Capítulo 28

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Porque su alma y la mía estaban destinadas a coincidir más no a amar.

Pov Narrador Omnisciente.

Una pelirroja llegaba a los bajos barrios de Miami con una mueca de asco dibujada en su rostro, maldijo a sus adentros el no haberse desecho de aquél error que tenía que estar viendo cada cierto tiempo.

Era sabido que Emilia no tenía límites, ella misma lo decía, nada estorbaría su camino, su vida tenía que ir tal y cómo ella la quería, no cómo otros o el mismo destino lo imponía, era por eso que no se tocaba el corazón para hacer actos atroces, quizás.

— Agh, maldita la hora que me deje embarazar.— Habló la pelirroja con asco.

Observó los alrededores de aquél remolque viejo y oxidado. Emilia tocó la puerta sosteniendo su bolso y guardando sus lentes de sol, espero y la puerta fue abierta, apareció una mujer con ropa andrajosa, manchada y rota. La mujer rodó los ojos al ver a Emilia.

— Hasta que por fin llegas, güera. Éste mocoso no deja de balbucear por ti.— Se quejó la mujer de mal aspecto y unas cuantas canas en su cabello, Emilia resopló.

— Miranda, no tengo tiempo para estupideces así que apartate para ver al mocoso.— Alegó la pelirroja quitando a la mujer con un golpe en su hombro.

Emilia entro al remolque, su cabeza se sacudió de forma negativa al ver el lugar, era deplorable. Había comida con gusanos en la mesa, platos sucios en el fregadero, quién sabe cuánto tiempo estando ahí, el piso totalmente lleno de polvo y ropa regada, más botellas de alcohol vacías, algunas con pipí dentro.

Emilia fijó su vista al frente, un pequeño de casi 2 años, tirado en el suelo entre un montón de ropa sucia durmiendo plácidamente, su pequeño pecho subía y bajaba con lentitud. La pelirroja se acercó al niño, se puso de cuclillas y dió una leve caricia en su mejilla, el pequeño era idéntico a su padre.

—¿Mami?— Murmuró el pequeño rascado uno de sus ojitos somnoliento.

Maximiliano Montecinos Villavicencio... O Calle. Aunque no estaba reconocido de forma legal, solo se sabía su nombre de pila, Maximiliano. Era un pequeño castaño igual que su padre, ojos oscuros idénticos a los de su madre, tez clara y con un corazón dulce. A pesar de que recibía malos tratos de Miranda, el pequeño cuidaba de la mujer a pesar de ser un pequeño de casi 2 años.

— Hola.— Respondió la pelirroja sin muchos ánimos al pequeño.— Vuelve a dormir, Max.— Susurró Emilia acariciando el cabello del pequeño, Max asintió con su cabecita y volvió a quedar dormido con las caricias de su mamá.

—¿Acaso el dinero que te doy no es suficiente para que limpies éste cuchitril?— Preguntó Emilia a Miranda con la mandíbula tensa, la mayor rodó los ojos bebiendo de una botella de vodka.

— No me ruedes los ojos, Miranda.— Dijo Emilia quitándole la botella de golpe.

— Dame la pinche botella, güera.— Se quejó la mayor con raíces mexicanas.

— No te daré nada,— Respondió Emilia de forma brusca.— No te daré más dinero para tu alcohol si no limpias este lugar y cuidas a Max cómo debe ser.— Agregó tirando el contenido de la botella por el fregadero.

— Que jodes, morra.— Se lamento Miranda viendo cómo su preciado líquido se iba por la tubería.

— Hablo en serio, Miranda.

— Don Germán no me trae suficiente varo, no es mi culpa, güera.— Contestó Miranda chupando los dientes, Emilia llenó de aire sus pulmones.

Germán Calle había ayudado a su hija Emilia en todo el proceso de su embarazo, Emilia recibió su ayuda y cuando le dió la idea de deshacerse del niño a su padre, Germán dudó pero al final terminó aceptando. Ahora Emilia y Germán tenían ese secreto, un secreto que también llegó a oídos de Mafe.

Eviterno || TerminadaWhere stories live. Discover now