Mis ojos se abren de más cuando lo escucho, Garrett le dirige una mirada a Zac mientras se muerde el labio inferior y no puedo evitar sonrojarme un poco.

Zac se voltea justo en ese instante y sus luceros caen en mí, le mantengo la mirada intentando descifrar sus pensamientos, mas Garrett me obliga a apartarla cuando se pone frente a mí.

—Soy gay; mis padres no son ricos como los tuyos, eso me hace, por así decirlo de una forma directa, el punto perfecto para la agresión. Si tuviera dinero, mandaría a golpear a unos cuantos idiotas.

—Oh, entiendo. —Asimilo la información.

—Me golpearon tantas veces por mi sexualidad que ya no lo recuerdo, por eso estoy aquí, para aprender a defenderme.

Antes de poder contestar, Zac los llama para que comiencen el calentamiento. Observo cómo corren varias vueltas, para después hacer ejercicios específicos como flexiones y sentadillas. Nunca fui una persona muy deportiva, pero está comprobado que el deporte es salud y eso es todo lo que necesito para intentarlo.

—Bueno, en la clase de hoy vamos a aprender a desarmar a nuestro atacante. ¿Garrett? —llama. Este comprende a la perfección y se acerca al centro para ser voluntario de la demostración—. Esto que voy a mostrar es solo para que veas lo que puedes aprender aquí, en realidad aún no hemos comenzado con técnicas, pero, como verás, necesitamos todos los interesados posibles y por eso haré esta demostración.

Todos los presentes asintieron, aunque Zac solo me haya hablado a mí.

Contemplo cómo intercambia unas cuantas palabras con Garrett antes de dirigirse al resto del grupo una vez más.

—Muy bien. Digamos que me acerco a ti con malas intenciones para asaltarte o algo peor. Si saco un arma y te apunto directo a la cabeza, ¿cuál sería tu reacción?

—No lo sé —dice Garrett con sinceridad

—Bien, aunque no lo creas, desarmar a un criminal es bastante sencillo si sabes cómo mantener el control. —Él se aleja y toma un arma de utilería para apuntar directo a su cabeza—. Mantener la calma es prácticamente imposible y es comprensible, pero la adrenalina también es un buen factor para estas situaciones. —Zac se dirige a los demás y luego se concentra en él de nuevo—. Una técnica sencilla para desarmar a alguien es tirar del cañón de la pistola y una vez en nuestro poder, lanzarla lo más lejos posible para poder escapar. Sin embargo, si saben cómo apuntar y manejar una, no duden en cambiar papeles e intimidar. Si es necesario, mantengan así hasta que llegue la policía. A veces lanzar el arma puede estar en contra de ti, dado que te puede atacar por el miedo. ¿Entendido? Hagámoslo.

Garrett asiente con bastante seguridad y Zac vuelve a ponerse en el papel del malvado cuando pone en marcha su técnica.

—Dame todo lo que tengas o…

Y antes de que siga hablando, Garrett hace exactamente lo que le dijo. Tira del cañón del arma con rapidez y la lanza lo más lejos posible. Las hermanas aplauden con admiración y yo hago lo mismo. De verdad se ve muy interesante y lograr desarmar a alguien es algo que jamás habría imaginado posible, además que la técnica lo hace parecer sencillo.

—Muy bien —lo felicita Zac y luego me ve—. Eso sería algo que puedes aprender, bonita. —Sonríe y no puedo evitar sonreírle de vuelta mientras asiento con bastante conformidad, aunque algo pasa y lo veo en su rostro—. Creo que es suficiente por hoy, nos veremos el viernes.

Su sonrisa desapareció en una milésima de segundo, fue a buscar el arma que Garrett tiró para guardarla en su lugar y nos contempló una vez más.

En definitiva, algo sucedió, porque si la clase es solo una técnica y todo lo demás calentamiento, no creo que pueda aprender mucho.

—Lo siento, chicos, pero tengo que ir a un lugar ahora y… yo, ya saben… Los veré el viernes.

Y así, sin más, se da media vuelta y se marcha por donde entré en un principio, dejándome muy confundida, al igual que a los otros.





Bueno, espero que disfruten el nuevo capítulo. Nuevamente les ofrezco una disculpa ya que estuve sin internet, espero que lo disfruten y como siempre, gracias por tomarse el tiempo de leer.

Mela...x

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