🌑 Capítulo 25🌑

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Aby quería matarme. Todo en su postura lo indicaba, desde sus furiosos ojos hasta sus brazos cruzados sobre su pecho. No podía culparla, la había abandonado sin mayores explicaciones, en su lugar, yo tampoco estaría muy feliz.

Le expliqué la situación desde el comienzo, pero su rostro no se relajó ni un poco. De haber sido Hannah habría gritado de emoción y me habría interrogado hasta sacarme el más minúsculo detalle. Sin embargo Aby no era tan comprensiva, mis explicaciones no parecieron importarle en lo más mínimo, salvo cuando llegué a la parte donde Angus me explicó el poder de mi collar.

Para cuando acabé, su fría mirada me hizo sentir como la peor amiga del mundo.

—No puedo evitar sentir que me cambiaste por un chico —dijo, con molestia en su voz.

Me disculpé por milésima vez en una misma hora.

Quería recordarle que desde un principio me vi obligada a asistir, ya que se trataba de un supuesto "trabajo personal", pero sabía que era la excusa más estúpida que podía invocar en este momento, siendo que permanecí en el lugar por mi propia voluntad.

Aby suspiró y se sentó frente a mí, ya no estaba enojada, sino más bien decepcionada, lo que me hizo sentir aún peor.

—Debe ser mejor maestro que yo —comentó, haciendo un gesto con su mano, para restarle importancia.

—¿Qué? ¡No! —Me apresuré en responder—. ¡Eres grandiosa! Te lo aseguro. Sin ti jamás habría podido responder ni la más sencilla de sus preguntas.

Una leve sonrisa se asomó en su rostro.

—Solo quiero dejar en claro que si apruebas tus evaluaciones, el mérito es mío —replicó algo más animada.

No me sentí con el derecho de restarle crédito a todas las noches que pasó en vela para enseñarme. Todo lo que sabía, se lo debía a ella.

Continuamos hablando de cosas sin importancia y al cabo de un rato, recogió sus pertenencias, disponiéndose a abandonar nuestra habitación.

—Iré a ver cómo se encuentra Eddie —explicó.

—Voy contigo —afirmé, poniéndome de pie.

—¿No tenías que reemplazar a Dani en su trabajo?

Golpeé mi frente con la palma de mi mano izquierda, sintiéndome como la peor amiga del mundo. Daniel iba a estaba a estar todo el día fuera, por lo que me había pedido que cubriera su turno en la Terraza del área más exclusiva de la Academia y yo lo había olvidado.

Rápidamente me puse de pie y miré mi aspecto en el espejo. Con el dinero de Sophia había comprado algo de ropa propia, para no andar de mendiga ni aprovecharme de la amabilidad de Abigail, sin embargo, no estaba segura si el atuendo que estaba usando era el adecuado para ir a atender a un grupo de jóvenes que creían que eran la mejor especie que pisa la tierra.

Mi compañera de cuarto se acercó por detrás, su reflejo mostraba cómo ella también me analizaba de pies a cabeza. Zapatillas baratas, pantalones rasgados en las rodillas y una camiseta verde encima.

—Te prestaré un vestido —dijo, dándose vuelta para buscar en su clóset—. Y recoge tu cabello, no querrás que se caiga en la comida.

Me entregó un vestido azul sin mangas, de corte ancho, y una goma a juego para recoger mi larga cabellera. Me deseó suerte y abandonó la habitación.

Apenas me quedaban treinta minutos, así que me vestí a toda prisa y amarré mi cabello en un moño apresurado que significó dolorosos tirones de mechas.

Me tomé el tiempo de mirarme por última vez al espejo, parecía una niña buena a punto de salir a recoger flores al jardín, pero no tenía ni el tiempo ni tampoco creía tener el derecho para reclamar.

Aby había olvidado entregarme zapatos, pero encontré unos propios que fueron perfectos para complementar la ropa que traía puesta. No quería nada alto, pues era seguro que tendría que correr mucho.

****

La dependienta no puso mala cara por mi retraso, pero tampoco estaba feliz, se limitó a mirarme con indiferencia, entregarme un delantal y darme las indicaciones que estimaba necesarias.

La tarea parecía sencilla, o al menos no muy diferente de lo que esperaría de cualquier otro trabajo como camarera.

Recogía los pedidos y los llevaba hasta la cocina. Mi memoria no era de las mejores, y mi jefa no tardó en darse cuenta, por lo que me entregó una pequeña libreta donde anotara lo que mi cabeza no era capaz de retener ni siquiera por cinco miseros minutos.

Pude darme cuenta que la mayoría de los estudiantes me trataba como un ser inferior a ellos, hablaban con desgano, como quien le habla a un sirviente e incluso hacían gestos de desdén al mirarme. Sin embargo agradecí que me consideraran indigna de ellos, pues así evitaba conversaciones innecesarias. Ellos pedían y yo servía, nada más era necesario.

Era curioso darme cuenta que hace unas horas atrás estaba cómodamente sentada junto Angus, hablando de este mundo como si fuese lo más natural. Ahora, no podía evitar odiar a cada persona presente.

Llegué a la mesa de un chico de cabello oscuro y lleno de rulos, quien en vez de fijar su vista en el menú, no dejaba de mirarme.

—¿Qué vas a querer? —pregunté, cansada de esperar, tenía a más personas que atender.

—¿Puedo pedir a la camarera? —cuestionó con una sonrisa lasciva.

Sentí deseos de golpearlo con la bandeja, pero me contuve por Dani, no quería poner en riesgo su trabajo.

—Solo lo que ves en el menú —repuse, conteniendo mi rabia.

—¡Qué lástima! —suspiró con decepción.

Dirigió su atención al menú y resolví que lo mejor era ir a tomar el pedido de otra mesa, mientras él se decidía. Sin embargo no alcancé a moverme cuando sentí un brazo pasar a través de mis hombros, en un amigable abrazo.

—No te metas con ella, Santi —comentó Finn con naturalidad—, o Angus tomará venganza.

El aludido devolvió una mirada divertida.

—Eso la vuelve mucho más interesante —contestó a Finn y luego se dirigió a mí—. Así que tú eres la famosa manzana de la discordia entre el par de lobos. La elección del sucesor va a estar muy interesante.

Me volteé en dirección al chico que me sostenía por los hombros, en busca de una explicación.

—Aún falta para que llegue ese día, el reinado de mi tío todavía no ha alcanzado su punto más álgido —respondió evasivo—. ¿Por qué no nos traes unas bebidas, Kenzie? No quiero que el resto de moleste contigo.

Finn hizo un gesto en alusión al resto de los clientes, algunos de los cuales me miraban con desprecio y otros con impaciencia.

 Finn hizo un gesto en alusión al resto de los clientes, algunos de los cuales me miraban con desprecio y otros con impaciencia

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SelenofobiaWhere stories live. Discover now