🌑 Capítulo 18 🌑

21.1K 3.2K 397
                                    

Ya sabía que las posibilidades de encontrarlo en una zona tan abarrotada de gente eran mínimas, por lo que debía alejarme para poder encontrarlo.

Caminar a través del gran conglomerado de gente me costó trabajo, sobretodo porque iba contra la corriente, y ellos no tenían reparos en andar empujando al resto, lo que repercutía de manera negativa en mi cuerpo herido.

Comencé a sentirme cansada antes de lo esperado, mis heridas dolían, y no me hallé capaz de continuar mi lucha contra la multitud.

Intenté hacerme un espacio entre la gente, apoyé mis manos en mis rodillas y busqué recuperar mi aliento, si me caía o, peor sún, si me desmayaba, el plan iba a fracasar.

—¿Qué haces fuera de la clínica? —preguntó con disgusto, alguien cerca de mí.

No podía ver su rostro, puesto que aún estaba agachada, intentando sujetarme,  pero primer impulso, por supuesto fue gritarle, quería echarle en cara todo lo que había pasado por su culpa, hacerlo sentir miserable, jurarle venganza y dejarlo sufriendo por dentro, tanto como yo lo había hecho.

Pero nada de eso pasó cuando levanté mi rostro y me encontré con sus ojos azulados, en realidad  mis ánimos comenzaron a calmarse y la usual calidez me embriagó desde dentro.

Era curioso verlo en un sitio tan repleto de personas curiosas, contrario a mi primera hipótesis, no había sido necesario alejarme demasiado.

—¿Por qué te escapaste? —Insistió.

—La clínica es un caos —respondí.

Angus me examinó de pies a cabeza, seguí el curso de su mirada y analicé mi propia postura junto con él, tenía mis puños apretados y mi espalda rígida. Solté mis manos, cruzándome de brazos, buscando una posición más decidida e intimidante, a pesar de lo mal que me sentía de pie.

—No me has ido a visitar en mi convalecencia —dije, sintiéndome estúpida al tiempo que hablaba, no estaba aquí para reprocharle sus inexistentes visitas.

—Esperaba que recuperaras algo de fuerza —contestó.

—¿Fue esa tu lamentable excusa para evitar darme las explicaciones que merezco? —pregunté con sarcasmo, no me gustó como sonó mi voz, pero al menos la conversación comenzaba a tomar el rumbo que deseaba.

Angus suspiró, comprendiendo a dónde quería llegar.

—Preferiría hablar de esto cuando te encuentres mejor.

—¡Me encuentro bien ahora! —exclamé, dando un paso hacia adelante.

En ese mismo momento, el piso comenzó a moverse y mi cuerpo se sintió lejano al resto del mundo. Sentí mi tronco dar vueltas, sabía que no iba a ser capaz de sostenerme por más tiempo, busqué un lugar donde sentarme, pero mi cuerpo no reaccionó, mi mente se alejó de la realidad y de pronto, todo se volvió negro.

....

Me tardé en comprender lo que había pasado, me sentía confundida y mi cuerpo estaba extrañamente cansado. Miré a mi alrededor, me encontraba en una cama suave, que tardé en reconocer.

—Tienes suerte que la mayoría de los estudiantes tiene su atención puesta en la clínica, o todos nos habrían visto —Escuché decir a una voz cerca de mí.

Me incorporé de un salto, pero los dolores me indicaron que había sido una mala idea.

—Ten cuidado —dijo Angus, acercándose y ayudando a acomodarme en la cama—. Tenías razón, las pulgas pueden llegar a ser realmente fastidiosas. Causas muchos problemas.

A pesar del comentario ácido, sus manos me movieron con delicadeza, hasta que me dejó semi acostada, con la cabeza apoyada en sus almohadas, de modo que me sentí realmente como una enferma.

—Puede que este dispuesta a creer que no fuiste tú quien me convirtió —informé—. Así que será mejor que te defiendas ahora.

Angus miró en dirección a la ventana, su expresión era indescifrable, pero ya estaba aprendiendo a conocerlo y sabía que él no era de los que desviara la mirada, por lo que deduje que el tema le causaba incomodidad.

—Me gustaría poder decirte que no fui yo —contestó.

Mi corazón dio un pequeño salto en mi pecho, ¿acaso estaba diciendo que él había sido el responsable?

No lo podía creer, fue como subirme al cielo solo para dejarme caer al infierno nuevamente, las sospechas de Finn me habían dado falsas esperanzas y ahora me sentía como si me hubiesen traicionado por segunda vez.

—Fuiste tú —acusé.

—No puedo decirte exactamente lo que pasó —explicó, había algo en su voz, no podía saber si era tristeza o culpa—. Pero puedo decirte otra cosa: el calor que sientes cada vez que me vez es una promesa, así como también lo es el frío que te provoca mi hermano. Eso no es lo que normalmente sienten quienes fueron infectados, por eso tus emociones tienden a ser contradictorias, pero sé que hallarás la manera de volverlas a armonizar.

Se volteó a verme y descubrí sinceridad en su expresión. Su aura misteriosa había desaparecido, pero no la agradable sensación que me provocaba su presencia.

—¿Qué prometieron? —inquirí.

—Por un lado, destruirte y por el otro, protegerte —respondió.

—¿Y tú que prometiste?

—Yo voy a destruirte —Me estremecí con su respuesta, al ver mi expresión asustada, él comenzó a reír—. Caíste. ¿En serio crees que me tomaría tantas molestias?

Era primera vez que escuchaba su risa, y habría disfrutado de ella, de no ser por la confusión que sentía.

—Yo prometí que iba a mantenerte a salvo —dijo, con el rostro serio nuevamente—. Hice un juramento en tus últimos minutos como humana, mientras los genes de lobo se expandían por tu cuerpo.

SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora