🌑Capítulo 39🌑

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Discutimos un largo rato antes de llegar a un acuerdo. Era una verdad indiscutible que teníamos que cambiar la fecha en que íbamos a ingresar al bosque, a esas alturas, incluso me pareció cuestionable la primera decisión de ir junto a todos los demás, era un plan débil y arriesgado, ya que si cualquiera de los novatos cometía un error o era descubierto, el castigo también recaería sobre nosotros, por lo demás, tampoco habríamos quedado muy bien luego de descubrirse nuestra mentira. 

Tal vez Hannah nos había salvado, pero eso no la convertía en una heroína, al menos debió haber tenido la consideración de exponer su punto frente a nosotros. 

Eddie y Abby eran partidarios de internarse al bosque antes de la celebración del aniversario, Daniel y yo preferíamos hacerlo unos días después del evento.

—Estaré muy ocupado con las prácticas del equipo —argumentó Daniel.

—Todo el mundo estará ocupado, nadie prestará atención a la escapada de un pequeño grupo de estudiantes —repuso Eddie.

—Por lo mismo, luego que el director atrape a los primeros infractores, se confiará y no nos prestará atención —expuse.

—Creo que es más seguro hacerlo antes de la celebración —apuntó Aby.

El voto decisivo estaba en Varicela y odiaba la idea que un tercero tuviese la última palabra.

—¡No me miren a mí! —reclamó—. Por esto siempre he dicho que la democracia no sirve.

—Se aproxima la gran dictadura de la peste —se burló el dueño de la habitación.

—Serás el primero en morir.

—Solo dinos qué te parece mejor — intervino Dani, con su típico aire calmado.

Varicela fingió pensarlo un poco, pero sus ojos reflejaban que solo quería darle suspenso a la situación.

—Yo que ustedes esperaría al término de las festividades —habló finalmente—. Pero no tengo ningún argumento lógico para creer que eso es lo correcto, solo me parece mejor opción. Además, quién sabe, tal vez para ese entonces se arrepienten y desisten de la idea.

El pecoso recibió algunos elogios de Dani, orgulloso que su decisión fuese en favor del equipo, aunque personalmente, estaba segura que su resolución no tenía nada que ver con el torneo.  Eddie hizo lo propio, le dirigió algunas quejas, y uno que otro empujón.  No sabía si se trataba de su instinto animal o era solo que los hombros jamás cambiaban ciertos hábitos.

La victoria se sentía un poco amarga, porque había llegado de alguien ajeno, pero no iba a rechazar el triunfo.

La conversación comenzó a decaer una vez que tomamos nuestra decisión final. La noche siguiente al baile de aniversario, cuando los infractores fuesen detenidos, y los maestros estuviesen agotados, luego de una extenuante semana de eventos.

Esta vez fue Dani quien nos acompañó hasta la entrada, él también debía volver a su cuarto, pero si nos dejaba por nuestra cuenta, los pasillos se tornarían un verdadero laberinto del cual no podríamos salir hasta el amanecer.

Probablemente nos quedaban unas cuatro horas de sueño antes de tener que levantarnos.  Ninguna dijo nada más esa noche, estábamos demasiado cansada, nos acostamos en silencio y caímos rendidas a los brazos de Morfeo.

******


Terminé mi desayuno con la mirada perdida en el sector contrario del comedor, que a esas horas se encontraba vacío.  Los estudiantes favoritos de la Academia solían aparecer cuando nosotros teníamos que irnos, a primera hora de la mañana, pues su jornada de clases comenzaba al menos una hora más tarde que la nuestra, lo que les permitía unos minutos más de regalías con la almohada.

Finn solía ser de los últimos en llegar, muchas veces me iba sin si quiera ver un mechón de su cabello asomarse por el comedor.   Y hoy suplicaba al cielo que por algún extraño motivo se levantara más temprano.

Necesitaba hablar con Finn, y no podía acercarme a él a menos que me lo topara en las zonas comunes durante los descansos o que él me invitara a su área.  Tenía que hacerle al menos un gesto a la distancia que le permitiera ver la urgencia del asunto, ya que ni siquiera compartíamos la entrada del comedor con los estudiantes de élite.

Lamentablemente, él tenía la misma costumbre que todos los demás, evitaba mirar al resto de los estudiantes que comíamos un poco más abajo, apenas separados por unos cuando metros de distancia. Podía entenderlo, mis compañeros se comportaban como si una extrella de Hollywood estuviese pasando, debido al extraño efecto de atracción que la realeza producía en nosotros, los plebeyos.  Debía ser incómodo.

Entonces ocurrió el milagro, Finn Limerick apareció en el comedor, arrastrando sus pies por la plataforma, y con la mirada perdida, como si aún estuviese medio dormido.

—¡Finn! —grité, emocionada.

En el mismo instante en que mi voz se elevó por sobre los nerviosos murmullos del comedor, me arrepentí. Había sido demasiado impulsiva, un montón de miradas se giraron en mi dirección, algunos curiosos, otros sorprendidos, haciéndome sentir notablemente incómoda.

—¡Oh! ¡Buenos días, Kenz! —respondió Finn con naturalidad, hablando lo suficientemente alto como para que su voz me alcanzara.

Había logrado mi objetivo de la manera menos discreta posible, y ahora que al fin tenía su atención, mi cerebro se quedó en blanco y no supe cómo continuar, no podía gritar que necesitaba hablar con él, no podía permitir que todos los estudiantes presentes se enteraran de mi secreto, era parte importante de mi privacidad.

Seguramente Finn fue capaz de notar la disyuntiva en la que me encontraba, pues sonrió relajadamente en mi dirección.

—Hablamos luego —Terminó diciendo, antes de dar un bostezo y darse la vuelta.

Sonreí complacida al ver que mi estrambótico actuar había tenido un buen resultado, pero antes de poder recoger mis pertenencias para retirarme a mi primera clase, me di cuenta que mis amigos me miraban con expresiones inquisitivas.

—¿Hay algo que debamos saber? —preguntó Hannah.

Le devolví una ruda mirada, de todas las personas, ella era quien menos tenía derecho a interrogarme, luego de habernos ocultado que iría con el director a decirle la verdad.

—Solo necesito hablar un asunto con Finn, después de todo, somos del mismo clan —contesté a secas.

—Nosotros también tenemos que hablar —acusó Aby, mirando a Hannah.

Pude ver en sus ojos que entendía a la perfección el por qué de nuestro enojo.



SelenofobiaWhere stories live. Discover now