🌑 Capítulo 23 🌑

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—¿Cómo es qué hay comida china en un lugar como este? —pregunté.

—A veces en la Terraza hacen especiales culinarios de distintos países —explicó Finn—. Pero esta vez, la encargué con tiempo, en cuanto Reid me comentó que pensaba interrogarte.

—Maldito acosador —resopló Angus, sin despegar la vista de su comida, mientras utilizaba los palillos con maestría.

—¿Algún día sabré por qué le dices Reid? ¿Qué clase de apodo es ese? —cuestioné.

Ambos primos intercambiaron miradas incómodas. Saber que acababa de hacer una pregunta indeseable provocó que mi curiosidad aumentara.

—No digas nada —advirtió Angus, amenazando a Finn con sus palillos chinos.

—Jamás lo haría —respondió Finn, sin embargo, en cuanto los palillos dejaron de apuntar en su dirección, se apresuró en hablar—. ¿Sabías que Angus es adoptado? No te lo enseñan en clase de Genealogía, porque es demasiado vergonzoso.

Mi mandíbula cayó hasta el suelo al escuchar aquella confesión.

—¿Es broma? —murmuré, sorprendida.

—Sí, la peor que he escuchado —intervino Angus—. Y te he escuchado muchas bromas realmente malas, Finn.

El payaso del lugar no podía dejar de reír, aunque el hecho de que por poco caigo en su trampa no parecía divertirle tanto como la expresión seria e irritada de su primo.

—¡Santo cielo! Por poco me da un infarto —añadí, me sentí muy extraña diciendo aquellas palabras, pero la sorpresa me hizo hablar sin pensar.

—Mira lo que hiciste —gruñó Angus, al ver que los músculos de mi cara aún no recuperaban su forma natural.

—No te preocupes, yo también me preocupo por su seguridad. La necesito para formar una familia.

—¿¡Qué!? —grité sin poder contenerme.

Esta vez, mi mandíbula acabó por desencajarse completamente y ojos salieron de sus órbitas. Creo que incluso olvidé cómo hablar.

Miré a Finn esperando una buena explicación por lo que acababa de decir, pero él solo me miraba como si hubiese hecho un comentario sobre el clima.

—SI lo dices así, incluso yo me asusto —Lo reprochó el dueño de la habitación, dándole un golpe por detrás de su cabeza, que lo hizo soltar el recipiente de comida china que sostenía en sus manos—. ¡Oh, perfecto!

El cobertor rápidamente se oscureció al absorber el jugo de la carne, que también cayó dispersa junto a los vegetales.

—Pide sábanas limpias y ya —dijo Finn.

—¡Ninguno hará nada hasta que me expliquen...!

Me callé de golpe, sin saber explicarme con claridad. Sentí como mi rostro enrojecía y mis manos temblaban. Estaba nerviosa. Quería encontrarle algún sentido lógico—racional a las palabras de Finn, pero mis pensamientos estaban demasiado alborotados como para encontrar un escape a la situación.

—Déjalo —dijo Angus—. Se cayó de los brazos de su madre cuando era un bebé.

—Así que ni siquiera te has tomado la molestia de explicarle —concluyó Finn.

El silencio fue toda la respuesta que obtuvo.

—Si hay algo que deba saber, quiero saberlo ahora —exigí.

—¿En serie? Mientras menos sepas más fácil podrás regresar a tu casa después —replicó Angus, quién estaba evidentemente molesto.

—Yo te explicaré algo —dijo el otro, con una actitud positiva que contrastaba—. Tengo un plan para poder cambiar el sistema al que estamos sometidos y para eso, debemos comenzar desde arriba, es decir, he estado pensando que si formo un nuevo clan independiente de cualquier otra, podré tener derecho a voto en las reuniones de la Hermandad, lo que me permitirá influir en las decisiones que adopten.

Aunque esta nueva explicación me parecía algo más razonable, todavía quedaban demasiadas dudas rondando en mi cabeza.

—¿Y cómo esperas hacer eso? —pregunté.

—Primero, necesito encontrar un grupo de seguidores aptos para comenzar a formar la nueva familia, que a largo plazo se convertirá en un nuevo clan.

—No te lo tomes muy en serio —me pidió Angus—. La cordura no es lo suyo. Además, para que tengas poder de decisión, los Grandes Clanes tienen que aceptarte lo cual es imposible.

—Ya lo he considerado, y por eso, Kenzie es la pieza de oro que faltaba —prosiguió Finn.

—No pienso venderme y menos para reproducirme como un conejo —repuse, cruzándome de brazos.

Finn comenzó a reír, haciéndome sentir aún más confundida. Miré al dueño de la alcoba, buscando alguna explicación, pero inmediatamente busqué otra dirección al toparme con sus ojos furiosos.

Angus se apresuró en sacar a su primo de su habitación, como quien saca a un perro de una tienda.

—Ve a buscar los tornillos que te faltan —señaló.

Sin embargo, a Finn no pareció ofenderle. Incluso se despidió cordialmente, haciendo un movimiento con su brazo, antes que la puerta se cerrara de un golpe.

Me puse de pie y me planté en medio de la habitación, lo más decidida que la confusión me permitía. Ya que Angus había echado a su primo, ahora le correspondería a él clarificar todos los detalles que yo no entendía.

Ni siquiera fue necesario decirlo, ya que en cuanto éste se volteó a verme, comprendió de inmediato las preguntas que flotaban en el aire.

Angus guardó silencio, era evidente que no quería responder ni una sola de mis interrogantes, pero yo no me iba a quedar en la ignorancia. Ya había dejado pasar demasiadas oportunidades, conformándome con muy poco.

—Puedes comenzar por donde prefieras —avisé.

Pasó su mano por su frente, exasperado, y avanzó por la habitación hasta quedar a mi altura. Por poco fallo, pero evité retroceder, no quería dar ni una sola muestra de debilidad.

—Es mejor que no sepas nada —anunció Angus.

Sus ojos estaban fijos en los míos, demostrando que decía la verdad, estaba absolutamente convencido de que mantenerme ignorante era el mejor camino.

—Me lo debes —exigí.

Me tomó por los hombros y acercó su rostro al mío.

—Mientras más sepas, te será más difícil recuperar tu vida anterior —explicó.

—¿Realmente tengo oportunidad de volver a ser la que fui? —repliqué amargamente


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