🌑Capítulo 9 Parte 2🌑

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Enseñé mi solicitud a los guardias de la entrada, era otro privilegio que tenían los alumnos de este lado, para evitar que los plebeyos nos colásemos sin invitación

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Enseñé mi solicitud a los guardias de la entrada, era otro privilegio que tenían los alumnos de este lado, para evitar que los plebeyos nos colásemos sin invitación. Luego de comprobar que venía por un encargo, me dejaron pasar.

Subí las escaleras pensando en lo que Angus me había dicho, no entendía por qué pensaba que podía tener problemas con Cedric, había estado observando a su hermano todos estos días y a juzgar por su comportamiento, llegué a la conclusión de que era una persona mucho más amable y cariñosa que él mismo, siempre se veía dispuesto a conversar, era muy sociable y parecía brillar entre todos los estudiantes del sector este.

No, definitivamente no me parecía una mala persona.  Aunque, todavía no lo podía descartar como sospechoso, por eso estaba aquí, dispuesta a pararme frente a él y comprobarlo.  Sin embargo, Angus parecía mucho más culpable, sobretodo porque encontré mi colgante en su cuarto.

Toqué la puerta y ésta no tardó en abrirse, revelando a un alto y sonriente muchacho.

—Al fin llegas —dijo—. Te estaba esperando.

En cuanto entré a la habitación, sentí la puerta cerrarse con un violento golpe, me volteé sobresaltada, pero antes de comprobar qué estaba pasando, unas fuertes manos me empujaron contra la pared.

Me di cuenta que estaba acorralada, la mitad de los brazos de Cedric se habían transformado en unas grises garras de licantropo, a las cuales evidentemente no podía hacerles frente.  Su rostro también había cambiado, esa cara amable que siempre mostraba en público se convirtió en un rostro lleno de ira,  su mirada era sanguinaria,  capaz de intimidar a cualquiera.

Un frío me recorrió por todo el cuerpo, hasta entonces había ignorado las señales que mi cuerpo me daba, interpretándolas como una reacción normal por estar cerca de un miembro del clan, sin caer en cuenta que este sentimiento era similar al que me invadió en el bosque, cuando fui perseguida por el lobo.

—¡Maldita perra! —gruñó, su voz era rabiosa, como la de un animal salvaje—. Tu fuiste quién me robó la piedra blanca.

Instintivamente mis manos tomaron la gema que colgaba de mi cuello, mis piernas temblaban y las palabras parecían haberse congelado en mi garganta. La indignación e impotencia me recorrieron, no podía creer el descaro del chico al exigirme algo que él mismo me arrebató, y lamentaba no poder hacerle frente, era demasiado débil como para imponerme frente a él, seguramente en su forma animal no le tomaría mucho tiempo destrozarme.

—Es mía, me pertenece —dije sin pensar, haciendo que su mirada se volviera aún más furiosa.

A pesar del pánico, aún era capaz de pensar racionalmente y me daba cuenta que si no hacía algo este chico iba a acabar conmigo.

No tenía la fuerza ni el coraje para enfrentarlo, necesitaba una buena idea que me permitiera salir de la habitación y huir, era mi única alternativa.

Descubrí que a mi lado había una pequeña mesa donde descansaba la imagen de un lobo hecha de porcelana,  deduje que era muy valiosa, aunque su presencia era más que conveniente.

Él estaba demasiado concentrado en mí, que no se percató que mi brazo se estiraba para poder alcanzarla.  Tenía un peso considerable, apenas la podía levantar con una mano, era perfecta para cumplir mi objetivo.

El cuerpo de Cedric comenzó a engrosarse, sabía lo que estaba por venir, iba a transformarse e iba a acabar conmigo. Antes que sus manos se convirtieran totalmente en garras, lancé la estatua de porcelana directo a su cabeza, reventándola en su rostro.

