Capítulo LXII: ¡Ataca, Infermon!

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     Cuando Katsura abrió los ojos, se encontró en la universidad. Estaba en su mesa favorita. En el sitio que ocupaba todo el tiempo. Justo a la derecha de su mejor amiga. Le gustaba ver por la ventana. Le gustaba mirar hacia los jardines, e imaginar que Miyu estaba ahí. Le gustaba enviarle mensajes a Natsumi por debajo de la mesa cuando no compartían la clase con ella.

El aula estaba vacía. La pizarra tenía escrito algo en código binario. Algo que alguien había borrado parcialmente. El DigiLector destruido yacía sobre el escritorio del profesor. Estaba hecho añicos. Sólo ella podría recordarlo como lo que fue alguna vez.

Miró hacia la ventana. El cielo azul del medio día no parecía ser tan hermoso como siempre.

Imaginó a Keramon mirándola por debajo de la mesa. Los recuerdos fueron dolorosos.

Se sintió inquieta. Se detuvo en seco al vr que el cielo comenzaba a pintarse de rojo. Escuchó los ecos de los gritos de sus viejos compañeros. Los vio destruirse entre el caos del Pandemonio de Bagra. Golpeó la ventana con todas sus fuerzas, gritando y suplicando que todo se detuviera. Retrocedió al notar que el cristal comenzaba a cuartearse. La forma en que aparecieron las grietas no podía ser aleatoria. Era claramente el símbolo de su Emblema.

El Emblema de la Amistad.

Un sonido la alertó. Apenas logró ocultarse detrás de las mesas. La ventana estalló. Los cristales cayeron en todas partes. Sintió que algo en su interior se quebraba también. Era simbólico.

Se kevantó cuando todo terminó. Sus brazos estaban cubiertos de rasguños. Algunos sangraban. Un trozo de cristal quedó incrustado en su brazo derecho. Quiso sacarlo. La sangre dibujó el símbolo de Ophanimon en el suelo.

El dolor no la detuvo. Quiso conservar la esperanza de que eso no fuera real. La cordura atacó. Una luz se encendió en su cabeza. Algo dentro de ella se sintió inquieto. El eco de los gritos de su mejor amiga resonaba en su mente.

—Kira...

Quiso moverse. No supo a dónde ir. La sangre seguía goteando. El símbolo de Ophanimon ya había quedado irreconocible. El fondo fuera de la ventana era un caos lleno de agonía y desesperación. Se sintió herida. Devastada. Extrañó a Keramon más que nunca antes.

No fue capaz de sucumbir.

—¡Sé que me escuchas, Minerva!

Silencio. Su voz rebotó en las paredes. Los gritos se apagaron. El DigiLector se evaporó.

Dentro de la chica surgió algo que sólo pudo reconocer como ira.

—¡Minerva! ¡Responde!

Silencio.

Se armó de valor para ir hacia la otra puerta, cerrada a cal y canto. Pateó. Lanzó puñetazos. Dijo un par de maldiciones. El grito de Kira volvió a atormentarla. Intentó apartarse de la puerta. Al girarse, escuchó el timbrar de un teléfono. Giró de nuevo. La puerta estaba abierta. Un teléfono de disco le esperaba al otro lado del umbral.

Corrió a responder. No hubo espacio para ser paciente.

—Escúchame bien, Minerva. No me importa quién seas, o de dónde hayas salido. ¡Tengo que salir de aquí!

De alguna forma supo que Minerva sonreía.

—Pocos elegidos a lo largo de todas las historias han sido tan perspicaces como tú, Katsura Shinyuga. A pesar de que tienes miedo, sabes que esto no es real. Y al saber que es sólo una ilusión, sólo quieres despertar para ir con quien más te necesita. Me sorprendes.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now