CAPÍTULO 15.- segundo fragmento

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—Sé que estas ropas se ven muy desgastadas —Kaya le sonrió un poco avergonzada—, pero créeme, se llenarán totalmente de tierra y lodo y me agradecerás no haber usado tu ropa normal.


Jess solo sonrió y siguió a Kaya con una gran canasta de edredones, Kaya carga algunos con ayuda de Kenny y Dantalian. Jess admiraba lo trabajadora y hacendosa que era Kaya. Cuando ella misma estuvo embarazada de Dantalian estaba tan deprimida y paralizada por el miedo que había días que no se movía en lo absoluto. Otros días que Gunnar tenía que obligarla a comer. En cambio, Kaya esperaba con grandes ansias a su nuevo hijo, que parecía inyectarle de energía a cada momento.


Ese día era especial para la manada, todos se habían vuelto locos porque llegaría un príncipe y sus guardianes o algo así. Kaya decidió que no perdería el tiempo estando parada entre la gente todo el día solo para ver a lo lejos a un grupo de extranjeros.


—La primavera ha llegado a nosotros —gruño Kaya—, el rio estará descongelándose y saldrá un poco de sol, es perfecto para lavar los edredones. Aquí el agua es escasa, debemos aprovecharla.


—Pero mami —Kenny se había quejado un poco—, yo quiero ver a los príncipes...


—Son amigos de tu tío Clark y seguro tendrán que conversar mucho con tu padre porque es el beta de aquí —dijo Kaya—, aparecerán en algún momento por la casa, por eso la limpie tanto. Simplemente no puedo perder el día completo por estar de fisgona, estos edredones no se lavarán solos.


Los cuatro se adentraron al bosque y Jess no se lamentó de ser arrastrada por Kaya, Dantalian estaba divirtiéndose demasiado al lado de Kenny. Los dos niños se habían acoplado muy bien, Jess sabía que se debía a que Kenny era un niño precioso que era muy amable y paciente con el carácter algo difícil de su pequeño Dantalian, ya que su niño podría ser muy gruñón a veces.


Llegaron al rio después de tanto caminar, Jess supo de inmediato que era un lugar recurrente para Kaya ya que había algunos cordeles amarrados de un árbol a otro y un pequeño desfogue de agua al lado del río. Kaya se puso manos a la obra y Jess la ayudó con prontitud, mientras veían jugar a sus hijos. El agua estaba helada e incluso había pedazos de hielo que Kaya lanzaba de nuevo al río. Pero eso no las detuvo.


Jess realmente envidiaba a Kaya, tenía una casa bonita y acogedora, un mate que la adoraba, una familia unida y todos en la manada la apreciaban mucho. Todo lo que Jess desearía tener.


Como ella predijo, tanto ellas como sus hijos acabaron hechos un desastre, los niños estaban cubiertos de lodo y ellas estaban empapadas.


Kaya hizo un gesto de dolor un momento y Jess la sostuvo de inmediato.


—¿Estás bien? —preguntó Jess preocupada.


—Si, este pequeñín está que se remueve —Kaya intentó sonreír pero otro dolor se le atravesó—, creo que debería ir a cambiarme, tal vez está sintiendo el frío porque estoy empapada.


—Ve yendo, quedan algunas cosas que hacer aquí, yo termino rápido y te alcanzo —se ofreció Jess—, olfateare tu olor para llegar a tu casa.

THE RISE OF THE KINGDOM OF THE SUNWhere stories live. Discover now