🌑Capítulo 40 🌑

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A estas horas, la mayoría de mis compañeros se encontraba en clases de Metamorfosis, es decir, una asignatura donde los separaban de acuerdo a la especie y les enseñaban a dominar sus cambios de forma. Yo ni siquiera podía cambiar una oreja, así que podría decirse que estaba eximida de asistir, al menos hasta que lograra transformar alguna parte de mi cuerpo, en su lugar, durante las tardes tenía entrenamientos con Shiomara, cuando el resto estaba libre.

Caminé por el campus, tenía deberes pendientes, pero podían esperar. Aún quedaban unas horas antes del almuerzo, y Eva no estaba molestando, lo que era difícil de creer.

Esperaba poder resolver el asunto con Finn hoy. En cierta manera, él había accedido a hablar conmigo, pero no fijamos ni un día ni hora, solo un «más tarde».

Mi mirada cayó en los ventanales que se organizaban en hileras, cada vez más lejos del suelo. Recordé que nuestro primer encuentro había sido gracias a que me vio por la ventana. Entonces tuve una idea.

Caminé más o menos a la misma altura de la primera vez, preguntándome si el mismo truco funcionaría dos veces. Cuando estuve en posición miré en dirección a las que, según creía, debían ser las ventanas de los salones del sector este.

Avancé en dirección al bosque, lentamente, confiando en que Finn tal vez estaba distraído en el paisaje y me vería en un simulado intento de escape.

Llegué hasta el nacimiento de la zona boscosa, los primeros árboles se erguían frente a mí, me quedé ahí, mirando la pequeña y misteriosa selva que se levantaba a pocos pasos.

Me sentí consumida por el paisaje, la humedad de la tierra, los robustos troncos, las cientos de hojas repartidas en distintos árboles, la perfecta combinación de verde y café, era hermoso, te llamaba a internarte en sus entrañas, como un peligroso monstruo seduciendo a los desprevenidos. Nunca me había percatado del inusual efecto que provocaba.

-Hola Kenzie -Una voz me sacó de mi ensoñación.

Me di media vuelta de un salto y me encontré con unos orbes mieles que me miraban con simpatía.

-Vi tu señal -explicó Finn.

-¿Mi señal? -repetí.

Entonces entendí que repetir los mismos actos de mi primer intento de escape era el aviso que Finn necesitaba. Me alegraba ver que pensábamos similar.

-Tenemos que hablar -dije.

-Te diría que busquemos algo de privacidad -propuso-, pero sé que mi primo me arrancaría las garras ante el comentario. Así que espero que entiendas que no podemos charlar aquí.

Una ligera mueca apareció en mis labios, pero sí, comprendía su punto y mientras más privacidad tuviésemos sería mejor.

Lo seguí hasta los dormitorios del ala este de la Academia, los guardias no me detuvieron al ver que venía acompañada, seguramente pensaron que tenía que realizar algún trabajo mal pagado, como los cientos que solicitan los estudiantes de esta realidad.

Lo seguí a través de las escaleras, era la misma ruta que había que tomar para alcanzar la habitación de Angus, o la de Cedric, y rogué por no encontrar a ninguno en los pasillos, aunque sabía que probablemente se encontraban ocupados, en clases.

Pasamos por fuera de la habitación de Angus y no pude evitar sentirme nerviosa, como si en cualquier momento fuese a salir por la puerta.

La habitación de Finn quedaba a tres puertas de distancia, más cerca de lo que me habría gustado.

-Espero que no te incomode el desorden -Se disculpó Finn.

-En absoluto -respondí.

En realidad, su cuarto parecía el de una persona que se acostó tarde la noche anterior y salió corriendo de la cama en la mañana. La cama sin hacer y algo de ropa esparcida en el suelo. Nada fuera de lo común.

SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora