CAPÍTULO XI

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—Supongo que te preguntarás por qué mis compañeros no quisieron quedarse contigo- preguntó Evon de pronto, sobresaltando un tanto a Alma.

La afirmación la tomó completamente por sorpresa. Estaban los dos sentados en el porche, en un banco de madera clara un poco gastado por el tiempo y la lluvia. Un metro de distancia los separaba.

—Tenía algo de curiosidad sobre el tema —dijo ella, intentando que no se notase su verdadero interés.

Evon sonrió. Aquella chica era bastante transparente. Había visto su semblante en el momento del silencio que se formó a la hora de elegir quién se quedaba con ella. Debía pensar que consideraban su presencia desagradable o algo parecido. Era preciso aclarárselo si era verdad que se iba a quedar un tiempo con ellos.

—Hay algo que deberías saber de nosotros —empezó—, no nos hemos criado como los humanos, ¿sabes?

—Bueno, lo suponía —reconoció ella—, por todo el tema de los amuletos y los elementos y eso.

—Bien resumido —se rió él—. El caso es que hay un grupo de personas que pertenecen a los llamados "escogidos". Son descendientes directos de las personas de las que te hablamos en el mito de los Arcángeles.

—Lo recuerdo-asintió.

—De vez en cuando, en el seno de los escogidos, nace un bebé que tiene un poder de un elemento en concreto, ya sea agua, tierra, energía, fuego o aire. En ese momento, la familia sabe cuál va a ser su futuro. A los cinco años, le separarán de sus padres y le llevarán a una escuela de formación de futuros protectores.

—Qué cruel —dijo Alma con voz rota—. Pobres niños.

Evon se encogió de hombros.

—Es todo cuanto conocen —dijo en voz muy baja y con la mirada perdida.

Alma sintió por un momento como si hubiera dicho algo malo, o le hubiese tocado la fibra sensible. Alargó la mano para tocar el hombro del joven pero éste se movió antes de que llegara siquiera a rozarle.

Retiró la mano, confusa.

El tiempo pareció congelarse hasta que Evon sacudió la cabeza, como volviendo a la realidad.

—El caso —prosiguió— es que a los chicos los entrenan en una Academia únicamente masculina, y a las chicas, en una únicamente femenina. Para no crear distracciones.

—¿Y qué quieres decirme con eso?

Evon enrojeció ligeramente, y no se atrevió a mirarla a los ojos mientras respondía:

—Que no estamos acostumbrados a tratar con chicas, Alma —dijo con sinceridad— Aparte de no haber crecido con ninguna, ha dado la casualidad de que somos un grupo únicamente masculino, así que ninguno de nosotros sabe cómo comportarse contigo.

La miró directamente a los ojos con una mirada tan limpia y serena que a Alma le dio un vuelco el corazón.

—No tenéis que comportaros de una manera especial conmigo —murmuró, algo desorientada. Posó su cabeza en la palma de la mano—. Incluso podéis considerarme un chico más.

Evon se rió entre dientes.

—No creo que eso sea posible.

—Puedo ser muy masculina si quiero —aseguró Alma, con fuerte determinación— Y no hay tanta diferencia entre hombres y mujeres, de todas formas.

La risa de Evon se incrementó.

—Estoy seguro de que tienes razón —aseguró— pero de veras que no hace falta. Aprenderemos a tratarte. Sólo te cuento esto para que no te sientas desplazada de ninguna manera. Y para que sepas que el único valiente que hay aquí soy yo- bromeó.

—Puedes contarles a los demás que te he mordido y te he transmitido una ETS —bromeó Alma.

—¿Una qué? —La cara del chico fue un poema.

Esta vez las risas le tocaron a Alma.

—Nada, hombre. Cosas mías.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now