CAPÍTULO XLIV

202 35 4
                                    

Alma empezaba a frustrarse. Estaba en su segundo entrenamiento, con Evon esta vez, y ni veía mejoras ni tenía perspectivas de llegar a ellas. El chico se empeñaba en recordarle que era su segundo entrenamiento, que cómo podía esperar aprender a luchar en dos días. Pero Alma siempre había sido obstinada, siempre le había dado mucha rabia que las cosas no le salieran a la primera.

Por eso nunca solía aprender nada nuevo, o al menos nada que supusiera un verdadero reto. Toda aquella aventura estaba suponiendo muchos cambios no solo en su vida diaria (que desde luego, vivir con cinco chicos en lugar de con su abuela, era algo completamente diferente a lo que estaba acostumbrada) sino modificaciones forzosas en su forma de ser.

Ella, siempre pacífica, se estaba viendo obligada a aprender a luchar.

Tras el fiasco del primer entrenamiento con Sam, los chicos habían acordado poner una serie de reglas básicas para estas sesiones:

1. Nada de dañar a Alma deliberadamente.

2. Prohibido de manera fulminante el contacto físico.

3. La chica debe decirles cuándo se están pasando.

Para Alma, la regla número dos era una excusa para no tocarla más que algo realmente necesario. Se había dado cuenta de lo nerviosos que se ponían con el mero contacto de la chica, y estaba firmemente convencida de que se trataba de algo relacionado con la educación que habían recibido. Eso de estar alejados de chicas durante toda su vida... no le parecía una estrategia demasiado buena en la vida real.

Eran como adolescentes en pleno estallido hormonal.

Evon giró lentamente sobre sí mismo para, con un cuidado exagerado, lanzar la mano contra Alma. Ella sabía lo que tenía que hacer, porque se lo había explicado él cerca de un millón de veces, pero aún así le costó lo indecible esquivar su maniobra agachándose y por poco no acaba recibiendo el puñetazo de todas maneras. Evon no pudo evitar suspirar, aunque no quisiera mostrar del todo su frustración por no desanimar a Alma.

- Creo que es mejor que paremos por hoy- consideró, encogiéndose de hombros- No te preocupes, vas mejorando.

- Y tú mientes cada vez peor- bromeó Alma, pasándose el dorso de la mano por la frente para secarse el ridículo sudor que se le había acumulado allí.

- ¿Me vas a enseñar eso hoy?- preguntó Evon, con una media sonrisa.

- Ah, ¿quieres que te lo enseñe hoy?- se sorprendió Alma.

Habían estado hablando de que a Evon le haría muchísima ilusión aprender a cocinar, y la chica sospechaba que si no lo había intentado hasta entonces, era porque no tenía a nadie que le animara a hacerlo. Y de hecho, habían bromeado sobre cómo sería gracioso aprender a hacer pizza casera, para sustituir la que siempre comían por allí. Eso había sido hacía apenas un par de horas, mientras ambos leían sentados en el gran sofá, por lo que Alma nunca se hubiera imaginado que tuviera tanta prisa porque lo pusieran en práctica.

- Claro- dijo Evon, juntando las manos- A no ser que no te apetezca...

- No, no- le cortó ella- En serio, me apetece. Déjame darme una ducha y quedamos en la cocina, ¿vale?

Evon asintió, y una sonrisa luchó por escaparse de entre sus labios. A pesar de ser uno de los chicos más cercanos, se notaba a leguas que le costaba bastante expresar sus sentimientos. Alma se alegraba de estarse acercando a él, era una compañía más que estupenda. Se despidieron con un gesto de la mano cuando llegaron a las puertas que dividían sus caminos.

- Por cierto, Alma...- sonó la voz de Evon a sus espaldas, con timidez- No te he llegado a agradecer lo que organizaste por mi cumpleaños. Nunca habían hecho nada así por mí y... no sabía lo genial que podía ser. Muchas gracias.

Alma sonrió, pero no dijo nada. Tenía la sensación de que, si hablaba, arruinaría un momento precioso. Se limitó a dirigirse a su cuarto, deseosa de meterse en la ducha. Entre el entrenamiento y el calor propio del verano, la limpieza la llamaba a gritos.

Se desnudó en su cuarto y cogió la toalla que le habían proporcionado los chicos (blanca con unos bordados azules, con apariencia muy antigua pero sin uso previo) para envolverse en ella antes de salir al pasillo y cruzarlo para llegar al baño.

Distraídamente, cerró la puerta con pestillo tras de sí y, aún de espaldas a la ducha, empezó a quitarse la toalla. Una repentina ola de vapor de agua impregnándolo todo hizo que se quedara quieta y volviera a envolverse en ella, con el ceño fruncido. Se dio media vuelta para encontrarse con un más que colorado Neo, envuelto también él en una toalla de cintura para abajo y mirándola fijamente.

Alma por un momento sintió que quería desaparecer de la faz de la tierra.

- ¿Qué haces tú aquí?- espetó, cubriéndose el pecho aún más con los brazos y con la cara más roja que había tenido jamás.

La temperatura de la habitación había subido ya tanto que todo el agua se había evaporado del ambiente, y empezaba a hacer un calor sofocante. Alma dedujo que cuando Neo se ponía nervioso, su conexión con el fuego se hacía aún más intensa.

- Yo...- balbuceó, sin parar de mirarla con expresión de shock- Yo, eh... estaba... mi cuarto de baño... Los internos lo estaban limpiando y pensé... bueno se me olvidó... Joder, ¿y qué haces tú aquí?

La última pregunta la hizo dura, con tono de reproche, y Alma no pudo menos que enfadarse:

- ¿Cómo que qué hago yo aquí?- elevó la voz- Este es el baño que yo utilizo. Si querías verme desnuda, esta no es la mejor manera.

La cara de Neo se volvió aún más roja y literalmente, empezó a salirle humo de ambas orejas.

- ¡Qué dices, loca!- vociferó, y avanzó hacia la puerta bajando la mirada a la vez que seguía farfullando- Verte desnuda... ¿por qué iba a querer yo ver desnuda a una mocosa como tú? No tengo por qué aguantar esto...

Alma se apartó de su camino con una sonrisa en los labios. Cuando vio cómo la puerta se cerraba a su paso, pensó que toda aquella vergüenza había merecido un poco la pena solo por ver a Neo tan nervioso. No obstante, se aseguró de cerrar muy bien el pestillo y se prometió a sí misma llamar a la puerta del baño siempre que quisiera entrar. 

Los guardianes del AmuletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora