CAPÍTULO XLI

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- Sam, siempre se te ha dado mal disimular, ¿qué pasa?

Sam tragó saliva después de recibir un codazo disimulado de Eiro. Evon llevaba media hora preguntando eso mismo, y aún tenían que entretenerle diez minutos más hasta las cinco. No sabían ni cómo se habían dejado convencer para aquello. Bueno, más bien Eiro no sabía por qué se había dejado convencer, pero sí por qué lo había hecho Sam. O más bien por quién.

Desde luego, y esa es la conclusión a la que había llegado Eiro, esa chica les iba a causar muchos problemas. Sobretodo por el aluvión de hormonas que estaba desencadenando sin siquiera pretenderlo.

Sacudió la cabeza al pensar aquello: no había manera de evitarlo ni tenía ningún tipo de remedio. Sólo había que encararlo de la mejor forma que pudieran hacerlo. En cierto modo la educación que habían recibido, aunque había funcionado a la hora de evitar distracciones, no les preparaba para el contacto con el sexo opuesto una vez salieran de la instrucción. Y eso era un fallo bastante grave que Eiro estaba empezando a pensar si debería plantear en la próxima reunión del Consejo.

No era posible que guardianes perfectamente capacitados se quedasen desarmados de esa forma con una sonrisa o una caricia descuidada. Era más bien una tontería, algo fácilmente subsanable pero que nadie se molestaba en arreglar. Y probablemente de eso mismo se tratara todo.

- ¡No miento, ni escondo nada! Qué pesado eres cuando quieres...- protestó Sam a la desesperada.

Evon le miró de reojo, con sospecha. Sabía que pasaba algo pero también era consciente de que si fuera algo importante o algo negativo se lo hubieran dicho. Era una de las primeras normas que tenían los guardianes: dentro de un grupo, no se escondían nada. Y por eso también precisamente le preocupaba que le estuvieran ocultando algo. Porque sabía que había algo que no le decían.

Sam no paraba de mirar el reloj analógico que llevaba en la muñeca. Cuando le pilló haciéndolo, el chico tragó saliva. No había manera de que con esa actitud pretendiese convencerle.

Negó con la cabeza, resignado a no enterarse de lo que por ser secreto se había convertido en sumamente interesante para él. Hacía tiempo que no se quedaba al margen de nada, desde que había entrado en el grupo al menos. No le hacía demasiada gracia.

Pero también tomó la decisión de no insistir más: acabaría sabiéndolo, tarde o temprano, porque así era como funcionaba un grupo de guardianes, lo tenían que saber todo sobre todos o los secretos acabarían con ellos. O eso les habían enseñado desde siempre. O eso estaba acostumbrado a oír.

Y por mucho que insistiera no conseguiría que se lo dijeran, eso estaba claro. Debía dejar a un lado su sospecha de que era algo malo, o su resentimiento por ser mantenido al margen.

- Bueno, volvemos a la casa- dijo Sam después de echar otro rápido vistazo a el reloj de su muñeca.

Evon frunció el ceño y miró disimuladamente su reloj, para comprobar que faltaban cinco minutos para las cinco. Justo el tiempo que tardaban en volver al edificio.

Optó por no hacer ningún comentario, esperaría a ver qué era lo que estaban tramando. Desde luego, ser apartado de algo así precisamente el día de su cumpleaños... aunque no era nada que le hubiese importado demasiado nunca. El único año que había sido importante era en el que lo habían separado de su casa, de su familia, y no era algo precisamente agradable de recordar. Así que para él había dejado de ser una fecha especial.

Sabía que para los humanos lo era, sobre todo por la forma de hablar de ello que tenía Alma. Se le iluminaron los ojos cuando le dijo la fecha de su cumpleaños. Con un brillo especial, ilusionado, como si de repente ese día fuera a cambiar algo, como si fuera a evolucionar en un ser superior sólo por ser oficialmente un año mayor.

"Qué tontería" pensó con una punzada en el corazón.

Entraron en silencio, sin decirse una palabra, como era bastante habitual en ellos. No solían hablar demasiado, ni iba con ellos ni era para lo que estaban entrenados. No es que fuera todo tan estricto, sino que habían crecido así. Acostumbrados al silencio, viviendo rodeados de él.

Al llegar a la puerta del salón, Evon notó algo raro en el comportamiento de sus compañeros. No le dio tiempo ni a fruncir el ceño de nuevo, porque en cuanto Eiro abrió la puerta con la mente, una serpentina le golpeó directamente en la cara. Hacía tanto tiempo que no le sorprendían de aquella manera, que no lo pillaban tan con la guardia baja, que casi ni se paró a escuchar el "FELICIDADES" que gritaron Alma y Zareb (y que Neo susurró) a la vez que salían globos de todas partes.

- Pero, ¿qué?- tartamudeó un poco.

- ¡Feliz cumpleaños, Evon!- Alma avanzó con la sonrisa más grande que el chico había visto en su vida plantada en la cara, y le rodeó con los brazos, emocionada.

Evon tuvo un escalofrío al sentir el contacto de la chica. No se esperaba para nada ese gesto, así que se quedó inmóvil, incapaz de responder al abrazo. Hacía mucho tiempo que nadie le abrazaba.

- ¿Has hecho esto por mí?- preguntó, incrédulo, mientras observaba con atención toda la habitación.

- Lo hemos- recalcó esa palabra- hecho por ti.

Puso los brazos en jarras, orgullosa del efecto que estaba teniendo aquel detalle en el guardián. Tenía intención de sorprenderle, pero no a ese nivel, desde luego.

"Es la primera fiesta sorpresa de cumpleaños en la que realmente el cumpleañero no se lo esperaba para nada" pensó, satisfecha.

Lo hizo sentarse en una silla del comedor, enfrente de la tarta, y soplar las velas. Ninguno de ellos tenía la más remota idea de para qué se hacía y no fue capaz de hacérselo entender, así que acabó desistiendo. Al final, el hecho de que las soplara sólo le sirvió a ella, sólo significó algo para la chica. Pero no le importó demasiado, estaba empezando a acostumbrarse a esas pequeñas cosas en las que sus mundos no se llegaban a tocar. Y parecía que no llegarían a entenderse nunca.

De todas formas, a Evon le encantó la tarta y en el ambiente se respiraba bastante felicidad. Suficiente para Alma, al menos.

Luego los convenció para que vieran todos juntos una película, y aunque le costó porque Neo se empeñaba en irse y Eiro decía tener cosas que hacer, acabó consiguiéndolo.

Eran como sus niños.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now