🌑 Capítulo 3 (parte II) 🌑

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Esa noche tampoco pude dormir, me sentía atrapada, me estaba ahogando como si la habitación estuviese repleta de agua, asfixiando mis pulmones, era una desesperación retardada que seguramente debí haber sentido el primer día, no la segunda noche.

Me habían quitado todo, encerrándome en un lugar desconocido, sometida a la voluntad de seres totalmente extraños. No podía solo sentarme y aceptarlo.

Ni siquiera me daban la posibilidad de comunicarme con mi familia, al menos para decir que estaba bien, no había forma de escapar, no sabía qué había pasado con mi celular y no tenía acceso a un computador. Estaba atrapada en el siglo XVII, previo a la revolución industrial, a la existencia de tecnología y demás, encerrada en un edificio sacado de un edificio medieval, con el único placer de la luz eléctrica y el agua caliente, que eran demasiado básicos como para satisfacer mis necesidades de citadina.

Aby me acompañó e intentó tranquilizarme. Recuerdo que grité y en varias ocasiones la vi retroceder con temor. Al día siguiente me sentí terrible, no podía verla sin sentirme culpable y le repetí millones de veces lo mucho que lo sentía.

Ella solo sonreía y mantenía la misma calma que había mostrado durante mi ataque de claustrofobia nocturna.

—Solo temí que cambiaras y no poder contenerte —dijo al cabo de un rato.

—¿Te refieres a que me hubiera convertido en loba? —inquirí.

Ella asintió con la cabeza.

—Uno de los motivos por los cuales la Academia Louksna decidió incorporar a cambiaformas infectados, además de para sentirse menos culpables, es que nos cuesta controlar nuestra transformación, así que cualquier emoción fuerte puede llegar a provocarnos el cambio —explicó—. Somos un riesgo con patas.

—Y garras, querida, no lo olvides —dijo Hannah, abrazándonos por detrás animadamente. De seguro venía hace rato escuchándonos y se había abstenido para hacer su entrada en el mejor momento.

Pensé en las historias que se contaban sobre hombres que se convertían con la luna llena e instintivamente miré hacia la ventana, encontrándome con un sol radiante que nada podía decirme sobre las fases lunares.

—No te preocupes —dijo Abigail—. Si no te transformaste anoche significa que tienes un buen auto control.

Esa era la mejor noticia que recibía desde mi llegada, luego de la conmoción que había sentido y toda la presión que significaba adaptarse a esta nueva vida, no me agradaba la idea de tener que estar preocupándome de una transformación en el momento menos esperado.

Sin embargo no comprendí el alcance de lo que significaba transformarse hasta el almuerzo de aquel día.

Estaba en mi mesa al igual que los días anteriores, cuando tuve ue dejar mi comida a un lado debido a la repentina sensación que me producía la presencia de los Limerick.

Hannah me había explicado que el mayor respondía al nombre de Cedric Limerick, parecía un joven agradable, dentro de lo que cabía esperarse de un sanguinario hombre lobo. Su radiante sonrisa hacía fácil ignorar lo que era, pero yo tenía un buen recordatorio, la desagradable sensación en mi estómago y los recuerdos de garras y dientes.

Como promogénito, uno podía esperar que sucediera a su padre como el alfa del clan, pero claro, las reglas civilizadas no regían para los lobos. Pese a los favoritismos, todos los posibles candidatos debían luchar por su derecho al trono, así, a la antigua usanza salvaje, con garras y dientes. De todos modos, desde lejos, era evidente que estaba orgulloso de su honorífico, que no le daba ninguna garantía, pero sí status y reconocimiento entre sus pares.

Su hermano, por otro lado, no se mostraba tan sociable, se llamaba Angus Limerick y por lo general, un aura oscura lo rodeaba y advertía que te mantuvieras lejos. Según Hannah, era el más fuerte dentro de las promesas del clan, incluso más que su hermano, lo que causaba algunas disputas internas respecto a cuál era el más apropiado para el título de Alfa.

Un drama entre hermanos, perfecto para comenzar mi vida en una nueva escuela. No es que me matara hacer apuestas en torno a cual sería el nuevo gobernante de mi clan.

Había una tercera hermana, fuera de competencia, por supuesto, de acuerdo a las arcaicas normas del lugar. Su nombre era Soulen, y era tan bella que podía causarle depresión a cualquier chica que se atreviera a pararse a su lado. Esa mujer era capaz de hacer que una modelo de revista pareciera una fea imagen de photoshop. Y Eddie era su fan.

El resto del clan de los lobos eran primos y miembros del mismo linaje, que también eran capaces de generar la extraña sensación que me producían los hermanos, pero eran ellos quienes realmente causaban estragos en mí, literalmente. No había dudas de que mi atacante pertenecía a la rama principal de la familia.

Unos gritos desviaron mi atención de los recién llegados, alcancé a ver cómo un muchacho sentado unas mesas más atrás comenzaba a cambiar.

Todo su cuerpo comenzó a engrosarse, su espalda se arqueó hacia abajo, adoptando una postura salvaje, rápidamente su piel se cubrió de un espeso pelaje qué fue rasgando sus ropas, hasta que finalmente toda su morfología se convirtió en la de un león.

Quienes estaban más cerca se pusieron de pie e intentaron alejarse de él, pero el muchacho saltaba encima de las personas a su alrededor, rasguñando sus espaldas y provocando horribles gritos de dolor.

Poco a poco, algunas víctimas de su ataque también comenzaban a cambiar sus formas, leones, tigres, jaguares, incluso vi un cocodrilo, pero ni un solo lobo.

Estaba congelada viendo la escena, me costaba creer lo que mis ojos veían, parecía sacado de una mala película de terror, pero era real e iba a tener que enfrentarlo desde ahora en adelante.

Aby me tomó del brazo y me empujó a un lado, para evitar que alguna criatura fuera de control saltara sobre mí.

Daniel, tomó la mesa donde recién nos encontrábamos sentados y con una fuerza que jamás esperé de él, la volteó, creando una especie de escudo para protegernos.

Todo acabó tan rápido como comenzó. Unas personas entraron al comedor cargando rifles y comenzaron a disparar a los animales que inmediatamente caían dormidos al suelo, deduje que se trataba de dardos tranquilizantes.

Una vez que la situación volvió a estar bajo control, Daniel regresó la mesa a su sitio y nos sonrió como si nada hubiese pasado.

—Bienvenida al zoológico —me dijo.

Yo estaba demasiado pasmada como para responder.

—¡Estúpido Eddie! —Escuché gritar a Hannah, vi que su pantalón había sido arañado por las garras de alguna criatura salvaje, dejando unas líneas sangrientas sobre su piel—. ¿Cuándo aprenderá a contenerse?

Mi estómago se revolvió.

—Esta academia es más peligrosa de lo que pensé —comenté.

De reojo vi, como los alumnos VIP se encontraban sentados en sus mesas, comiendo, como si nada hubiese pasado.

De reojo vi,  como los alumnos VIP se encontraban sentados en sus mesas,  comiendo,  como si nada hubiese pasado

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SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora