CAPÍTULO II

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Mientras tanto, en la sala de reuniones de la que constaba aquella casa, cinco chicos conversaban acaloradamente entre ellos. No llegaba a ser una discusión pero se manifestaba de forma abierta la diferencia de opiniones de una manera que cualquier otra persona podría considerar violenta. En cambio ellos lo veían algo normal y lo consideraban su forma de expresión. Estaban más que acostumbrados los unos a los otros.

—No podemos dejar que se marche sin más... —decía Neo—... ha visto demasiado.

—¡Pero seguro que piensa que ha sido un sueño! ¡O una alucinación! —razonó Evon, perdiendo los estribos. Un viento suave se levantó en la sala, revolviendo ligeramente el cabello de los chicos. Luego suspiró, y el viento se calmó de golpe- Aún tiene la oportunidad de volver a su vida.

—Evon tiene razón —colaboró un chico de pelo negro intenso, rapado por los lados y que destacaba por el color de sus ojos: azules como lo más profundo del océano— Mientras haya posibilidades... nadie la creería de todas formas.

—¿Y si la persiguen? —se preocupó Zareb.

—¿Quienes?

—Las arpías —dijo con firmeza— Podría resultar peligroso para ella. Podrían descubrir dónde está.

Evon negó con la cabeza. Se dirigió al chico de ojos color azul mar.

—Sam, haz el favor de hacerles entender que no va a haber ningún tipo de complicación. Alma tiene derecho a vivir su vida.

Sam se adelantó un paso, para evidenciar que se disponía a tomar la palabra. En aquella casa había que tener una actitud decidida si pretendías que se tuviera en cuenta tu opinión.

—No podemos negarle eso sólo por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. No ha hecho nada malo.

—Pero nos puede causar problemas —rebatió Neo— El tener que llevarla... serán muchas molestias. Si nos siguen, no servirá de nada dejarla en su casa... tendremos que volver a traerla aquí.

—¿Y es menos molestia hacer que viva aquí? —se mofó Evon.

—Está bien, votemos —gruñó Neo— Zareb y yo pensamos que debe quedarse, por nuestro propio bien y el suyo.

—Sam y yo, que debemos devolverla a su vida.

Eso significaba un empate. Todos volvieron la mirada para dirigirla hacia Eiro, un chico de pelo castaño algo largo que llevaba toda la reunión observándolos sin mediar palabra.

—¿Eiro? —dijo Zareb.

Éste respiró hondo.

—Opino que debería marcharse. Ya tenemos demasiadas complicaciones aquí como para añadir el cuidar de una niña.

"No es una niña" pensaron los demás, pero ninguno dijo nada.

Asintieron y empezaron a determinar los términos y el modo de devolverla a su casa. Solían discutir a menudo, pero en cuanto llegaban a una resolución, su manera de cooperar para conseguir lo que se propusieran era impresionante.

—Voy a buscar a la chica. Es hora de cenar y supongo que tendrá hambre- dijo Zareb, dirigiéndose a la puerta.

—No te encariñes con ella, grandullón, mañana por la mañana se va —se burló Neo.

Zareb lo fulminó con la mirada y cerró la puerta tras de sí.

***

Oyó un fuerte carraspeo. Levantó la vista para encontrarse con los ojos verde oscuro de Zareb, quien sonreía ampliamente.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now