Capítulo 40

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Querían salvarse la una a la otra, pero ninguna quería salvarse a si misma.

Pov Calle.

Cerré el diario que me tenía inquieta, entretenida y por un momento feliz en éste lugar. Una tristeza me invadió cuando me di cuenta que ya no tenía más hojas por leer.

Alcé mi vista y me encontré con las típicas paredes blancas, la pequeña ventana con rejas, la naturaleza afuera que se veía a través de aquellas rejas color gris de metal. Daría todo por estar afuera unos momentos. Me levanté de la cama mientras cerraba el diario de cuero.

— D y M.— Susurré con intriga, pensando en que había terminado aquella historia.

Al parecer el diario se trataba de los pensamientos más profundos de D, dándome cuenta que su familia era la fuente principal de sus problemas. Su madre era un ser malo, no la amaba cómo era solo por amar a otra mujer.

Agregando a su media hermana, la ex esposa de M, era un martirio. Y su padre, bueno su padre uno de los principales causantes de su desequilibrio, pero en las últimas páginas simplemente existía.

Me parecía curioso que D escribiera los nombres de las personas de su diario con su inicial, o refiriéndose a ellos cómo “protagonistas”.

La vida de D era un desastre, pero su desastre se calmaba cuando estaba con M y su mundo de amor y felicidad. Un mundo donde ambas habían creado sin siquiera darse cuenta. Aún y cuando D había perdido a su mejor amigo, había perdido a T y M le ayudó en ese momento difícil.

Era impresionante ver cómo M salvaba a D en los peores momentos, aún y cuando M sufriera en silencio en los momentos de separación con D.

Salí de mis pensamientos de la historia de D y M al escuchar la puerta abrirse, el médico Villalobos apareció asomando su cabeza con una sonrisa, sonreí a medias, mientras iba a la cama y me sentaba en posición de indio. El doctor Villalobos entró a la habitación y empezó a ver algo en una tableta.

— Buenos días, Emilia.

— Dígame Calle, doctor Villalobos.— Pedí con un sentimiento extraño en mi cada vez que decía el que era mi apellido.

— Y tú dime Sebastián o Sebas.— Respondió el doctor con una sonrisa amable, asentí lentamente con mi cabeza.

Sebastián Villalobos era mi médico en éste lugar, según tenía entendido era neurólogo. Su cara fue la primera que ví cuando desperté sin saber ni siquiera mi nombre. Era un hombre alto, fornido, de cabello castaño con
destellos rubios más una ligera barba. Además de atractivo era un buen amigo y médico también.

—¿Qué tal ésa mente, eh?— Preguntó Sebastián apuntando algo en la tableta que sostenían sus manos, inflé mis mejillas.

— Igual, no recuerdo nada.— Solté con tristeza, bajando la vista a mis pies cruzados.

— Todo es de paciencia, Calle.— Respondió Sebastián dándome ánimos.— Recuerda que el golpe en tu cerebro no se ha desinflamado cómo tal.— Explicó otra vez, cómo todos los días que venía a verme.

— Lo sé, pero es... Frustrante.— Mencioné parandome de la cama.— No recuerdo nada de mi, estoy en éste lugar y, las personas que dicen que me llamo Emilia Calle no me dan explicaciones.— Agregué en un suspiro frustrado.

— Esas personas son tu familia.— Respondió Sebastián.— Todo es poco a poco. Por el golpe en tu cabeza pudiste haber muerto, Calle.— Añadió Sebastián a mis espaldas, asentí lentamente con mi cabeza, viendo hacia la ventana.

Eviterno || TerminadaWhere stories live. Discover now