Capítulo VI: Formemos una Alianza

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     El auto aparcó justo afuera de lo que parecía ser la base de operaciones de Schniezel. El motor se apagó, aunque ninguno de los miembros del grupo se dispuso a apearse del vehículo. Todos permanecieron en completo silencio, quizá pensando en una misma cosa. Al cabo de tan sólo un par de segundos, Zero levantó la mirada y adoptó una expresión altiva. No era el momento de desperdiciar el tiempo valioso en ridículos momentos de reflexión.

—Andando, Nene.

La chica obedeció en el acto. Bajaron ambos del auto, seguidos por Oggi y Diethard. Verificaron que sus armas estuviesen cargadas y las ocultaron debajo de sus ropas. Y aunque Zero parecía sentirse en su elemento, Nene hubiese deseado tener en su poder su vieja máscara para infundirse un poco de valor.

El cuarteto atravesó las puertas principales de la propiedad, siendo recibidos por Villetta. La mujer golpeteaba el suelo con la punta de su pie derecho y estaba cruzada de brazos. Miraba con impaciencia hacia los recién llegados, quizá sintiéndose indignada ante el desinterés por parte de ellos hacia las atenciones que Schniezel quería ofrecerles.

Zero no pretendía mediar con ella más palabras de las necesarias.

— ¿Dónde está Schniezel? —preguntó el muchacho.

—Esperándolos —respondió Villetta con evidente desagrado—. Ustedes huyeron tan rápido que no nos dieron tiempo de seguir adelante con la reunión que ya estaba planeada.

—Tenemos cosas más importantes en qué pensar —se defendió Nene—. No tenemos mucho tiempo.

—Si yo fuera ustedes, comenzaría a tener un poco más de cuidado con mis palabras —dijo la imponente mujer—. Siguen siendo criminales.

—Y ustedes siguen siendo nuestros enemigos —espetó Zero—. Llévanos con Schniezel. Ahora.

La discusión terminó sin necesidad de que nadie apuntara con su arma hacia la cabeza de los demás.

Al menos, no en ese momento.

El cuarteto siguió a Villetta hacia aquella majestuosa habitación que pretendía dar la impresión de no haber sido afectada por la destrucción. Los lujos y la elegancia natural del sacro imperio seguían estando presentes. Se trataba de un salón con sofás, un pequeño bar y una chimenea encendida. Una mujer, Eleven sobreviviente a juzgar por la calidad tan deplorable de su vestimenta, tocaba el arpa para deleitar al hombre rubio y a su hermana de cabello púrpura, que se encontraban sentados en un diván de color rojo. Nene se detuvo en seco ni bien se fijó en la mujer de las ropas viejas. Zero siguió avanzando sólo durante un par de pasos, hasta que tuvo que detenerse para mirar a Nene con severidad. La chica, sin embargo, demostró nuevamente su espíritu indomable. Dejándose llevar por su naturaleza, se acercó a la mujer que tocaba el arpa y retiró sus manos del instrumento con delicadeza. La mujer miró a la chica con extrañeza y, hay que decirlo, un dejo de gratitud. Nene se limitó a sonreír y a asentir, dándole así la libertad a la mujer. Ella aceptó, poco importándole la opinión de Schniezel, y Nene tan sólo le dirigió a su anfitrión una mirada desafiante.

— ¿Quién crees que eres tú, como para liberar a nuestros empleados? —atacó Cornelia indignada.

—Esa mujer era japonesa —afirmó Nene—. Y ustedes son unos hijos de...

—Nene.

Sólo la voz severa de su amado fue capaz de hacer que la chica dejara ir momentáneamente toda aquella ira acumulada. Nadie podía culparla por semejante reacción. Después de todo, no era fácil estar en la misma habitación con la mujer que había asesinado, en otro tiempo, a su mejor amiga.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now