CAPÍTULO XXXIII

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- ¿Mejor?- preguntó el chico al cabo de unos minutos, cuando ella dejó de tiritar.

- La verdad es que sí- dudó un instante- Gracias.

- ¿Conoces las constelaciones?- preguntó sin prestar atención a sus palabras.

- No, la verdad es que no. No me lo enseñaron en la Academia.

- Yo aprendí algunas por mi cuenta, siempre me ha fascinado el tema. Mira, esa es la Osa Mayor- señaló con el brazo que le quedaba libre- Allí está la Osa Menor, aunque se ve menos, y la Estrella Polar...

Naira había dejado de escucharle, ni siquiera miraba al cielo. Lo miraba a él, nunca lo había visto interesarse realmente por algo. Leía, eso sí, muchos libros, pero nunca parecían apasionarle demasiado. Se limitaba a acabar uno y coger el siguiente, y al verlo leer te daba más la impresión de estar contemplando a un robot programado que otra cosa. No obstante, la manera en que le enseñaba aquello... era como conocer a un Pox realmente nuevo.

Y lo peor era que este Pox le gustaba incluso más que el anterior.

- Son preciosas- murmuró Naira.

El contacto del cuerpo de Pox era tan cálido que le daba la sensación de estar cubierta por al menos tres mantas, y teniendo en cuenta el frío que realmente hacía era una sensación maravillosa. Sus ojos se empezaban a cerrar, y reprimió no con mucho éxito un bostezo. Tenía ganas de acomodarse, de hacerse un ovillo contra él para dormir, pero no se atrevió.

- Buenas noches, Naira- murmuró la voz de Pox contra su frente.

Y esas palabras fueron un interruptor que se accionó, el permiso que el cuerpo de la chica necesitaba para dejarse caer en los brazos de Morfeo. Antes de quedarse profundamente dormida se preguntó dos cosas: cómo podía vivir Pox estando a esa temperatura y cuándo se había convertido aquel día en el mejor de su vida.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now