CAPÍTULO VI

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Cuando Alma se despertó a la mañana siguiente, se levantó con calma de la cama sin pensar realmente en nada, aún somnolienta, sin siquiera relacionar que no estaba en su casa. Salió por la puerta y, con los ojos aún entrecerrados, avanzó recto, como hubiera hecho si saliera de su propia habitación. Pero como no lo hacía se estampó contra la pared de enfrente.

El fuerte impacto la devolvió a la realidad.

—¿Estás bien? —dijo una voz alterada a su lado.

Se pegó un susto y dio un bote al ver a Sam a menos de veinte centímetros de ella, con la cara desencajada de preocupación. Le miraba la frente, que ella se tapaba con la mano puesto que había sido ahí donde había recibido el golpe.

—Sí, sí... no te preocupes —murmuró ella, aturdida— Sólo... he intentado seguir una ruta alternativa, pero parece que aún no atravieso paredes.

Sam sonrió muy a su pesar, aunque trató de contenerse. Era una estampa muy graciosa, la chica despeinada, somnolienta, con la mano frotando la frente dolorida y con la ropa del día anterior.

—Necesito ducharme... —dijo con voz cansada.

Sam reaccionó de repente.

—Ah, claro. Ven, te enseñaré dónde está la ducha y te daré un par de toallas limpias —dijo mientras la cogía por la espalda y la dirigía tres puertas a la izquierda.

El tacto del chico era reconfortante en cierto modo.

—¿Ves? Muy cerca de tu habitación —dijo, satisfecho.

—¿Os venís todos a duchar aquí? —preguntó ella extrañada, mientras le miraba con un ojo guiñado, el que no era capaz de abrir porque aún le molestaba la luz.

—Por supuesto que no —dijo Sam como si fuera una barbaridad— En esta casa hay, si no me equivoco al contar... unos ocho cuartos de baño.

Cerró los ojos antes de abrirlos, incrédula. Se despertó de golpe.

—¿Ocho? —dijo, con sorpresa— ¿Me tomas el pelo?

—Para nada, ni se me ocurriría —sonrió—. Y menos con esas pintas amenazadoras que tienes hoy.

Ella miró para abajo para evaluar su estado. Luego se palpó el pelo y se encogió de hombros.

—Vaya, yo que me había esforzado por estar guapa para ti —dijo con sarcasmo—. Bueno, si no te importa, necesito ducharme. Seguro que ya lo notas... o lo hueles, más bien.

—Algo así —dijo él, siguiéndole la broma.

Sam pensó que la verdad era que ni siquiera olía mal, pero la sensación que Alma tenía en el cuerpo no podría ser otra que la de suciedad.

Se metió en el baño sin pensarlo dos veces y cerró la puerta tras de si, maravillándose al comprobar que tenía pestillo.

Sintió un gran alivio al desprenderse de aquella ropa, y la dejó tirada en el suelo de cualquier manera. De algún modo, aquel traje de playa había sido uno de sus favoritos durante mucho tiempo, pero en el estado en el que se encontraba en aquel momento ni siquiera lo reconocía, por lo que no le dio mucha importancia a lo que fuera a pasar con él.

Una vez se metió en la ducha, sus problemas desaparecieron... o más bien se evaporaron, con el agua caliente.

Se enjabonó con ganas y se lavó el pelo, e incluso bailó y cantó en la ducha, la cual era realmente enorme.

Al salir, cuando se estaba secando con una toalla, se dio cuenta de un dato importante.

"No tengo ropa de muda" ese pensamiento surcó su mente haciendo que elevara la cabeza y pusiera una mueca de alarma.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now