CAPÍTULO I

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Cuando Alma se despertó le dio la impresión, por un momento, de que todo había sido solo un sueño, o una alucinación, y que en realidad se encontraba en su cuarto, como siempre.

Pero por desgracia en cuanto se frotó los ojos y consiguió enfocar la vista, se dio cuenta de que estaba en una cama completamente desconocida para ella. Debido a una especie de dosel que la recubría, le resultaba imposible ver el resto de la habitación, así que, con un poco de miedo y notando adormecido el cuerpo, se incorporó y alargó el brazo para retirarlo.

La habitación tenía las paredes blancas y era muy luminosa. Sin más decoración que un par de cuadros nada llamativos en las paredes, daba la impresión de que llevaba sin usarse, aunque cuidada, mucho tiempo.

Alma abrió mucho los ojos.

"Esto tiene que ser una especie de pesadilla" pensó para sí.

Pero, al dejarse caer de cualquier manera sobre la cama, en una postura antinatural, se dio cuenta de que era imposible que estuviera soñando. Le dolía todo.

En ese momento, se oyó a alguien llamar a la puerta. Poco después, sin preguntar siquiera si podía pasar, entró un chico de unos veinte años. Era rubio, muy rubio y bastante alto. De porte atlético, salió disparado hacia ella en cuanto la vio.

Alma se asustó y se pegó a la pared de golpe, lo máximo posible. El chico se detuvo, con una mano extendida hacia ella, y mostró una expresión de alivio.

—Vaya, perdona —dijo con voz grave, relajándose de golpe— Parecía que te había pasado algo. Me has asustado- sonrió levemente- Aunque supongo que aquí la asustada eres tú. Lo siento mucho.

Ella se aclaró la garganta.

—¿Dónde estoy? —exigió saber, con la voz más fuerte que pudo forzar.

El chico pareció sorprenderse un poco por su pregunta, pero recobró la compostura rápidamente.

—Creo que eso es mejor que te lo expliquemos más adelante, porque...

—¿Quién eres? —espetó, viendo que su anterior pregunta no iba a conseguir respuesta.

La expresión en la cara del chico era de preocupación, y parecía bastante sincera, pero Alma no se decidía a creerle. Se suponía que la habían secuestrado, ¿o no? Ni siquiera le había dado tiempo a pensarlo...

—Soy Evon —se presentó— Encantado de conocerte. Aunque claro, para eso tengo que saber tu nombre.

—Alma —dijo secamente.

—Encantado, Alma —repitió, y luego añadió con suavidad— ¿Te gustaría comer algo? Deberías recuperar fuerzas.

La chica dudó unos instantes, con los brazos aún pegados a la pared. Pero su estómago decidió por ella al ponerse a rugir a un volumen bastante alto.

Evon se rió levemente.

—Ven —le tendió la mano— No muerdo.

Aunque Alma tenía serias dudas sobre aquella afirmación, le tendió la mano y dejó que la ayudara a levantar. Una cantidad realmente enorme de preguntas revoloteaban en su cabeza y presionaban sus labios para salir, pero no tenía valor para plantearlas. Se limitó a seguir a Evon por el pasillo. Éste no le soltó la mano en todo el trayecto, supuso que para darle seguridad. Aunque las manos le sudaban y le daba vergüenza que él lo notara, no dijo nada. No podía dejar de pensar una y otra vez en posibles explicaciones sobre por qué estaba en aquel lugar.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now