🌑Capítulo 44🌑

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Angus me miraba como si le hubiese preguntado cuál era el sentido de la vida, y yo no podía evitar deleitarme con su expresión, aunque por fuera intentara mostrarme seria y decidida.

—Mi madre no es la misma que la de Cedric y Soulen —explicó.

Me miró de reojo, buscando la sorpresa en mi rostro, pero no la encontró.  Ya había escuchado parte de la historia, Finn me había dado un adelanto. 

—Soy su medio hermano —afirmó. 

Era divertido verlo esperar una reacción de mi parte, que jamás llegaría.

—Por eso Finn te llama Reid —contesté—, es el apellido de tu madre.

Angus asintió, con una pequeña sonrisa asomándose en su rostro.

—Debí suponer que ese entrometido querría la exclusiva —suspiró—. Su nombre era Elizabeth Reid, dicen que era peliroja, y por ese motivo mi pelaje es rojo cuando me transformo.

Recordé el día en que un lobo color terracota se interpuso entre Cedric y yo, librándome de la tortura que estaba viviendo.  En aquel entonces no me había llamado mayormente la atención, luego de ver tanta sangre caer de mis heridas, el carmesí se había apoderado del ambiente. 

Ahora, me sentía feliz de escuchar aquella curiosidad.

Sin embargo mi sonrisa se desvaneció rápidamente al ver la tristeza que guardaban sus ojos.   Así como yo extrañaba a mi madre, él también debía anhelar a la suya.  Finn había dicho que falleció cuando Angus era muy pequeño.  Podía imaginar lo vacío que se sintió, en innumerables ocasiones debió necesitar ese amor maternal que nunca llegó.

—Era una alquimista —explicó.

En aquel entonces, todo lo que había escuchado de alquimistas se resumía en Harry Potter y Full Metal Alchemist, lo cual difícilmente se consideraría una buena base para comenzar a debatir.

—Muchos alquimistas hablan de encontrar la piedra filosofal, sin embargo, cuando mi madre quedó embarazada ella se enfocó en otra piedra, o más bien gemas. Las lágrimas.

—Y lo consiguió —concluí.

Mi voz fue apenas un susurro, pero suficiente para que Angus me escuchara y asintiera lentamente.

—Ella sabía de antemano que mi vida sería tormentosa, conocía el funcionamiento de los clanes, recibió constantes amenazas, su vida peligraba y temía dejarme desvalido en un mundo que me rechazaba —Aunque sus ojos revelaran una gran triteza, hablaba como si me estuviera contando la historia de alguien más—.  Comenzó a investigar, hasta que de alguna manera logró dar con una Lágrima, aquella que es capaz de generar poder.  Eran sus últimos meses de embarazo  y la utilizó para nutrirme. Estaba débil, pero de alguna manera el efecto de la gema la ayudó a recuperarse.

»Lamentablemente la noticia se expandió muy rápido y comenzaron a perseguirla, ya no eran amenazas, sino ataques directos, que apenas lograba soportar o evadir.

»Entonces conoció a un hombre que le abrió las puertas de su casa, la escondió y con ayuda de su esposa, logró dar a luz en paz.

»Sin embargo, este hombre también estaba interesado en el poder de las Lágrimas, no quería arrebatarle a mi madre la que le pertenecía, pero sí quería averiguar más al respecto.  Ella estaba agradecida, por lo que compartió información con él, aunque también sentía desconfianza y temor, por lo que al poco tiempo abandonó la casa.

»Cuando cumplí siete años, mi padre nos encontró y no volví a saber de ella. Pero siempre recordé la historia de mi nacimiento, pues me la contó muchas veces.

SelenofobiaWhere stories live. Discover now