CAPÍTULO XXXI

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- Vale, se trata de conducir el balón con los pies, pasándooslo entre vosotros, hasta meterlo entre esos dos palos de ahí- explicaba Alma, señalando una de las porterías improvisadas que habían hecho en menos de diez minutos.

Alma se había sorprendido ante lo positivo de la reacción de los chicos. Les había dado la venada de querer aprender a jugar al fútbol, pese a que la chica no hubiera pensado nunca que les haría tanta ilusión. Según ellos, parecía que era un deporte que no podían dejar de conocer siendo chicos. A Alma aquello le había parecido de lo más sexista, porque a ella le gustaba el fútbol y de chico tenía más bien poco.

Habían hecho dos equipos de tres: Zareb, Evon y Eiro contra Neo, Sam y Alma. Los había agrupado la chica, sabiendo que a ella misma no se le daba nada mal ese deporte y que Zareb, por ejemplo, iba a ser un peligro a tener en cuenta a la hora de jugar, por su energía y su fuerza.

Los dos primeros minutos de partido habían sido un completo desastre. Había tenido que repetirles un par de veces las reglas, porque Evon se había confundido y había metido un gol en propia y Neo se empeñaba en coger la pelota con la mano.

Al final, la cosa se había estabilizado un poco y, aunque torpes, conducían el balón por el campo de juego hasta la portería contraria.

Alma había acabado decidiendo hacer de portera porque si no, les quitaba la pelota en menos de diez segundos. Se sentía un poco bien por ser ella la que les enseñaba algo a ellos, guerreros experimentados y con poderes mágicos sobrenaturales que habían resultado ser unos patosos en el fútbol.

Resultaba más que gracioso y entrañable ver lo torpes que podían ser con una pelota de por medio. No obstante, como ya se había imaginado, Zareb tenía un chute muy bueno y Evon (probablemente haciendo algo de trampa y ayudándose del viento) regateaba bastante bien para ser la primera vez que jugaba.

- ¡Alma!- oyó su nombre y giró la cabeza hacia la derecha, para ver a Sam dando toques con el balón. Dio tres y se le cayó, lo cual arrancó una sonrisa por parte de la chica- ¿Has visto?

La cara de euforia de Sam no daba lugar a otra respuesta:

- ¡Sí, muy bien!- chilló con ganas.

Luego no pudo evitar una carcajada de felicidad. Hacía tiempo que no pasaba una tarde tan divertida y entretenida. Haciendo ejercicio, riéndose y entre amigos. Porque eso es lo que estaban empezando a ser, amigos, gente en la que confiar aunque estuviera retenida ahí más o menos por la fuerza.

Los miró con cariño. En realidad no podía culparles: ¿qué iban a hacer? Ellos habían querido devolverla a su casa, y había sido su estupidez la que la había llevado a coger el Amuleto y generar todo ese embrollo.

¿Qué iban a hacer, dejar el Amuleto que llevaban preparándose para defender toda su vida? ¿El motivo mismo de su existencia?

Negó con la cabeza mientras observaba cómo Zareb separaba a Sam y a Neo, que habían empezado a pelearse por el balón y habían acabado peleándose de verdad.

"No puedo culparles".

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now