CAPÍTULO XXIV

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Naira se quitó la coleta y sacudió la cabeza, mientras notaba las manos de Pox contra el abdomen. No tenía tiempo para detenerse a pensar qué sensaciones le producía aquello, pues el chico lo que hacía era cubrirle de suciedad la camiseta usada que habían elegido para la misión.

Suspirando y desterrando así su vena más preocupada por su aspecto, introdujo las manos en el cubo donde habían recogido arena, polvo y demás asquerosidades de la carretera y las hundió, acto seguido y antes de poder arrepentirse, en su cuero cabelludo. Una sensación horrorosa la recorrió, y en el mismo instante en el que se estremecía, una corriente de aire inmensa apareció de la nada y le arrebató la suciedad de las manos. Naira se las miró, estupefacta.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —inquirió Pox, con el ceño fruncido.

—Yo nada, lo juro — dijo, segura de sus palabras— Creo que de alguna forma al aire no le gusta que me ensucie, y me lo impide.

En todo el tiempo que llevaba controlando su elemento, no había llegado a comprenderlo del todo ni a esperarse sus reacciones, sólo había aprendido que sus primeros instintos de comprensión solían ser los más aceptados. Y una última cosa que nunca debía olvidar: el viento es libre.

—¿Eso qué significa? —preguntó con calma Pox.

Mientras el chico la miraba, Naira untó el dedo en aquella mezcla asquerosa y lo puso sobre su camiseta, a la altura del pecho. Al instante, el aire se ensañó con esa parte de la prenda hasta dejarla limpia de nuevo.

—Significa que voy a tener que hacerlo todo yo —suspiró el chico, comprendiendo— Está bien.

Naira no se inmutó ante la resignación de su voz. No era ni que fuera su culpa ni que hubiera otra alternativa. El resto de miembros de su grupo pasaban completamente del tema, en una mezcla de indiferencia y de envidia por tener algo interesante que hacer. Les habían educado así.

"Traigamos a Hasan a ver si le apetece tocar esto" pensó burlonamente mientras dejaba que Pox enredase los dedos en su pelo. Se quedó esperando a cualquier reacción por parte del aire, pero como suponía, no pasó nada.

Por un segundo, dejó aparte la sensación de suciedad que crecía por momentos al sentir toda esa porquería sobre ella, dejó a un lado el hecho de que él la estaba tocando sólo porque era estrictamente necesario, cerró los ojos y se imaginó que él la correspondía, que todo aquello era real.

Normalmente no se hubiese permitido el lujo de aquel pensamiento pero, antes de emprender un largo viaje en el que probablemente no tuvieran éxito y sacrificaran sus vidas inútilmente, quería imaginarse, sólo eso, qué sentiría al verse correspondida.

No obstante, cuando él acabó con su pelo y pasó a embadurnarle los pantalones, volvió de golpe a la realidad.

—Le voy a hacer unos cortes en las rodillas- murmuró, como ida, pero él no se dio cuenta de su estado— Creo que eso sí lo podré hacer yo.

Pox asintió sin mirarla mientras llenaba de grasa sus zapatillas deportivas. Tenía una marca negra en la mejilla, de carbón.

Iba a coger un paño para limpiársela, pero luego se dio cuenta de que él también debía parecer sucio, así que no hizo nada.

"Esto va a ser mucho más difícil de lo que parecía" pensó para sí.

Luego procedió a coger una navaja que guardaba en el cinturón y desgarrar sus pantalones.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now