Escuché el sonido de la porcelana partiéndose y de miles de fragmentos cayendo al suelo, una de sus manos salió de su sitio, mostrándome una pequeña ruta de escape. 

Me apresuré en huir, sin embargo no salí ilesa, pues en ese mismo momento unas peligrosas garras pasaron por mi lado, arañándome la mejilla.

No sentí nada al principio, toda mi atención estaba centrada en llegar a la puerta y arrancar.

—¡Ayuda! —grité.

Los pasillos estaban desiertos, tampoco vi a nadie salir de su habitación, recordé lo que Aby me había dicho horas atrás y me pregunté si aquí era normal que los estudiantes abusaran de los demás, por eso nadie atendía aunque la vida de alguien corriera peligro.

Me eché a correr, pero no llegué muy lejos, Cedric no tardó en alcanzarme.  Me cogió del brazo y caí al suelo, gritando de dolor.

—Estúpida —rugió—. Todo se habría arreglado si solo me hubieras entregado la piedra pacíficamente.  ¿Quién te crees enfrentando a tu superior?

Comenzó a empujarme en dirección a su cuarto, yo me resistí, pero era demasiado débil.  Mis ojos se humedecieron al ver que no podía hacer nada por protegerme, quería tener la fuerza para golpearlo y huir, pero no teníamos punto de comparación, todos mis esfuerzos eran inútiles.

Entonces de la nada, sentí que Cedric me liberaba de su agarre.  Abrí los ojos y vi que aún estábamos en el pasillo, sin embargo había alguien más junto a nosotros.

Angus se había interpuesto entre su hermano y yo, desde el suelo podía ver su postura rígida frente a él, evitando que volviera a acercarse a mí.  La tensión entre ambos era abrumadora,  fue capaz de ponerme nerviosa incluso a mí.

—No la molestes —pidió Angus.

—¿O qué? Ella me robó la piedra blanca —replicó su hermano.

—¿En serio crees que esa niña sería capaz de robarte algo con lo débil que es? —ironizó.

—Tendrá que entregarla, es una simple humana infectada y me debe obediencia.

—Déjala en paz.

—¿Desde cuando proteges a una humana infectada?

—No volveré a decirlo con palabras —amenazó Angus, poniendo punto final a la discusión.

Vi que Cedric se alejaba como un perro con la cola entre las patas, no quería pelear con su hermano,  todos sabían que era el más fuerte del clan y no podría hacerle frente.

Una sonrisa malévola se asomó en mi rostro, me puse de pie y sin poder contenerme, decidí aprovechar mi pequeña ventaja.

—¡Te arrepentirás de esto! —grité.

Cedric ni quiera se molestó en voltear a verme, solo hizo un gesto de despedida con la mano, y antes de entrar a su cuarto me dirigió una amenazante mirada, informándome que la próxima vez no tendría tanta suerte.

Lo siguiente que recibí fue la cara de decepción de Angus, me estaba reprendiendo de manera tácita.

—Te das cuenta que eres apenas una pulga al lado de él —dijo.

—Las pulgas suelen ser el calvario de los perros —respondí.

Angus caminó hasta la entrada de su habitación, ignorando mi sarcástico comentario. Abrió la puerta e hizo un gesto para ofrecerme pasar.

—Desconfío totalmente de lo que me pueda pasar si entro —renegué.

El chico soltó una suave risa, quitándole importancia a mi comentario.

—Anda, yo no muerdo. A menos que me provoquen.

—¿Eso debería hacerme sentir más tranquila? —pregunté.

—No, pero tienes que limpiarte esa herida, las garras de Cedric pueden producir infecciones.

Toqué mi mejilla y sentí que mi propio tacto me dolía, reconocí algo húmedo sobre mi piel, supuse que era una secuela de mi pelea con Cedric, por lo que no me sorprendió ver mi mano cubierta de un líquido rojo, lo que no significa que no me alteraba saber que acababa de ser marcada por las garras de un lobo.

SelenofobiaWhere stories live. Discover now