CAPÍTULO XLVII

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Cuando Naira y Pox entraron en el claro, e incluso planeándolo todo al milímetro, no habían llegado a anticipar esa reacción de las brujas. Se habían quedado tan quietas que cualquiera hubiera podido asegurar que se trataba de estatuas, en lugar de criaturas vivas. Los festejos habían cesado y dejado paso a un silencio sepulcral destinado a estudiar a las dos personas que entraban en su fuerte. No estaban nada acostumbradas a recibir visitas inesperadas. Por lo que habían estudiado de su cultura, no se conocían demasiado entre ellas (dado que no les gustaba demasiado el trato mutuo) y de eso pretendían aprovecharse, pero en ese momento se sintieron ambos como unos malos actores en una obra de teatro de bajo presupuesto.

Tuvieron que avanzar hasta prácticamente quedarse ante ellas para conseguir una reacción por su parte.

— ¡Compañeras! — exclamó Naira, poniendo la expresión más orgullosa que fue capaz de formar— Os traigo a un miembro del grupo cuatro, que merodeaba por vuestras tierras para recuperar el Amuleto perdido.

Pox hizo todos sus esfuerzos por respirar con dificultad, como si estuviera extremadamente nervioso, y Naira le dio un buen empujón hacia delante para continuar con la farsa. El chico trastabilló y cayó al suelo, de rodillas, las manos aún atadas a la espalda. Bajó la cabeza en señal de rendición.

Las brujas se miraron entre ellas y una de ellas, de cabellos extremadamente largos y sucios (por lo que no podrían saber si su color negro era real o fruto de la roña) avanzó un par de pasos, estirando la espalda y formando una sonrisa de suficiencia.

— Hermana, ¿de dónde procedes?

Naira tragó saliva intentando que no se notara y se repitió, una vez más y mentalmente, las palabras que traía ensayadas. Tenían una ventaja de la que habían decidido tirar: sabían el nombre de la colonia de brujas que solía asentar su base cerca de ellos en su residencia habitual. Una vez incluso habían conseguido secuestrar a dos brujas y hacerles un interrogatorio, solo para descubrir con profunda decepción que ninguna de ellas tenían idea de dónde estaba su Amuleto. Pero otra parte importante de su entrenamiento en la Academia había sido aprovechar todo lo que se tiene, porque nunca sabes cuándo te va a ser útil. Así que habían recopilado toda esa información, sus nombres, los pequeños detalles, y Naira se había estudiado ese archivo prestándole una atención que jamás había prestado a nada. Y ese era el primer momento que tenía para demostrarlo.

Alzó el mentón con decisión y, posando la bota sobre la espalda de Pox, que mantenía la cabeza gacha, pronunció con seguridad:

— Vengo de la colonia de Asics para prestar mis servicios a la bruja suprema, la que posee el Amuleto de poder. Me he cansado de las patéticas de mis compañeras y aspiro a algo mucho mejor que ellas.

Coronó aquella frase con una sonrisa de suficiencia, como si pensara que el mero hecho de estar hablándoles era un cumplido, esperando dar la suficiente imagen de bruja engreída y manipuladora como para que bajaran un poco la guardia. Sentía como si hubiera un gran muro entre ella y las brujas, y desde luego que así no iba a salir bien su plan.

La bruja de cabellos sucios la examinó, con una ceja alzada, de arriba abajo. Luego posó su mirada sobre Pox, y se relamió como si estuviera observando un pedazo de carne. Esto a Naira no le gustó nada, pero por supuesto que no se atrevió a demostrarlo en lo más mínimo. El resto de brujas comenzaron a murmurar entre ellas, intercalando risas y comentarios despectivos, y ambos consideraron esto como una muy buena señal.

— Tienes razón, las de Asics son patéticas— escupió la bruja, llevándose las manos a la tripa para carcajearse— Ven, hermana, bienvenida a una colonia de verdad. Yo misma te llevaré con nuestra líder. Ella sabrá dónde ponerte.

"Dónde ponerte" como si se tratara de un objeto o una pertenencia. Pero desde luego que como la consideraran, a Naira le daba absolutamente igual. Lo importante es que estaba dentro, que no la habían echado a patadas (aunque es probable que la primera ya hubiera desencadenado una lucha de la que no estaba segura de si saldrían indemnes) y que a cada paso que daban, siguiendo a aquella bruja que se había autodenominado su guía, estaban más cerca del Amuleto.

Un sentimiento de euforia la embargó, pero solo permitió que durara un segundo. Mientras levantaba a Pox tirándole de las ataduras de las manos y éste profería un gemido de dolor, se permitió imaginarse a sí misma llevando el Amuleto de vuelta a la base. La euforia, el orgullo, el honor eterno. El hecho de sentirse, en lugar de una perdida entre miles, alguien especial y válido. Pero cuando Pox se levantó y lo empujó hacia delante frunciendo el ceño, paró sus pensamientos y se centró en sus alrededores. Estudiar el escenario era otra de las prioridades, de las primeras lecciones y las más importantes. Siempre había que estar pendiente de todo, de cada detalle, porque todo podía serte útil en la batalla. Tus alrededores eran tu estadio de lucha y así los debías estudiar.

El campamento no contaba más que con una serie de tiendas de campaña rudimentarias, con telas oscuras y por supuesto sucias, además de la gran hoguera alrededor de la cual se organizaban. Una tienda de campaña más grande que las demás se encontraba un poco más apartada y Naira no se sorprendió en absoluto al darse cuenta de que era hacia allí donde les estaban llevando.

Se permitió dirigir una mirada a Pox y querer, por un segundo, que todo saliera bien. Necesitarlo con toda su alma. Pero fue solo eso, un segundo, porque Naira sabía bien que lo último que podía hacer en ese momento era perder la concentración. Aún menos cuando la seguridad del chico dependía de ella.

"Has nacido para esto" se recordó, firme "Todo saldrá bien".

Entraron en la tienda de campaña y su corazón se paró por un instante, sabiendo que ese momento, lo que hicieran dentro de esa construcción improvisada y con olor rancio, cambiaría sus vidas para siempre. 

Los guardianes del AmuletoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin