🌑 Capítulo 19 🌑

22.8K 2.8K 86
                                    

Sus palabras me dejaron helada, no sabía cómo responder o cómo tomarme el hecho que mi vida estaba en medio de una disputa entre ambos hermanos.

—¿Qué clase de apuesta es esa? —dije luego de un rato—. Si la chica muere gano yo y si vive pierdo.

Angus sonrió, era una sonrisa incómoda.

—Puedes verlo así —respondió.

Sea como fuera que lo viese, la situación pintaba mal para mí. Si al principio odiaba este lugar, ahora tenía aún más motivos para no querer estar aquí.

—Quiero irme a casa —resolví.

—No puedes, aunque te llevara a casa, Cedric te seguiría hasta allá y eres demasiado débil para hacerle frente.

Su respuesta no me dejaba para nada conforme, pero podía reconocerle algo de razón. No importaba dónde me ocultara, si su hermano me encontraba, estaba muerta.

No quería morir y menos de esta manera. Yo era una niña como cualquiera, con sueños, con esperanzas, con ganas de vivir, jamás molesté a nadie ni esperé que mi realidad cambiara de manera extraordinaria, como en las series de televisión. Solo quería pasarlo bien, ir a la universidad, como cualquier otro ser humano en el mundo. Ahora mis anhelos se sentían cada vez más lejanos.

Jamás me había sentido como una cosa, un simple objeto para entretenerse. Pero aquí, era parte de un juego, una ficha más para apostar, y ni siquiera entendía cuál era el premio, solo estaba ahí, fija en el tablero, esperando que la ruleta girara y confiando en que se detuviera en algún eslabón favorable para mi.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué hicieron algo tan estúpido? ¿¡Por que me usan así!? ¡Déjenme en paz!

Sentí que mis ojos se humedecían, pero no quería llorar, deseaba ser fuerte.

Angus me miró, había culpa en sus ojos, pero tampoco deseaba su lastima.

—Es la única manera que se me ocurrió para salvarte —se excusó.

Quería gritar, llorar, y tener la suficiente fuerza como para moler a golpes a ambos hermanos.

Pero nuevamente sentí la calidez que Angus me producía y de a poco mis ánimos se fueron calmando, mi cabeza se aclaró y una inestable tranquilidad se hizo presente, aunque dentro de mi sabía que solo era un analgésico.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunté, con algo más de calma.

—Quién sabe —respondio con desinterés—. Tal vez solo quería fastidiar a mi hermano, o solo no quise verte morir.

Le miré con odio, pero no me sentí capaz de echarle en cara su estupidez.

—Tienes que ganar, Angus —pedí—. Debes ganar.

Apreté mis puños con impotencia, bajé la mirada y guardé silencio, intentando digerir la información.

Angus puso sus manos sobre las mías, haciendo que mi agarre disminuyera, en un pequeño gesto de compasión.

Nunca quise ser una chica dependiente, yo misma había tomado la decisión años atrás. No quería ser la doncella que necesitaba ser salvada, aprendí a vivir así, especialmente luego que mi padre falleció, cuando las facturas del mes nos cayeron encima y debimos haber aprender a vivir con un miembro menos de la familia.

Y aunque si bien, sin Angus yo pesaba menos que una pulga aquí, no podía depender de él para hacerme valer y afrontar a mis enemigos. En especial, porque aún no me quedaba claro qué tanta culpa tenía en todo este asunto.

SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora