🌑Capítulo 42🌑

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Aby intuía que algo andaba mal, pero evitó ostigarme con preguntas que no quería responder.  Me acompañó en silencio hasta la cancha de entrenamiento, después de clases.  Quedaban pocos días para el aniversario y la conversación giró en torno a ello.

Estábamos a pocos metros de distancia cuando vi a alguien de pie en la entrada.

Miré a Aby, suplicando que no me obligara a explicar lo que ocurría entre Angus y yo. 

—Esta noche no te irás a dormir sin decirme qué ocurre —advirtió, antes de dar media vuelta y regresar por donde vinimos.

La vi alejarse, agradeciendo en mi fuero interno su paciencia y comprensión.

Me giré para encontrarme con los azulados ojos de Angus, esperando que me acercara. No estaba de humor para hablar con él, quería alejarme, dar la vuelta y entrar por otra parte, pero a estas alturas estaba consciente que escapar no llevaba ningún sitio, por lo que me armé de valor, tomé aire y avancé con paso firme, intentando lucir lo más determinada  que mis nervios me permitían aparentar.

A medida que me acercaba, mi confianza iba desapareciendo, pero confiaba con que pudiese disimularlo lo suficiente.

—Kenzie, tenemos que hablar —dijo, cuando pasé por su lado.

—Tengo práctica —puntualicé.

—Esperaré.

Acababa de dejarme sin una buena excusa para evitar esta conversación y no sabía cómo ocultarlo.

—Creo que pasó suficiente tiempo —susurré, mirando al suelo—.  Ya no tenemos nada de qué hablar.

Intenté pasar por su lado, pero no alcancé a dar más de dos pasos cuando lo tuve nuevamente frente a mí.  Se había movido con la velocidad y sigilo que se esperaría de un lobo, bloqueándome el camino.

—Solo te pido dos minutos, luego no volveré a dirigirte la palabra si así lo quieres —pidió. 

Pude ver en sus ojos que se estaba tratando  su propio orgullo, lo que significaba un gran esfuerzo de su parte, que me sentí incapaz de menospreciar. 

Me crucé de brazos y esperé a que continuara.

—Lo siento. 

Elevé las cejas y abrí mis párpados, estaba lista para escuchar una serie de argumentos sin sentido, para intentar justificarse, pero jamás se me cruzó por la cabeza esperar una disculpa.

Shiomara apareció en la entrada y nos observó con su característica seriedad de siempre, como si no supiese manifestar otra emoción. 

No necesitó decir una sola palabra para que entendiera el mensaje.  Era hora de entrenar.

Le dirigí un último vistazo a Angus, antes de seguir a mi maestra e instalarnos en medio de la cancha.

—Hoy probaremos algo nuevo, necesito que te concentres —anunció Shiomara.

Tenía un desorden tan grande en mi cabeza que parecía un crimen pedir que me concentrara.  Para empezar, mi entrenadora era consciente que había interrumpido una conversación importante, era demasiado evidente, aunque ella se esforzara en mostrarse como si no estuviera enterada.  

Nos sentamos en el pasto y quedamos frente a frente.  La determinación en los ojos de Shiomara era tan grande que me consumía, haciéndome sentir débil e insegura.

Miraba sobre mi hombro buscando a Angus una y otra vez, había prometido esperarme y en mi fuero interno, deseaba que cumpliera con su palabra.

—Kenzie —Me llamó—. Esto es serio.

SelenofobiaWhere stories live. Discover now