🌑 Capítulo 3 🌑

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Abigail me explicó que desde su llegada ella tampoco había podido contactar a su familia,  como solo llevaba seis meses tampoco podía postular a salir los fines de semana

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Abigail me explicó que desde su llegada ella tampoco había podido contactar a su familia, como solo llevaba seis meses tampoco podía postular a salir los fines de semana. Recordé que Hannah llevaba ya un año aquí, así que pensé en preguntarle a ella qué sabía al respecto. Para eso, tuve que esperar hasta el día siguiente, ya que Eva la había echado de nuestro cuarto, lo que significó toda una noche en vela.

Agradecí que Aby me prestara algo de ropa, pues luego de examinar mis nuevas pertenencias descubrí que lo único que recibí en vestuario era mi uniforme, ropa interior —que no dejaba de ser importante—, un buzo deportivo y un pijama con la insignia de la escuela, una luna atravesada por tres líneas, que tenían la pinta de ser garras.

No obstante, era sábado, no había necesidad de usar uniforme y no tenía nada mejor que ponerme.

—Cuando realices tu primer trabajo te darán algo de dinero —explicó Abigail—. Entonces podrás comprar ropa, como no podemos salir nos entregan catálogos. Hasta entonces puedo prestarte lo que necesites.

Hice una mueca. No me agradaba la idea de servir a un consentido del sector Este de la academia, aunque tampoco quería abusar de la amabilidad de Aby. La pena se me pasó tan pronto vi su enorme armario, podía intuir que había realizado varios trabajos bien pagados. Quizás le haría un par de preguntas al respecto.

Era una suerte que nuestras contexturas no fueran muy diferentes, apenas tuve que doblar un poco las mangas. Me explicó que su cuerpo había cambiado desde su primera transformación, volviéndose más grande, ya que su atacante había sido un hombre oso, la idea de imaginarme un animal de ese tamaño contra una mujer delgada como ella me dio escalofríos.

Por supuesto, a primera hora también me topé con una de las principales incomodidades del internado. Los baños quedaban al final de cada pasillo, de modo que estaba obligada a compartirlo con todas las chicas que dormían en el mismo pasillo, lo que implicaba una considerable fila para poder usar las duchas.

Llegué tarde a desayunar, y si no hubiera sido porque Aby me esperó, de seguro no habría podido dar con el comedor que tan solo el día de ayer Eva me había presentado.

Imité cada movimiento de Aby, enseñando mi credencial estudiantil a la hora de retirar la bandeja con comida y la seguí en busca de un lugar donde comer.

Las mesas estaban sujetas por soportes de metal y atravesadas por largas tablas, no había un mantel cubriéndolas, en su lugar estaban decoradas con viejos candelabros, flores sintéticas, y a estas horas se encontraban repletas de estudiantes.

Encontramos a Hannah sentada junto a un chico que se presentó bajo el nombre de Daniel, quien también me dio una cordial bienvenida. Al cabo de unos minutos llegó un segundo muchacho, quien parecía aún tener las sábanas pegadas al rostro, se presentó como Eddie.

—¿Y los estudiantes del ala este? —pregunté al darme cuenta que aún habían mesas vacías y no había sentido esa extraña sensación que Hannah me había descrito el día anterior.

—Veo que consideraste lo que te dije anoche —dijo con picardia.

—Esas mesas de allá son el trono de los ángeles —explicó Eddie con ensoñación—. Ya quiero ver cuando llegue Soulen.

Miré en la dirección que apuntaba su mirada, era un conjunto de mesas distintas al resto, talladas en madera, mucho más firmes, lujosas y alejadas de los demás. Un buen lugar para los alumnos especiales, supongo.

No pasó mucho tiempo antes de verlos llegar, los estudiantes estrella de la academia pasaron por encima del resto a través de una plataforma que rodeaba el salón, hasta llegar al lugar donde iban a comer.

Pude ver que la multitud no era indiferente a su llegada, el bullicio inicial disminuyó aunque escuché uno que otro suspiro. Vi a Hannah y Eddie con expresiones embobadas, mientras que Aby se resistía si quiera a echar un inocente vistazo, a pesar que el tono carmín de sus mejillas cada vez era mayor. Daniel por otro lado, solo sonreía como si se tratase de una película de cine.

Debo admitirlo, los chicos eran guapos, no todos eran de mi tipo, pero en general tenían rostros agradables a la vista, por decirlo de una manera elegante.

Entonces sentí esa sensación extraña que esperaba. Nació desde mi estómago, el cual comenzó a retorcerse como si estuviese repleto de moscas intoxicadas. Moscas, no mariposas. Supe inmediatamente reconocer a los causantes de aquel sentimiento.

Fue el último grupo en entrar, venía precedido por dos chicos que acrecentaron el malestar. En realidad no era un malestar en estricto rigor, sí era incómodo, aunque no insoportable. Muy extraño. Mis ojos no podían despegarse de ellos, mis pupilas se resistían a desviar su atención, el grupo despertaba una sensación de admiración que en el fondo sabía que era falsa, un sentimiento irreal, aplastante, qué adormecía mis sentidos como si su presencia fuese un poderoso veneno o un calmante, lo que acababa haciendo que todo lo desagradable del sentimiento, se volviese agradable, apacible y hermoso. Como una droga para olvidar las penas.

En algún momento deseé estar más cerca, me imaginé a mi misma subiendo a la plataforma para presentarme ante ellos y capturar su atención. Era ridículo, y afortunadamente una parte de mi conciencia lo sabía, la otra parte no tenía idea de en qué estaba pensando.

—Mira, Kenzie. Son los Limerick —habló Hannah, pasando su brazo por mi hombro y levantando el otro a modo de saludo, en dirección a quienes venían entrando—. Saluda, tal vez fue uno de ellos quien te convirtió, en una de esas te recuerda.

Me sorprendí a mí misma levantando débilmente mi brazo para saludar, alcancé a detenerme antes de hacer algo que de seguro me arrepentiría.

Al menos, ya había hecho contacto con mis probables agresores, solo quedaba determinar quién fue.

Al menos,  ya había hecho contacto con mis probables agresores, solo quedaba determinar quién fue

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SelenofobiaWhere stories live. Discover now